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Enate, vinos del Alto Aragón. Un regalo para los sentidos

  • Redacción
  • 2005-10-01 00:00:00

El Somontano es el reino del equilibrio, donde encuentra espacio para desarrollarse cada sueño. Enate eligió los caminos del arte y, en una labor admirable, ha vestido sus botellas y su bodega con tanto genio como el que encierran sus vinos. Enate está siempre abierta al visitante, con la secreta satisfacción de quien muestra al mundo su vástago querido, el más hermoso, tal como lo concibió su arquitecto, Jesús Manzanares. Ya el recibidor, en un perpetuo juego de luces, se asoma, por un ventanal, que es más que un cuadro, a los dos puntales esenciales: el viñedo y un bosquecillo de esculturas humanas que, como en danza ritual, celebran las estaciones, el verdor o el ocre rojizo de los pámpanos, el cuajado del fruto, el envero, la vendimia... El recorrido interior sigue las mansas curvas de un túnel que sorprende a cada recodo, un camino de luz y ladrillo, que se adentra en los detalles de esa labor tan minuciosa, tan humana y tan tecnológica que es hacer vino. Ciencia y técnica Tecnología que descuella en la sala de elaboración, en los depósitos autovaciantes de acero, en las prensas delicadas o en la blancura del laboratorio, pero que aún se hace más patente en el proceso del campo, de las 100 has. de nueva plantación que completan las 500 de viña propia. El desmonte de barrancos y desniveles, tierra virgen y sana, se cubrió con un metro de otra, enriquecida exclusivamente con abono orgánico. Se ara, se rotura y se deja reposar hasta la plantación. Entonces, dos jinetes sobre una mágica máquina van depositando en surcos perfectos los vástagos parafinados, libres de cualquier contaminación, al tiempo que la sembradora deposita junto a su raíz un par de litros de agua. Y así hasta el horizonte. Después se colocaron los palos y las redes de la espaldera y las varitas de caña para enderezar los tallos. Y nada de productos químicos para matar las hierbas sino una reja con sensor para que no dañe la planta ni las raíces, una prepoda mecánica y la definitiva manual, la que marcará los límites productivos. Porque ni siquiera con el riego por goteo, con agua de la balsa de agua de deshielo y lluvia, se pretende criar más uva, sino ayudar a mejorarla. Al fin y al cabo su misión es hacer buen vino. Hacerlo y enseñar a disfrutarlo, de ahí que una de las recientes sorpresas de la visita sea una sala de aromas, mucho más que un juego, una experiencia para reconocer y memorizar las sensaciones olfativas puras que después se encontrarán combinadas complejamente en la copa. Puro arte Pero en Enate no solo juegan con los sentidos que atañen directamente a la degustación. De pronto el muro acoge una obra de Vicente García Plana, un ensamblaje mudable de cuadritos, collages en los que narra, con detalle y sutileza, cada uno de los parámetros que atañen al vino, desde el vidrio al tiempo, desde la tierra a las lunas, desde la raíz a las copas. Es una de las 140 obras de arte contemporáneo que la bodega ha reunido, la peculiar visión del vino por parte de artistas tan geniales como Tàpies, Chillida, Beulas, Gustavo Torner, Broto. Sus obras se han convertido así en las etiquetas de cada vino, mientras los originales se reúnen en la sala de exposición, en el piso superior de la bodega, y en mudables muestras temporales. Además Enate convoca anualmente una beca de pintura y dibujo para nuevos artistas, dotada con 12.000 euros. Pero el fondo sigue siendo el vino, el que se guarda en la sala de barricas que sugiere con sus espacios y pilares la eternidad del arte egipcio. El que un director tan pragmático y sabio como Adolfo de Dios concibe como acompañamiento del placer de la mesa, como bebida cotidiana y asequible, y no como obra de contemplación. Y así les salen, hasta el punto de ser, según estudios oficiales, la segunda marca más conocida por los ejecutivos españoles. Un catálogo infalible de variedades, con grandes uvas foráneas perfectamente acomodadas a este terruño -Chardonnay, Merlot, Gewürztraminer, Syrah, Cabernet Sauvignon-. En total, 3,5 millones de botellas, seis tipos de tintos, un rosado y tres blancos, de los que exportan casi la cuarta parte. Vinos que dejan con pena esta tierra, como el visitante, con la última imagen de las palabras de Lorca prendidas en el muro «Y un olor de vino y ámbar viene de los corredorres». Viñedos y crianzas del Alto Aragón Avda. de las Artes, 1 22314 Salas Bajas (Huesca) Tel. 974 302 580 Fax 974 300 046 www .enate.es

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