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Los viñedos inclinados de Europa

  • Redacción
  • 2000-04-01 00:00:00

Alemania: vertiginosos viñedos de Riesling
Las regiones vitícolas del norte de Alemania, sobre todo del Ahr, centro del Rin, Mosela-Saar-Ruwer y Rheingau, aprovechan la mejor incidencia de los rayos del sol en las laderas orientadas hacia el sur. La misma importancia poseen las condiciones del suelo, mayoritariamente marcado por la pizarra extremadamente despedazada. Sólo en estass regiones vitícolas los viñedos en pendiente suman aproximadamente 10.000 ha. de superficie.
Los mejores Riesling y Spätburgunder de estas regiones crecen desde siempre en viñedos inclinados, que conllevan un considerable esfuerzo y sólo son rentables si producen vinos de calidad y precios superiores. Son sorprendentes los Spätburgunder notables que crecen sobre laderas mareantes junto al Ahr o en el Höllenberg de Rheingau, junto a Assmannshausen. Pero la celebradísima prima donna de los viñedos inclinados alemanes es el Riesling. Los viñedos inclinados del Mosela, Saar y Ruwer, como Scharzhofberg, Grünhäuser Abtsberg, Wehlener Sonnenuhr, Graacher Domprobst, Bernkasteler Doctor y Piesporter Goldtröpfchen, han traído la fama a los Riesling nobles dulces de Alemania. Viñedos como Hahn en la zona central del Rin, Altenahrer Eck en el Ahr, y Rottland y Berg Schlossberg en Rheingau se cuentan entre los viñedos de Riesling más escarpados, mejores y más exactos de la región. Indudablemente, los espléndidos vinos de estas regiones serían impensables sin viñedos inclinados. Merece la pena visitar y admirar el impresionante paisaje del Rin y el Mosela con castillos, pueblecitos coquetos y pintorescos viñedos en terraza, una de las regiones vinícolas con más encanto de Europa.
En casi todas las demás regiones vinícolas de Alemania también hay viñedos inclinados. Junto al Nahe son viñedos como Herrmannshöhle, en Renania-Hesse, los viñedos en el “Roter Hang” (“Ladera roja”), como Pettenthal y Hipping, Kastanienbusch y Schäwer en el Palatinado, Plauelrain en Ortenau (Baden), algunos de los viñedos de Würzburg y Nordheim en Franconia, y en Württemberg, por ejemplo, algunas zonas de Katzenbeisser. Pero estas regiones están menos marcado por la construcción de terrazas.


Suiza: Gutedel y especialidades en terrazas
Los vinos suizos más conocidos, que también gozan de cierta reputación en el extranjero, proceden de los viñedos inclinados más relevantes de las dos regiones vinícolas más importantes. Son los vinos de Aigle les Murailles, Dézaley y Mont d’Or. Mientras que los dos procedentes de zonas de Waadt, Aigle y Dézaley, se vinifican a base de Chasselas o bien de Gutedel, los vinos de Domaine Mont d’Or, junto al Sion, se caracterizan por la diversidad de sus variedades. Las blancas: Silvaner y Ermitage; la tinta: Pinot noir.
Alrededor de un tercio de los viñedos de Wallis, es decir, unas 1.700 hectáreas, se consideran viñedos en pendiente. En estas zonas se están plantando cada vez más especialidades de maduración tardía, como Cornalin, Syrah, Petite Arvine y Heida, en perjuicio de las variedades Chasselas y Pinot noir, menos adecuadas.
Las variedades de maduración más temprana se desarrollan bien en el oeste de Suiza, incluso en viñedos menos expuestos al sol, ya que la proximidad de los lagos a muchas regiones vinícolas influye decisivamente en el clima. Por su parte, las clásicamente llamadas especialidades como Pinot gris o Gewürztraminer, y las variedades de moda como Chardonnay y Cabernet Sauvignon, exigen la mejor ubicación.
Cuanto más septentrional sea la vinicultura, tanto más decisiva para la maduración de la uva es la pendiente de las laderas. Conocidos viñedos de la Suiza alemana reflejan en sus nombres la topografía: “El camino de oro” de Ennetbaden en el cantón de Aargau, “La ladera de las estrellas” de Meilen y “La colina de la ciudad” de Eglisau, en el cantón de Zúrich, o “Arroyo del valle” en el cantón de Thurgau.
En estas latitudes, incluso en los mejores viñedos está muy limitada la diversidad de variedades, especialmente las de vino tinto. Domina el Blauburgunder.
En el Tesino la situación es muy distinta. Domina la Merlot, que allí también madura bien en zonas llanas. A diferencia de los vinos procedentes de los suelos más ligeros y permeables de los viñedos inclinados, los vinos crecidos en los suelos pesados y húmedos de los valles muestran menos finura y delicadeza.

Austria: los monjes progresistas
Lo que sucedió en la región de Wachau hace alrededor de mil años puede compararse con la construcción de las pirámides egipcias. Esta constatación complace a Franz Hirtzberger de Spitz, presidente de la asociación Vinea Wachau. “Lo que consiguieron realizar los hermanos del convento en aquel entonces era verdaderamente improbable”, opina, mientras subimos por las estrechas terrazas del campo de Singerriedel.
Si actualmente los escarpados viñedos entre Dürnstein y Spitz aún siguen pudiendo explotarse en vinicultura, es gracias al trabajo de aquellos monjes. Ya entonces, cuando cultivaban la vid en la región junto al Danubio, comprendieron que sólo horadando las montañas para construir terrazas se podía impedir que la tierra suelta de los suelos de roca primigenia desmoronada fuera arrastrada por el agua. Son franjas estrechas, a veces de sólo un metro y hasta un máximo de tres metros de ancho. Mantenerlas supone un enorme esfuerzo. Pues con el tiempo, incluso los sólidos muros de las terrazas se desmoronan. Hay que repararlas de vez en cuando. “No es fácil encontrar obreros que lo hagan”, comenta Hirtzberger. En Singerriedel, uno de los viñedos superiores de Wachau, de nueve hectáreas, ha replantado en los últimos dos años poco más de una hectárea de baldío. Hace quince años habría tenido más reservas, porque precisamente en las mejores zonas la sequía mermaba reiteradamente la calidad. Entonces empezó a extenderse en Wachau el riego por goteo y el problema quedó solucionado. Pero no en todas partes…
Frente a Singerriedel se divisa el Atzberg, aún más empinado, que dejó de cultivarse hace ya algunos años, el riego no es posible y todas las terrazas tendrían que ser reconstruidas. Para replantar un viñedo inclinado normal, un vinicultor ha de calcular más de dos millones de chelines austríacos por hectárea. No cabe duda de que el Atzberg requeriría bastante más.
Quizá algún día este gigantesco monumento natural asilvestrado se incluya entre los proyectos subvencionables por la Unión Europea. De ella se benefician actualmente alrededor de una docena de vinicultores en la región de Südsteiermark, donde también existen numerosos viñedos inclinados con pizarra de roca primitiva. En Kitzeck había que trabajar penosa y peligrosamente con tornos de cable en superficies con un gradiente de 50, 60%. El enólogo de la finca Silberberg, Werner Surma, y el vinicultor Johann Schwarz consiguieron reunir en comunidad de intereses a los propietarios de un total de 40 hectáreas aproximadamente, parte de ellas yermas ya desde hacía años. Juntos y subvencionados en un 70 por ciento por la UE convirtieron los diversos campos en terrazas. Se trata de esas terrazas de talud sin muros, que hasta ahora han aguantado bien incluso la lluvia persistente. En el año 2001 se habrá completado este proyecto de 4 millones de chelines austríacos. Con él, la pequeña región de Südsteiermark tendrá 25 hectáreas cultivadas más, que antes no lo estaban.

Los viñedos inclinados de Europa

Italia: ¿ya sólo un valor histórico?
En las zonas vinícolas septentrionales de Europa, los viñedos inclinados a menudo poseen fama secular y producen, por regla general, los vinos más notables de sus respectivas regiones. No ocurre lo mismo en el sur. Allí, los mejores vinos no necesariamente han de proceder de los viñedos más escarpados. Una fuerte inclinación, a priori, no aporta ventajas a la calidad. Con todo, también en Italia hay viñedos vertiginosamente inclinados. Por ejemplo, Veltlin en el norte, Cinque Terre en Italia central, Ischia en el sur.
Pero no deben su existencia ni su singularidad a la falta de sol, sino a la falta de suelo. Como la tierra de labor era escasa en esas regiones, los campesinos se vieron obligados a plantar sus cepas en los lugares más imposibles, allí donde otras plantas cultivadas no hubieran tenido posibilidad de sobrevivir.
En Calabria, Reggio Calabria por ejemplo, aún se pueden ver las terrazas excavadas en el escarpado monte, en las que hubo viñas. También en la Toscana, en Chianti Classico, hay viñedos inclinados donde, hace cincuenta años, aún se hacía vino. Esos viñedos aún siguen ahí, pero generalmente asilvestrados y sin cepas.
Así pues, los mejores vinos italianos generalmente proceden de parcelas vinícolas con pendiente suave. Y sin embargo, también en Italia gozan de considerable importancia los viñedos inclinados: si se abandonaran, perderían su encanto paisajístico valles enteros y costas, lo cual no sólo perjudicaría a la población, sino también a los ingresos del turismo.
El dilema de los viñedos inclinados en Italia se centra en los altos costes de la producción actual. Tres ejemplos:
Veltlin, por ejemplo, es un valle alpino en la zona norte de Lombardía, caracterizado por sus altas terrazas de viñedos orientadas hacia el sur. En realidad, se trata más bien de un capítulo de la historia del vino en Suiza y no en Italia: el “Veltliner”, vinificado con uvas Chiavennasca (Nebbiolo), en el pasado se comercializaba sobre todo en las bodegas limítrofes de Puschlav y en Chur. Es el Veltliner normal un vino rústico para el uso cotidiano, esbelto y con aristas propias de la montaña; los cuatro vinos de parcelas individuales Grumello, Inferno, Sassella y Valgella (ascendido hace muy poco a DOCG) poseen más cuerpo y frecuentemente un marcado carácter de terruño; el Sforzato a menudo es abrumador por su concentración y su estructura; también un Valtellina “reforzado” por la uva algo pasificada. Este incomparable paisaje de viñedos está sufriendo una rápida desertización: cada año se pierden irrecuperablemente unas 50 hectáreas. Si en el año 1990 aún se contaban 1.600 productores activos de uva Veltliner DOC, siete años después sólo quedaba la mitad.
Cinque Terre, compuesto de cinco municipios en el sur de Liguria, es uno de los más bellos paisajes costeros de Italia. Sobre unas laderas de pendiente sobrecogedoramente pronunciada, convertidas en fructíferas por muros de sujeción de piedra natural, las variedades Bosco, Albarolo y Vermentino de Cinque Terre DOC producen un vino blanco esbelto y frutal. El Cinque Terre Sciacchetrà, hecho con uva pasificada, es concentrado, dulce y de crianza. Pero también los viñedos de Cinque Terre están condenados: uno tras otro se deslizan lentamente hasta el mar, dejando tras de sí brutales cicatrices en forma de escombreras baldías en este paisaje inigualable. Pronto quedará poco que ver de este monumento único de la vinicultura europea: sólo durante los años 90, alrededor de un tercio de sus 150 hectáreas fueron abandonadas.
Ischia, junto a Nápoles, es conocida en primera línea como isla turística. Pocos saben que allí se produce un vino blanco extremadamente grácil y un tinto elegante. Pero ni la erosión ni la desertización son las mayores amenazas para la vinicultura en esta isla de alrededor de 50 kilómetros cuadrados, sino la salvaje especulación del suelo. Los hoteles se hacinan cada vez más junto a la costa y cada vez queda menos sitio para las cepas, que en el año 1929 aún ocupaban 2.750 hectáreas y actualmente se han visto reducidas a exactamente la mitad. Sólo en la parte más alta de las laderas de la montaña negra de Epomeo hay terrazas excavadas en la piedra volcánica, donde las vides se ocultan del constante viento tras muros protectores. Quien carezca de vértigo y esté dispuesto a darle la espalda unos minutos al bullicio será recompensando en Ischia ricamente: dejando atrás bodegas como cuevas y paredes de roca, pronto llegará hasta unos senderos empinados y pedregosos desde los que podrá admirar, a lo largo de su ascenso, antiquísimos viñedos bien cuidados, la bellísima y variada flora mediterránea y unas vistas panorámicas sin parangón en todo el planeta. Allí, entre los 200 y 600 metros de altura, se producen delicados vinos blancos con las variedades Biancolella y Forastera, mientras que el Per’e Palummo da un tinto elegante y frutal. El carácter suave de los vinos de Ischia contrasta extrañamente con el paisaje amenazante y sobrecogedor en el que crecen.

Francia no es tierra de viñedos inclinados
Francia no es verdaderamente tierra de viñedos inclinados. No es casualidad que allí muchas regiones vitícolas incluyan en su nombre el término Côtes o Coteaux, lo que podría traducirse por ladera o cadena de colinas. El grueso de los viñedos franceses efectivamente está en laderas suaves o incluso en auténticas mesetas, como por ejemplo en Pomerol. Lo mismo puede decirse de la altura: la vinicultura de montaña propiamente dicha solo se practica en casos aislados, por ejemplo en los Alpes de la Haute Provence, en el sur de Francia (Denominación Coteaux de Pierrevert), en Córcega y en los Pirineos (Irouléguy en el País Vasco francés). En Francia, los viñedos inclinados tampoco pueden adscribirse a una región determinada y mucho menos ceñirse al norte (lo que, en realidad, sería lo lógico, pues allí la incidencia de los rayos del sol tiene especial importancia), sino que se hallan en prácticamente todas las regiones: en Alsacia, en Saboya, en el Loira, en Borgoña, en la Champagne y también en la Provenza, en el Rosellón y en el valle del Ródano.
Típicos ejemplos de viñedos inclinados son los de las colinas de Cornas y Saint-Joseph (los vinos son, por ejemplo, Les Ruchets de Jean Luc Colombo o bien el Saint-Joseph de Laurent Courbis); algunos viñedos de Bandol en la Provenza (como una parte de la conocida finca Pibarnon); el impresionante viñedo de Champagne del vino de finca Clos des Goisse ; diversos viñedos en Banyuls; la minidenominación Coulée de Serrant, junto a Anjou (Loira, productor Nicolas Joly); los viñedos de Grand-cru Rangem, en Thann, y Sommerberg en Niedermorschwihr (Alsacia); los viñedos de Irouléguy en el País Vasco francés, que pertenecen a la Domaine Brana.

Portugal: magníficos cultivos en terraza
Portugal impresiona al viajero amante del vino con dos de las regiones de terrazas más espectaculares que existen. Las separan más de 1.000 kilómetros: una está junto al Duero, la otra en Madeira.
La región Douro, en la que durante mucho tiempo se producían casi exclusivamente vinos de oporto, y ahora cada vez más tintos espléndidos, con sus laderas cubiertas de viñedos, constituye uno de los paisajes más grandiosos del mundo. A lo largo de 70 kilómetros, las antiguas terrazas se yerguen hasta unos 650 metros sobre el nivel del mar. Este valle es una de las más antiguas regiones vinícolas legalmente reguladas del mundo. Los viñedos se dividen en seis clases. En sus suelos de pizarra, de fondo plano y pedregoso, crece tradicionalmente un gran número de variedades. Unas 90 están registradas y permitidas. Las más conocidas son Touriga Nacional y Tinta Roriz (Tempranillo).
La vinicultura en Madeira está documentada desde hace más de 400 años. Los vinos encabezados de viñedos volcánicos, muchos de ellos situados a gran altura sobre la costa, están considerados los más longevos del mundo. Muchos de los poios, o terrazas escalonadas, hubieron de ser excavados en la roca de basalto. El cultivo en pérgola siempre ha sido el más extendido pues su alto techo de hojas protege de las enfermedades micóticas en climas cálidos y húmedos. El trabajo en estas pedregosas terrazas casi sólo es posible a mano, por lo tanto no es de extrañar que ya sólo se cultiven 1.800 hectáreas.

España: Priorato, palabra mágica
En España hay tanto sitio para la vinicultura, que los vinicultores sólo tienen que esforzarse con el cultivo en pendiente en muy pocas regiones. El Priorato es pequeño, pero con un paisaje impresionante, un soberbio valle cerrado en el que antaño los monjes cultivaban más de 12.000 hectáreas de viñedos. Hasta hace diez años, la vinicultura amenazaba con desaparecer en las laderas del Licorella, abrasadoras y poco fructíferas. Eran sobre todo pensionistas sin descendencia los que se afanaban en las ya apenas 800 hectáreas de superficie cultivada. Tanto más impresionante resulta el renacimiento del Priorato, desde que algunos pioneros llevaron esta tierra intransitable a la cúspide de la jerarquía cualitativa española. A unos precios rara vez inferiores a las 1.700 pesetas por botella, empieza a resultar interesante incluso una cosecha de 1.500 litros por hectárea.
A casi 1.000 kilómetros al oeste, la Ribeira Sacra es un lugar privilegiado. Allí, la naturaleza despliega toda su fecundidad, y las más diversas plantas florecen alrededor de un viñedo de ubicación muy poco habitual.
Allí, en la Galicia profunda del interior, se funden los influjos del Atlántico y del Mediterráneo, creando un microclima muy especial, que suaviza la temperatura. En las umbrías hay bosques de castaños y bosquecillos de robles, y en los lugares soleados maduran los limoneros, olivos y vides. El aire está lleno de aromas de las más diversas hierbas y arbustos, entre ellos la mimosa. Y el agua fluye por todas partes hasta desembocar en arroyos y en los ríos Lor, Sil y Miño.
De las cinco subzonas que forman esta región vinícola, la legendaria Amandi es la más escarpada y emocionante. Allí, muchas cepas son de tan difícil acceso, que obliga a vendimiar desde el río con barcos especiales. Dice la leyenda que ya los romanos conocían los vinos de esta región, y que eran tan famosos que se servían en la mesa de los emperadores.

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