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El año de las mil verdades

  • Redacción
  • 1997-10-01 00:00:00

De la cosecha del siglo hablaban ya los elaboradores bordeleses poco después de la vendimia. Se equivocaban. Los peores vinos de este año, climáticamente muy caprichoso, no pueden compararse ni con los del 92, que ya fueron bastante malos. Entonces, ¿estamos ante una terrible catástrofe? En absoluto. Algunos vinos del 96 tienen un nivel como jamás se vio en Burdeos. En general, ¿están subiendo los precios? No, pues la casa Moueix en Libourne, por ejemplo, baja los precios. Entonces, ¿sólo hay que comprar vinos en “primeur” en Pomerol y Saint-Emilion? No, precisamente esos casi no merecen la pena.
Pero, por favor, no cierre esta revista fastidiado. Con paciencia y buena voluntad conseguiremos poner un poco de orden en el caos de este tipo de compras. Abróchense los cinturones y haremos juntos un viaje en diez escalas, atravesando todo el laberinto del vino de esta cosecha, joven aún, cuyo fruto hace pocos meses que reposa en barricas de roble, donde permanecerá hasta el embotellado, en verano de 1998.

Mérignac, observatorio meteorológico.
Durante la vendimia, en Burdeos sólo hay un dios: el hombre del tiempo de Mérignac, cerca de Burdeos. Allí se informan sobre las altas y bajas presiones, y sobre las precipitaciones meteorológicas medias. Los datos de los Grandes Brujos no han sido precisamente alentadores: informaron del déficit de horas de luz solar en los importantes meses de verano junio, julio y agosto, con precipitaciones que se situaban muy por encima de la media desde hacía años. En cambio, la pluviosidad en octubre llegó sólo a la mitad de la registrada otros años. Como las precipitaciones en agosto aún estaban repartidas muy desigualmente (en Mérignac se midieron 142 milímetros, en Margaux, a treinta kilómetros, sólo cayeron unos 60 milímetros), el punto de partida climatológico era muy diferente de región a región y de municipio a municipio.

Tampoco en 1996 nadie se ha librado totalmente de la lluvia. Las zonas de Pomerol, que maduran antes, sufrieron especialmente las inclemencias del tiempo. Allí, el Merlot es el rey, y no sólo ha de ser cosechado el primero - lo que en 1996 no podía ser una buena premisa - sino que, además, tiende al corrimiento de racimos durante la floración, a principios de verano. Efectivamente, una buena cantidad de viejas cepas Merlot se vieron afectadas por este fenómeno, lo que llevó a pérdidas de cosecha, precisamente en el caso de una variedad como ésta, considerada como garantía de calidad. Por el contrario, las cepas jóvenes fructificaron con vitalidad y abundancia. Pero es que con una vendimia aguada de cepas jóvenes en situación de máxima producción (o sobreproducción) no se puede hacer un gran año.
Por otra parte, quien compare 1996 con años excepcionales como 1990 o 1989, estará olvidando que Burdeos no es California. Las cosechas realmente grandes de Burdeos no se obtienen precisamente en los años de calor tropical, que harían suponer una maduración especialmente rápida, baja acidez y alto contenido de alcohol, sino en años con un clima equilibrado, en los que la uva madura despacio y tranquilamente, y puede desarrollar sin prisas la complejidad de aromas que caracterizan al burdeos. Los tres meses de verano, tan importantes para la calidad de un mosto, en 1982 sumaron menos horas de luz solar que en 1990, pero llovió casi el doble. Y sin embargo, muchos vinos del 82 son de una calidad que aún no ha sido mejorada.

Tomemos otro ejemplo: el año 1995. Muchos bodegueros aseguran que ese año fue un regalo de los dioses para el vino y que por eso ha salido tan redondo, suave y amplio. Es así como se engaña a la clientela, especialmente a la asiática, que acaba de descubrir el Burdeos, por lo que resulta un negocio que no pueden perder.
Durante el verano, el tiempo estuvo más que despejado, pero en el transcurso de la vendimia, en septiembre, llovió aún más que en el año 1996 (¡116 milímetros frente a 104!). Es evidente que esto ha influido en los vinos, a pesar de todos los esfuerzos realizados en bodega. Muy oportunamente se ha corrido un tupido velo sobre este hecho. ¿Quién iba a querer estropear la oportunidad de jugar con esta cosecha, la que ha traído la mayor especulación que Burdeos haya conocido jamás? Por eso, 1995 es un gran año para el burdeos, pero con toda seguridad no es excepcional.
Interpretemos en consecuencia las claves meteorológicas del año 1996 con el cuidado que merecen. 1996 ha sido un año con un ciclo de maduración especialmente largo. Éste se vio favorecido por un octubre extraordinariamente suave y seco. Quien pudo vendimiar entre los días 1 y 15 de octubre, recogió una cosecha de buena calidad, a pesar del verano lluvioso, especialmente de Cabernet franc y Cabernet sauvignon, con vinos que poseen un potencial aromático como no se había visto desde el año 1988, gracias a una maduración reposada pero buena. Si los "Doyens" (los viejos sabios) de entre los elaboradores del Médoc aseguran no haber visto jamás uvas Cabernet tan bien maduradas, no tenemos motivos para pensar que se trate de una exageración. También las primeras catas de los vinos de esta cosecha han confirmado que parte del Cabernet sauvignon se ha superado a sí mismo y que ha madurado hasta alcanzar calidades casi increíbles.

La Universidad del Vino
en Burdeos-Talence
Los viticultores bordeleses y los comerciantes han dejado la primera clasificación de una cosecha en manos de los expertos de la Universidad del Vino en Burdeos-Talence. A continuación, reproducimos un resumen del informe de los descubrimientos hechos por las dos eminencias Ribéreau-Gayon y G. Guim-berteau:
Los valores de medición poco antes de la vendimia documentan que la uva en 1996 posee mejores parámetros que en los años 1995, 1990 y 1989. Sólo el ácido málico resultó algo superior, más o menos comparable al de 1982 (ver cuadro adjunto).
Pero hubo grandes diferencias entre unas regiones y otras, entre finca y finca. Debido a la amenaza de la botritis cinérea (la conocida podredumbre gris), que afecta al aroma del vino pero que también provoca pérdidas de color, hubo quien vendimió demasiado pronto. La consecuencia fue un ligero déficit de madurez.
Pero lo que no dicen las cifras es que en parte de la cosecha de 1996 se ha notado una gran diferencia entre la madurez teórica, "industrial", de las uvas (azúcar y niveles de ácido) y la maduración óptima de los taninos. Aquéllos que recogieron uva no sólo rica en azúcar sino con los taninos totalmente madurados han podido cosechar vinos magníficos. Quienes hayan trabajado con intuición y tacto en el póquer de la maduración óptima y hayan hecho lo imposible por combinar de la mejor manera los parámetros de riqueza y estructura este año han tenido una ocasión única.

Pomerol, Saint-Emilion, Fronsac
Taninos verdes y aguados, ácidos indiferentes o, por el contrario, agresivos, y un sorprendente contenido de alcohol, lo que potencia aún más la impresión de desequilibrio. En el mejor de los casos, notas florales; pero en el peor, notas herbáceas y animales: las primeras pruebas del Pomerol que me dieron a catar no se prestaban a dorar la imagen de la cosecha. Seguro que dentro de algunos años también los peores ejemplos de esa región serán agradables al paladar. Considerando las enormes sumas que actualmente hay que pagar por ellos, nadie puede recomendar seriamente que se invierta mucho en Pomerol.

Aunque en el transcurso de las catas se iluminó algo el cuadro de la Denominación, sólo demostraron estar realmente conseguidos unos pocos vinos, sobre todo los originarios del cinturón de grava del Pomerol: La Conseillante, el sofisticado y matizadísimo Vieux Château Certan o el magnífico La Fleur-Pétrus, por su equilibrio y su raza, uno de mis favoritos en este difícil año.
La muestra de Pétrus que me presentaron (según los responsables de la Casa Moueix, se trataba de un coupage provisional), aunque apuntaba a ser muy prometedor, lleno, redondo y maduro, también era extrañamente complaciente, construido y carente de la raza y finura que suele caracterizar a esta finca, a pesar de su proverbial ímpetu. Seguro que Pétrus será también este año uno de los mejores vinos de Pomerol, pero estará muy alejado del 95, por ejemplo.
También los vinos de Fronsac de este año parecen faltos de unidad. Mencionemos ahora dos sorpresas positivas: Moulin Haut-Laroque ha conseguido un vino que a uno le hace preguntarse cómo ha sido posible bajo condiciones tan adversas. Y Villars, que consta en buena parte de Cabernet franc, aún puede mejorar con la crianza.
La situación en Saint-Emilion es algo más compleja. Quien haya querido vinificar a la moda en 1996, con mayor porcentaje de Merlot en el coupage y con mucha maceración, a la manera que en los últimos años ha tenido especial éxito en los círculos que compran los vinos para coleccionarlos y no para disfrutarlos, ésta vez seguro que ha errado el tiro. Hubert de Boüard del Château Angélus (foto arriba) nos muestra una vez más cómo había que trabajar en 1996: en general, se decanta cada vez más en favor de los vinos sofisticados y de raza. Menos excéntricos en lo que respecta al alcohol y al empleo de maderas nuevas (gracias a un Cabernet franc magníficamente trabajado, estos vinos han ganado en estructura y, por ello, absorben mucho mejor la madera), pero con frutosidad fresca, nervio y hermosos aromas florales demuestran merecer sobradamente su nuevo rango de Premier cru classé.
En Cheval Blanc también se ha hecho un vino excelente: su gran porcentaje de Cabernet franc ha sido muy oportuno este año. Resultados satisfactorios también en Ausone, que tras los dos últimos años algo excesivos, parece retomar un estilo más discreto, como Figeac, por cierto: la concesión al gusto adocenado, como se encuentra en el del 95, ha vuelto a dar paso a la elegancia y a la frutosidad fresca y vivaz. Por eso estoy seguro de que algunas de estas botellas pasarán a habitar mi bodega.

Pessac-Léognan
Esta región cercana a la ciudad, donde la maduración tradicionalmente es anterior a muchas zonas del Médoc, con su cosecha del 96 se ha visto en una situación un tanto conflictiva. Las condiciones climatológicas le han sentado especialmente bien, sobre todo a los vinos blancos que demuestran una especial calidad. Tienen buena acidez, aromas frescos, florales y frutales y mucho extracto. Domaine de Chevalier confirma la calidad de los años anteriores y desarrolla en 1996 posiblemente aún más personalidad y raza. También Laville-Haut-Brion y el Haut-Brion (no clasificado por sus blancos) han vinificado singulares vinos blancos de calidad extraordinaria.
También obtuvo alabanzas generalizadas el blanco de Pape-Clément, que se vuelve a producir desde hace sólo unos pocos años; pero a mí me resulta demasiado ampuloso, demasiado exótico, demasiado perfumado; me gustan los vinos más comprometidos con la discreción y la raza. Pero supongo que es cuestión de gusto personal.

Los vinos tintos, en cambio, han sufrido mucho más los rigores del clima, son robustos y con cuerpo, pero les falta, en parte, densidad, relieve y perfil. Este año Haut-Brion al igual que La Mission se componen de Cabernet y Merlot al cincuenta por ciento, lo que por lo menos es poco habitual: por eso da una insólita sensación compacta y de rotundidad, mientras que La Mission, que tiende a ser habitualmente opulento y robusto, en esta ocasión está más bien comprometido con la raza y la fuerza. Cosa que nos complace, pues el Domaine de Chevalier es francamente clásico y de gran discreción ya en esta fase, en la que rara vez brilló por una presencia ruidosa. Puede contarse entre las buenas compras del año.

El Médoc
Aunque no le guste nada al comercio de Libourne: los vinos realmente conseguidos de 1996 proceden de las colinas de grava de esa península del vino famosa en el mundo entero.
Me han indignado las primeras opiniones expresadas sobre la Apelación Margaux. Algunos de mis colegas del gremio de periodistas han calificado las cosechas de esta zona de agrias, inmaduras y agresivas. ¡Qué injusticia! Como se ha impuesto gradualmente la moda de vituperar a Médoc, que ciertamente ha sido la más rezagada durante años, siguen haciéndolo este año sin darse cuenta de que en Margaux se está produciendo una revolución cualitativa sólo comparable con la de Saint-Emilion, a finales de los años ochenta. En muchas fincas se ha efectuado un cambio generacional: un gran número de jóvenes elaboradores de la familia Lurton respira de repente allí donde antes la autoridad única era la del padre Lucien (Brane-Cantenac, Desmirail, Durfort-Vivens) y se estimulan mutuamente para conseguir resultados óptimos. En d'Issan, el hijo de Lionel Cruse, Emmanuel, se ha hecho cargo del timón. También se respira ambiente de renovación en bodegas como Malescot-Saint-Exupéry (Zuger), Rausan-Ségla (Wertheimer) o bien Cantenac-Brown (AXA), e incluso Lascombes parece despertar lentamente de su sueño secular.
Por lo menos por una vez, muchos Margaux del 96 se califican tal y como corresponde en realidad al estilo de esta Denominación: frescos, frutales, sofisticados, con ácido presente pero no agresivo y taninos finamente estructurados. El Château Margaux es un clásico, y el Palmer, merece que se peque por él.

Muchos vinos de Saint-Julien, Pauillac y Saint-Estèphe pueden equipararse a los de Margaux. Con frescura, nervio, raza y una hermosa frutosidad madura, muchos de estos Crus invitan a la compra. Vinos como Saint-Pierre, Talbot, Lagrange, Beychevelle, Grand-Puy-Lacoste y Haut-Bages Libéral podrán ofrecer una buena relación precio/deleite; Ducru-Beaucaillou, Latour y Léoville Las Cases son de una rara perfección. Sobre el Mouton y los dos Pichon, sin embargo, debo referirme con más reserva: aunque los tres dan la impresión de estar extremadamente bien hechos, también son algo lineales. En cambio, Pontet-Canet se ha propuesto grandes cosas para este difícil año aunque los dos verdaderos “primeros” de la división proceden del norte del Médoc: Lafite y Cos d'Estournel. Ambos están hechos a la perfección y cada uno de ellos posee, además, ese algo indefinible que lo convierte en un auténtico gran vino. No cabe duda alguna de que se cuentan entre las mejores compras del año.

Sauternes/Barsac
Aunque aún sea algo pronto para emitir un juicio definitivo sobre la calidad de la última cosecha de vinos dulces (un Sauternes o un Barsac no sólo se vendimian más tarde que la mayoría de los tintos, sino que también fermentan mucho más despacio), lo que ya puede asegurarse sin temor a equivocarse es que el 96 será uno de los grandes años: en el peor de los casos mejor que el 89 y que el 90, y en el mejor de los casos a la altura del 88.
Muchas uvas han recibido una buena dosis de botritis, tienen un licor lleno, una discreta nota amarga y una ácidez despierta y alegre: todas las premisas de un año realmente conseguido. En este caso mis cinco favoritos son: La Tour Blanche, Clos Haut-Peyraguey, Coutet, Lafaurie-Peyraguey y Doisy-Daëne. Como en estos casos los precios pueden calificarse de relativamente discretos, comprar merece especialmente la pena.

El Marcaprecios
Llegamos a la parte más desagradable de nuestro recorrido: los precios. Empecemos directamente con lo peor: habrá que pagar más de 20.000 pesetas por un Premier cru, más de 10.000 pesetas por el llamado Superdeuxième (Supersegundo), y de 3.000 a 5.000 por los mejores de entre los Crus bourgeois. Lo habitual es un recargo de precio de un diez hasta un treinta por ciento. Los primeros en marcar las cifras del mercado fueron los Haut-Brion, que salieron de una sola tacada al precio récord de trescientos francos franceses, es decir 7.500 pesetas, indicando así la línea a seguir. Los demás Premiers seguirán su ejemplo, y lo harán a pesar de que las grandes bodegas se preocupan por los mercados tradicionales que pueden resultar dañados por estos precios tan elevados. Paul Pontalier del Château Margaux (en la foto) dice: “Somos conscientes de que penalizamos con esta política de precios precisamente a aquellos mercados que nos han sido fieles durante los años difíciles. Pero, en definitiva, no somos nosotros quienes fijamos los precios, sino la demanda. Y ésta nunca ha sido tan grande.”

Christian Moueix, un caso especial
Solamente uno ha bajado los precios este año: Christian Moueix, del Pomerol. Ofrece los más grandes vinos de su surtido simbólicamente un franco más baratos que el año pasado, y el resto de los vinos alrededor de un diez por ciento. Moueix es comerciante y viticultor a la vez, un caso especial porque representa, en cierto modo, dos posiciones con intereses contrarios.
Con todo, celebramos extraordinariamente que se haya atrevido a nadar contra corriente con esta medida única en la historia de Burdeos. Lo que desgraciadamente celebramos menos es el desdén en la manera de comentar la calificación obtenida por las demás regiones de Burdeos que se practica en el Quai de Priourat. El Señor de la Casa, conocido por su discreción, su juego limpio y su carácter pacífico, haría bien en sujetar a sus empleados por la brida y enseñarles lo que es “políticamente correcto”...

Las “mejores compras”...
¿Comprar o no comprar? Esa vuelve a ser la cuestión. La respuesta no es nada fácil. La situación actual del mercado es compleja y la especulación se está avivando más que nunca. Pero mientras funcione la máquina habrá que contar con sucesivos aumentos de precio. Si explota la caldera, todos los vinos acaparados destinados a la especulación volverán a aparecer en el mercado, algunos de ellos a precios inferiores a lo que se comercia hoy en “primeur”. Por eso, quien quiera apostar, debería hacerlo sólo en el nivel superior (Premiers y Superdeuxièmes). Por el contrario, quien quiera comprar vinos para beberlos y disfrutarlos , que se restrinja a los buenos vinos del Médoc de la categoría de los vinos clasificados como terceros, cuartos y quintos, y los Crus bourgeois. Quizá sean éstos los que se mantengan al margen de las intrigas monetarias y puedan adquirirse a precios relativamente razonables, incluso embotellados.

...y las demás
Años como 1987, 1992 y especialmente 1993 y 1994 nos han deparado buenos vinos a precios razonables. Por eso siempre es provechoso comprar vino del año, también en los años climáticamente difíciles de Burdeos. Pero si en 1996 ciertas fincas de Saint-Emilion y Pomerol piden por sus cosechas entre un cincuenta y un cien por cien más, esto sólo es comparable a la situación del 84, que salió más caro que el del 82 (y se compró más caro) y hoy se malvende en el supermercado a precios de oferta, porque debía haberse bebido hace tiempo. Quien compre vinos medios del 96 a precios récord, lo hará bajo su propia responsabilidad.
Rolf Bichsel

“Primeur" en España
El estilo francés de comprar vino en “primeur”, para recibirlo al cabo de algunos años cuando esté embotellado, se va abriendo paso lentamente en España. Las pioneras han sido las grandes bodegas riojanas, ligadas generalmente a clubs de clientes. Su cosecha del 94, calificada de excelente, es la que más especulación ha suscitado. Bodegas Palacio, La Rioja Alta, Matarromera, en la Ribera, y Martinet, en el Priorato, son las más veteranas. El mínimo de compra suele ser una barrica, es decir, unas 300 botellas. El negocio consiste en comprar hoy, con los precios de hoy, y vender en unos años con precios más altos, sobre todo de cosechas de gran prestigio. En España, François Passaga, de Champagne y Grastronomía (C/Alberto Aguilera, 5, en Madrid. Tel: 91- 5930762) y Primeras Marcas (C/Pujadas 66, en Igualada, Barcelona. Tel: 93-8045505) venden vinos de Burdeos en primeur.

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