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Tiene Galicia un significativo legado en sus vinos blancos que en general sobresalen del panorama español. Durante centurias estos vinos han seducido a los consumidores y han sido buscados sin reparar en gastos ni dificultades. En los últimos años, sus bodegueros han diversificado la oferta, y junto a la necesaria búsqueda de ese vino bravo y longevo, apto para criar en botella largos años, han seguido paralelamente aquella moda de los noventa que abogaba por los blancos para consumir en el año, joviales, divertidos, aromáticos y de enorme frescura. Y éste es el vino ideal para ayudar a pasar con garantía los calores que se avecinan. Surgen estos blancos frescos y juveniles desde todos los rincones de las cinco denominaciones de origen, de Rías Baixas con sus albariños expresivos y de estimulante acidez; de Ribeiro, donde ese ramillete de variedades aporta una notable complejidad, destacándose por encima de todas esa Treixadura espectacularmente elegante y armoniosa; de Ribeira Sacra, donde la Godello marca la diferencia; de Valdeorras, de donde llegó el resurgir de esta suculenta variedad y ahora nos regala esos vinos tan originales. Y de Monterrei, que aporta esos vinos afrutados y frescos que se abren camino en el difícil mundo del vino.
Nuestra recomendación para que pasemos estos días estivales con el menor sufrimiento posible -lejos de las asperezas de rudos taninos, de las maduraciones excesivas, de la pesada carga alcohólica y otros créditos más propios de animar en el invierno que de la época veraniega- está apoyada por la sobresaliente calidad de la cosecha 2009. Nuestras escapadas a Galicia durante todo este año han cotejado la primera impresión que tuve nada más terminar las fermentaciones. 2009 nos traerá estos blancos frescos y divertidos, aromáticos y potentes, pero también aquellos que nos aguantarán, y ganarán, en botella durante años a poco que tengamos unas condiciones mínimas en nuestra bodega.
Pero de momento gocemos de la expresiva juventud de estos extraordinarios vinos.
