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Jean Kressmann, Château La Tour Martillac - nadando en el mar de los recuerdos familiares...

  • Redacción
  • 1998-12-01 00:00:00

Jean Kressmann es como un libro de historia que hubiera cobrado vida. Cuenta sus recuerdos con tanta riqueza y color, que también empiezan a rebullir de vida, a sucederse como las imágenes de una película ante el ojo interior...
Sus antepasados se llamaban Kress von Kressenstein, eran orgullosos barones y Renania era su tierra. Dicen que fue nada menos que Alberto Durero quien pintó su escudo familiar. En 1750, los Kressmann, entonces una influyente familia de hugonotes, fundaron una iglesia reformada francesa en Stettin. Medio siglo después, uno de los hijos de Napoleón fue nombrado alcalde de la ciudad. Los Kressmann pronto se dispersaron hacia los cuatro puntos cardinales: a Karlsruhe, Londres, Montreux, incluso a Nueva Zelanda, y a Burdeos.
Después de la Gironda, el abuelo de Jean Kressmann embarcó en el año 1858 en un barco costero que cargaba barricas de vino, a la ida, y madera, a la vuelta. El joven Kressmann, un apasionado bonapartista, se instaló en Burdeos, en el conocido barrio de comerciantes de los Chartrons. En 1871 fundó la Casa Ed. Kressmann & Cie. Para poder vivir y trabajar en Burdeos en aquella época siendo prusiano, tuvo que luchar encarnizadamente por su autorización de residencia y, finalmente, se vio obligado a adoptar la nacionalidad francesa. “Soy uno de los últimos inmigrantes destinados a hacer carrera comercial que aprendió el francés como segunda lengua. Mi padre hablaba alemán. Tuvo que aprender el idioma inglés para poder conversar con nosotros, los niños, que sólo hablábamos inglés hasta la edad de 8 años”.
En Stettin, antaño, la familia creció comerciando con café. Su especialidad era mezclar diversas variedades en una composición equilibrada. Esta receta la aplicaron en Burdeos al vino. Había nacido uno de los primeros vinos de marca en Francia: “Monopole Kressmann”, que nació en 1896, el mismo año que el champán Monopole Heidsieck.
En 1888, dos empresarios rivalizaban por el favor de la famosa diva Adelina Patti. El primero de ellos le prometió que en cada etapa de su gira hallaría un “Graves Dry”, el precursor del Monopole Kressmann, y con ello ganó la carrera. “El papel del comerciante consiste, por una parte, en ofrecer el mejor vino posible, pero por otra parte, estar en el lugar adecuado en el momento adecuado”, comenta esta anécdota Jean Kressmann, sonriendo.
Una de las fincas que suministraba vinos superiores a la Casa comercial era Château La Tour Martillac en las Graves, o más exactamente, la actual Denominación Pessac-Léognan, que no vio la luz hasta 1986. La condición era que una parcela de vides de la finca se plantara con las variedades de cepa más diversas, entre ellas la entonces totalmente inhabitual Riesling. En 1929, el Château fue a parar a manos de la familia, en contra del consejo del fundador, por cierto, que consideraba la inversión un error, y la superficie de vides se amplió de 11 a 30 hectáreas.
Jean Kressmann fue director de ventas de la casa Peugeot antes de empezar a trabajar en la empresa familiar, cuyo destino decidió competentemente a lo largo de muchos años. Además, su interés se centraba también en la religión y las sagradas escrituras, que este antiguo estudiante de teología conoce tan bien que, en algunas ocasiones, ha sustituido al Pastor en la iglesia. También con el vino tiene Jean Kressmann una relación francamente metafísica. “El vino”, dice serio el anciano, “ofrece la mejor oportunidad de reunirse y compartir un momento de recogimiento...”

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