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Riojanas, 128 años de brindis

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  • Redacción
  • 2018-10-11 00:00:00

Lo que más sorprende, frente al descenso de consumo de vino en este país, es que esta bodega centenaria vende aquí el 80% de su producción. Es la muestra de una fidelidad forjada a base de confianza en su calidad y en el acierto de elaborar estilos diferentes pero imbatibles



S etecientas hectáreas sustentan hoy los vinos de una bodega que conserva plenamente vivos nombres míticos en Rioja: Monte Real, Viña Albina... La mayoría es Tempranillo, entre los mejores de Cenicero a San Vicente, y como marca de la casa, como ese personal ramito de hierbas y especias que sustenta el secreto del plato estrella de un chef, viñas de Mazuelo y Graciano que suman la mayor extensión en la región. Y si alguien puede presumir de viña vieja son ellos, de hecho, lo primero fue la tierra. El arco de piedra que es hoy la entrada de la bodega recuerda la fecha: 1799. De ahí salieron vinos capaces de competir con éxito –Medalla de Oro– en la Gran Exposición Universal de Barcelona de 1888. La tierra no ha cambiado y hoy, en una de las salas del recorrido enoturístico, se exhibe la muestra de los tres tipos de suelo que dan variedad y equilibrio a sus elaboraciones, los suelos que mejor alimentan cada una de las variedades.

Cinco generaciones

Tampoco ha cambiado el espíritu empresarial que llevan heredando cinco generaciones, desde que Román Artacho fundara Bodegas Riojanas en 1890 y consiguiera reflotarla después del desastre de la filoxera, ya en 1930, como Sociedad Limitada. Hoy la saga Artacho-Frías la dirige Santiago Frías, un exponente de esta última generación, con el corazón en el vino y la cabeza en el futuro. Es una bodega capaz de elaborar más de cuatro millones de botellas por vendimia y también es una empresa que cotiza en bolsa y un grupo de bodegas con sedes en Rueda –Viore–, Toro –Torreduero–, Rías Baixas –Veiga Naúm– y por supuesto en la casa natal riojana. Una empresa que en 2010 consiguió el Premio a la Internacionalización pese a que no hacen gala de la exportación sino de sentar bases sólidas estratégicas en otros mercados, entre los que destacan México, Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda o Alemania.
Sin prisa, sin pausa, como el ritmo de la naturaleza en la viña, como el sueño del vino en las barricas, el arte de la crianza, que es otro de los puntales heredados y defendidos como sello de la casa y el que le ha dado el valor y reconocimiento de sus incondicionales, familias que llevan brindando con la misma marca al celebrar los acontecimientos más importantes y emocionantes de su historia.

El sabor del tiempo

La Historia, con mayúscula y con minúscula, es lo que eligieron como foco y como regalo para quienes visitan la bodega. La exposición es tan clara como emotiva: las botellas se suceden, vendimia tras vendimia, acompañadas de los hechos que iluminaban cada año, los internos con la sucesión de reformas, ampliaciones, triunfos... y los externos, con anécdotas, tragedias como las guerras o acontecimientos que nos marcaron, como los discos de los Beatles.
Mas allá se extiende la Sala de Sensaciones, dedicada a cada uno de los sentidos y a la forma en que nos hacen gozar de una copa: los últimos en llegar han sido los Sonidos del Vino, con un audiovisual que permite descubrir la gran cantidad de matices sonoros característicos del mundo del vino. En definitiva, un espacio interactivo y lúdico donde descubrir los aromas, colores y el tacto de los ingredientes de la elaboración del vino, desde la vid a las barricas. Las que también se pueden contemplar en una sala que, desde la última ampliación, reúne una parte de las 30.000 barricas que reposan en la bodega y cinco millones de botellas: el Arte de la Crianza, que ya en anteriores ampliaciones había sido la primera necesidad, espacio de botellero, ya que fueron pioneros en reconocer la importancia de esa segunda fase de la crianza para que cuando el vino sale de la bodega esté completamente redondeado, listo para ser disfrutado o guardado para la ocasión, pero en su punto.
Para comprobarlo hay que hacer un alto en la Enotienda, y diferenciar vinos clásicos y modernos, jóvenes y maduros, hacer una incursión en sus bodegas de otras zonas y en las curiosidades de su distribución, desde cervezas a champagnes. Un catálogo cada vez más tentador.

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