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Don Jacobo, vino y camino

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  • Redacción
  • 2018-06-01 00:00:00

Se hace camino al andar. Así empezó su vecino, la vía turística mas antigua y prestigiosa del mundo, que es el Camino de Santiago. Y esa es la filosofía que asumió desde su nacimiento Bodegas Corral o, lo que es lo mismo, Don Jacobo. De ahí que siguiendo esa andadura hoy es tiempo de remodelar la imagen, de repulir vinos y acomodarlos a los gustos actuales… y de celebrar el largo éxito


E ste año la bodega cumple 120 años y la ocasión merece una gran fiesta en la que se reúna al equipo y a la empresa de la bodega con las personalidades de la zona y del sector del vino. Con esa estupenda excusa, las zonas sociales de la bodega se están poniendo guapas a base de regios y confortables sofás Chester y un comedor pulcro y luminoso previsto para reforzar su vocación de anfitriones y concretamente de enoturismo. Aunque en su caso esta vocación nació mucho antes que la propia palabra. No en vano, la preciosa viña de variedades blancas que rodea la bodega está abrazada por un largo tramo del Camino de Santiago, llano, claro y, como reclamo, la vista del cerro en que se encarama el precioso pueblo que es Navarrete en el cruce de los caminos de La Rioja y Navarra y apenas a 10 kilómetros de Logroño.
Sin prisa y sin pausa, los caminantes se suceden a lo largo de la verja, y si es buena hora, la curiosidad y el interés se despiertan, y cruzan el portón para una visita a la bodega, un regalo más de su peregrinaje. Unos pasos antes les ha sorprendido una ruina tan pulcra que parece un plano, el del que durante el Medievo y la Reconquista fuera hospital de peregrinos de San Juan de Acre. De esta ruina apenas se salvó la portada románica, que se enclavó en la entrada del cementerio local. Y allí sigue.

Generación del 98



La bodega no nació aquí sino en 1898 en un pueblecito vecino, Sojuela, patria chica de sus fundadores, los Corral. Tan chica que la fama de sus vinos obligó a ampliar el horizonte y en los setenta buscaron accionistas riojanos para montar la actual, con todos los adelantos de la época y en un espacio privilegiado. Generosa y crecedera. Aún hoy impresionan las galerías soterradas donde reposan los vinos en 5.000 barricas de roble americano y francés que renuevan cada seis años, escalonadamente, y que, tras la reforma actual, se abre a la vista de los visitantes. Como impresiona la altura catedralicia y la amplitud del botellero, que conserva 600.000 botellas en pulcros jaulones de madera mucho más tiempo del que marcan los mínimos de los cánones legales. Es el estilo de la casa. Los únicos vinos jóvenes son los blancos y rosados. Desde siempre, todos los tintos se crían en barrica. Proceden de 140 hectáreas, de las que el viñedo propio cubre solo un tercio de la elaboración anual. El resto viene de viticultores vecinos, pero se controla constantemente por el equipo de campo. La joya de la corona es una viña que se adivina en la cumbre del cerro, sobre el pueblo, a 600 metros de altitud, bañada por el sol, barrida por el viento, de donde sale Altos de Corral.
Recorrer la bodega es un viaje por la historia de la enología, no solo de Rioja sino de este país. Algunos inventos del pasado simplemente se conservan, otros han cambiado de uso, como los ocho gigantescos depósitos de hormigón del exterior con capacidad para medio millón de litros de los que ahora solo uno está lleno, pero de agua para las labores. O los alicatados de la primitiva sala de elaboración donde antes de llegar los depósitos de acero y temperatura controlada el vino se enfriaba pasándolo con mangueras por los refrigeradores. Y ahí están, aunque solo para alguna guarda temporal.
Quizá así se elaboró aún la vendimia de 1978, las botellas que Goyo, el factótum de bodega, está lacrando cuidadosamente para colocar en preciosas cajas de madera. Vinos de 40 años que serán el obsequio para los invitados de la fiesta del 120 aniversario. Pero lo cierto es que todas las presentaciones, festivas o no, están muy cuidadas. Y ahora estrenan vestido, etiquetas más sencillas que han conservado el regio estilo de la casa pero se adecuan al gusto actual.
Así salen ya vestidos el blanco de Viura de siempre, aunque un punto más aromático y amable, el novedoso de Tempranillo Blanco, el joven rosado y los tintos Ecológico, Crianza, Reserva, y Gran Reserva, un lujo hecho de Tempranillo, con un punto de Garnacha y Graciano y 28 meses de barrica, cargado de medallas en diferentes y muy bien puntuado por la crítica.
Son la imagen de Rioja, de su historia y de la actualidad, que cada verano desborda el patio de la bodega en una fiesta del vino particular con carpas de talleres artesanos, food trucks de bocados diversos, teatro, conciertos en la sala de barricas y, por supuesto, un permanente canto al vino. La cita es el fin de semana más próximo a la festividad de Santiago. Este año cae en 28 de julio. Allí estaremos.


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