- Redacción
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- 2016-03-09 16:56:27
Un proyecto como este nos lo tienen que contar en primera persona por el valor que gastan los protagonistas de esta historia, la fidelidad hacia la idea inicial que les empujó a dar el primer paso y la lucha continua para llenar de vida unos vinos que se antojan auténticos. Pedro Peciña y María Ruiz son los padres de esta idea con tan curioso nombre que tienen como meta servirse de algo tan cotidiano como el vino para crear en las personas pequeños placeres sensoriales. Mucho conocimiento, apoyo incondicional de la gente cercana a ellos y un par de viñas en San Vicente de la Sonsierra en Rioja son las herramientas de las que se han servido para crear este proyecto cuyo germen comenzó a desarrollarse en 2011.
Tres son los vinos que por ahora nos ofrecen. El primero es un homenaje a la madre de Pedro, La Viña de la Merce. Tempranillo procedente de viñas de 40 años con fermentación alcohólica y maloláctica en depósitos de acero inoxidable y crianza durante 14 meses en barrica. En el segundo se homenajea a todas aquellas personas que de alguna forma confiaron en el proyecto como algo sólido y dotado de los elementos necesarios para que saliera adelante y para que se mantenga en el tiempo. Prodigus Venit es el nombre y está elaborado con uvas de Tempranillo de un viñedo de 80 años a 550 metros de altitud. En bodega se ha trabajado en hormigón y posteriormente se ha criado en barricas de roble francés y americano durante nueve meses. Por último, el vino cuyo sugerente nombre Placeres Sensoriales ya nos indica lo que nos vamos a encontrar. Se trata de un maceración carbónica elaborado en lago de hormigón de 1.000 cántaras en el que se deposita la vendimia entera y se deja fermentar durante 10 días. En este caso podríamos hablar de un homenaje a los sacrificados hombres y mujeres que se dedicaban a la viña generaciones atrás. Pedro y María no dudan en ofrecer cada vino que elaboran a las personas que les han servido de inspiración o ayuda en el camino en forma de homenaje.
Consejos de cata
Cuando nos disponemos a catar un vino con un nombre así es probable que vayamos predispuestos a encontrarnos con algo verdaderamente novedoso o sorprendente. Quizás la sorpresa está en encontrar matices que mucho tienen que ver con los vinos que se elaboraban hace un siglo. Cerrar los ojos y catarlo puede convertirse en un placer sensorial, pero también en un viaje al pasado, entrañable y nostálgico.
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