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Emina: Más allá del vino

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  • Redacción
  • 2015-04-30 14:18:03

“Una emina de vino para los monjes de San Benito, un tercio para las monjas de Santa Alodia y Santa Nunila”. Esa es la dieta que recoge la ordenanza de refectorio monacal poco antes del año 1000. Y esa es la historia que ha revivido Carlos Moro, en piedra, en arte, agricultura y cultura en sus bodegas que jalonan el Duero de Burgos a Zamora, de viñedos que dibujan el mapa vinícola de Castilla la Vieja.

La emina, o hemina, era un ánfora con capacidad de 16 litros. Mucho se ha especulado sobre si la dosis sería diaria o si la habían de compartir con sus familias y sus menesterosos. Sobre la calidad de aquellos tragos se mantuvo secularmente la fama de la viña del monasterio de Valbuena, que es un bellísimo edificio, sobrio, robusto y equilibrado, fundado en 1143, que vivió su época más floreciente en manos del Císter, decayó por pestes y abandono, y resurgió de sus cenizas hasta que, mediado el siglo XIX, la filoxera le asestó el golpe definitivo, puesto que la viña y la exportación del vino eran su mayor riqueza. Eso sí, está documentado que el monasterio inauguró la tradición vinícola de la zona, ya que los primitivos monjes habrían traído de Francia la Orden y las primeras vides que se plantaron en los alrededores.

 

La nueva Emina

Para llegar a Valbuena se pasa ante la puerta de la actual bodega Emina, abierta al público para compartir exposiciones, museo, tienda. Situada en San Bernardo, dentro de la llamada Milla de Oro de la Ribera de Duero, en el triángulo formado por Valbuena de Duero, Pesquera de Duero y Peñafiel, es un edificio transparente, luminoso, y sus vistas se abren, al frente, a un viñedo de variedades, un primoroso jardín experimental, plantado en 2005 y, detrás, a placas solares que cubren las necesidades de la casa (calefacción, aire, luz)... y aún les sobra para vender a la compañía hidroeléctrica, algo que revela el interés constante del grupo por la ecología y la sostenibilidad a través de eso que se ha dado en llamar I+D y que se redondea con una Estación Depuradora de Aguas Residuales, caldera de biomasa y hasta una electrolinera que convierte a Emina en la primera bodega de la zona con una estación de recarga para vehículos eléctricos e híbridos enchufables.

Emina, como marca, engloba actividades y productos muy diversos: vinos en Rueda y Medina del Campo, el primitivo de Ribera del Duero, aceites de oliva de las variedades Picual y Arbequina procedentes de los olivos plantados en las zonas de Rueda y Toro. Además, junto a la bodega ribereña podemos encontrar la destilería para licores, y hasta la sede donde nacen los cosméticos ESDOR, una línea de cosmética natural, ya que descubrieron en análisis que, después de destilar, los hollejos de sus propias uvas conservan hasta un 70% de los polifenoles que ahora se aplican en cosmética y alimentación especial e infantil.

 

El renacimiento

Las raíces de Emina se remontan siglos atrás, y no solo en el convento. Carlos Moro, su fundador, proviene de una familia que siempre ha estado ligada al mundo del vino. Sus ocupaciones, sin embargo, fueron bien diversas e interesasntes; por ejemplo llegó a ser piloto, hasta que a finales de los años ochenta la llamada de la tierra lo devolvió al suelo, a la viña. Regresó a la casa familiar de Olivares, a Valbuena de Duero, y allí gestó Emina, que vio la luz en 1995. Con la premisa basada en la constante apuesta por la calidad, Emina se convirtió al poco en otra de las bodegas clave de la Milla de Oro de la Ribera. Los últimos años de la década de los noventa sirvieron para cimentar el crecimiento y abrirse a otras Denominaciones punteras del entrorno: Rueda, Cigales, Toro...

 

Enoturismo, toda una experiencia

En la bodega y el Museo del Vino el visitante puede adentrarse en la sala de barricas, sala de depósitos, etiquetadora y embotelladora, botellero… mientras conoce la historia y tradición del vino, el proceso de elaboración de vinos, espumosos y aguardientes, los diferentes tipos de plantación y los distintos terruños. Asistir a catas, armonizar vino y platos en el restaurante La Espadaña de San Bernardo y alojarse en el hotel rural, dos hermosas casonas restauradas a todo confort que hacen bueno el consabido sonsonete de “tradición y modernidad”. Más aún, puede acudir en una reveladora excursión en helicóptero desde donde disfrutar la Castilla monumental y el esplendor del viñedo a vista de pájaro. Todo esto, y lo que no cabe en un par de páginas, le ha valido obtener en 2014 la Q de Calidad Turística, el Premio Rutas de Vino de España en la categoría Innovación, Calidad y Desarrollo Sostenible y el reconocimiento por la revista Wine&Spirits como uno de los 100 proyectos vitícolas más relevantes del mundo.

 

Más que vinos

La visita concluirá en la tienda, que supone una nueva sorpresa al comprobar la variedad y amplitud del catálogo. En Rueda nacen Verdejos, Sauvignon Blanc, Gewürztraminer, Chardonnay y espumosos blancos y rosados. En Ribera, un brillante rosado de Tempranillo y los grandes tintos Pasión, Atio, los Eminas Crianza y Reserva y el especial OxTO, fortificado de Tempranillo con tres años de crianza, complejo y goloso. Vinos tan apegados al terruño y a la tradición como a la técnica más vanguardista, en busca de la perfección.

 


Bodega Emina
Ctra. de San Bernardo s/n
47359 Valbuena de Duero (Valladolid)
Tel. 983 683 315 / Fax. 902 430 189
www.emina.es

 

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