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Destilados: La dulce tentación de los Anises

  • Redacción
  • 1997-12-01 00:00:00

Los anisados, aguardientes perfumados por la “pimpinella anisum” en unos casos, por la “badiana” en otros, fueron una de las primeras formas populares de consumir destilados alcohólicos.


l anís ha tenido en España su verdadero paraíso. No sólo somos los mayores consumidores de este aguardiente, sino que lo elaboramos de todas las formas y maneras posibles, alcanzando en ciertos lugares una maestría insuperable: el vivaz Ojén, la briosa Cazalla, el potente y equilibrado Chinchón, o los obtenidos en las célebres “fassinas” de Badalona, Reus, Tarragona o Barcelona.
Hubo una época, a partir del siglo XVIII, y antes de que el brandy jerezano se impusiera como bebida fuerte en todo el país, que España entera bebía anís, aguardiente que se tenía por terapéutico, bueno para el alma y sano para el cuerpo, y con el que se quiso nada menos que atajar el cólera cuando, por el año 1884, irrumpió ferozmente en la península a través de Alicante. Eran tiempos en los que el aguardiente de anís se elaboraba tanto en la clandestinidad, mediante alquitareros trashumantes, como industrialmente en destilerías de Aranda de Duero, Miranda de Ebro, Peñafiel y Madrid por esforzados catalanes. En 1885, Pablo Esparza crea en Villalba una de las marcas más antiguas y míticas: “Anís de las Cadenas”. En 1895, Francisco Serrano López-Brea comienza a elaborar en Oviedo otro anís de prestigio: el “Anís de la Asturiana”. Pero quien más fama y notoriedad alcanzó en la época dorada del anís fue José Bosch Grau, emprendedor dueño de una fassina familiar de Badalona. Él tuvo tres ideas geniales que marcarían toda una época. En primer lugar, colocar en la etiqueta un mono, impulsado por el prestigio de los anisados de Monóvar, el pueblo donde se habían librado de los efectos del cólera. La gente demandaba este milagroso aguardiente de anís pidiendo simplemente “mono”, un apócope que iluminó la mente del sagaz José Bosch. Pedir un “mono” era, por tanto, la mejor publicidad que se podía hacer de su producto, asociado así a las supuestas virtudes curativas del codiciado anís alicantino. En 1897 convoca un concurso, que gana Ramón Casas. Finalmente, este genial catalán introdujo la botella diamantina, frasco destinado inicialmente para un perfume. Un éxito redondo que ha terminado por crear estilo y se ha convertido en el envase emblemático del anís.
Mención aparte merecen los aguardientes de anís elaborados en las zonas serranas de Andalucía, o en la noble villa de Chinchón. Son obra no tanto de la inventiva de un empresario, como de la dedicación colectiva a la labor del destilado, cuyas raíces se hunden en nuestros alquitareros populares. Han dado nombre genérico a un tipo de anisado, generalmente recio, de alto grado, y sobrio aroma. Famoso fue el de Ojén, pueblo enclavado en las laderas de la montaña que sombrea Marbella. Allí, desde tiempos inmemoriales se elaboraba un riquísimo anís, cuidadosamente destilado en ancestrales alquitaras de cobre batido con la mejor “matalaúva”. Cazalla sigue elaborando un soberbio anís, famoso por la contundencia y briosidad. Siguen en la brecha, con notables dificultades, “Anís del Clavel”, uno de los mejores del país. Finalmente, en Rute, junto al pantano de Izajar, en pleno centro del parque natural, con gran abundancia de agua que favorece el cultivo de la “matalahuga”, como se conoce por estos parajes la planta olorosa que perfuma el aguardiente, los sucesores de Rafael Reyes mantienen el popular “Anís Machaquito”, magistral anís que debe su nombre a la amistad que unía al fundador con el célebre torero. Todavía utilizan alambiques del siglo pasado, lo que parece indicar que la elaboración de su anís no ha variado desde que en 1876 Rafael Reyes creara la empresa. Además del anís dulce elaboran otro seco con 55 grados alcohólicos. Pero quien se lleva la palma en alcohol son los de la Alcoholera Española, en Chinchón. Para este anís, que desde 1993 tiene denominación geográfica, la suerte ha sido mejor, y hoy sus anisados tienen una gran demanda. Entre ellos se encuentran los más secos y potentes, con 74°, sin parangón en el mundo.

Anís El Clavel
Destilerías de El Clavel. San Benito, 8.
Cazalla de la Sierra (Sevilla).
Tel. (954) 884019. Precio: 965 ptas.
Grado alcohólico: 35°.
Azúcar: 0 g/l.
Elaboración: Destilado de “matalaúva”
Cata: Intenso, equilibrado, con un final largo, suave y seco.
8,5/10

Machaquito
Hijos de Rafael Reyes. Paseo del Fresno, 9. Rute (Córdoba).
Tel. (957)538585. Precio: 725 ptas.
Grado alcohólico: 35°.
Azúcar: 300 g/l.
Elaboración: En frío con esencia de “matalaúva”.
Cata: Punzante y seco, con un postgusto muy agradable.
8,5/10

Anís del Mono
Anís del Mono, S.A.
Eduardo Maristany, 115. Badalona (Barcelona).
Tel. (93) 3888111. Precio: 900 ptas.
Grado alcohólico: 36,5°.
Azúcar: 300 g/l.
Elaboración: En frío con grano de “matalaúva”
Cata: Ligeramente incisivo, amplio, glicérico y goloso.
8/10

Anís Las Cadenas
Hijos de Pablo Esparza, S.A.
Serapio Huisi, 1. Villalba (Navarra)
Tel. (948)141900. Precio: 756 ptas.
Grado alcohólico: 36°.
Azúcar: 260 g/l.
Elaboración: En frío, con esencia de anís estrellado.
Cata: Glicérico, suave, con final elegante.
7,5/10

Chinchón
Alcoholera de Chinchón. Carretera Puente de Arganda a Chinchón, km. 14,5.
Chinchón (Madrid).
Tel. (91) 8730006. Precio: 800 ptas.
Grado alcohólico: 37°.
Azúcar: 280 g/l.
Elaboración: Destilado de grano de anís.
Cata: Un poco ardiente, graso, con un final algo pastoso.
7’5/10

Una gran familia
Los anisados forman una gran familia que extiende sus ramas desde el campo de los aguardientes al de los licores. El anís puede ser tanto un destilado de alcohol vínico con granos de anís, generalmente verde o “matalaúva” (pimpinella anisum), como una maceración de ambos, o la mezcla de alcohol de melaza y el consiguiente añadido de infusión de anís. También puede contener jarabe de azúcar en mayor o menor proporción -semiseco, si no excede de los 100 gramos por litro, y dulce, si lo supera- o ser un aguardiente seco sin rastro de glucosa añadida. Una forma casera y antigua de hacerlo consiste en machacar en un mortero 60 gramos de anís verde, 20 de coriandro, 18 de canela, y 9 de nuez moscada. Todo esto se mantendrá en infusión durante un mes en un litro y medio de alcohol. Luego se agregará azúcar y se filtrará el líquido, para embotellarlo a continuación.

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