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Tajo: agua, cepa y piedra

  • Redacción
  • 2008-09-01 00:00:00

Cuando se dice Tajo, nuestro río más largo, y uno de los más bellos, viene a la mente el mismo estereotipo: llanura, secano, nubes blancas en un horizonte azul y mucho calor. Eso en verano. En invierno, un frío tremendo que corta como el acero (toledano, naturalmente). Y vino, mucho vino. Porque aquí el viñedo se cubrió de desmesura, batió récords mundiales e impregnó el alma castellano-manchega. Pero la cuenca del río Tajo muestra caras bien diversas. Como los vinos a los que, de una u otra forma, influye y configura. Su cuenca recorre cinco comunidades autónomas, once provincias, y se asientan en ella cuatro capitales: Madrid, Toledo, Guadalajara y Cáceres. Para adentrarse después en Portugal y desembocar cerca de Lisboa. Lagunas, salinas, hayedos, carrizales, serranías, pinares, valles, estepas, cortados y cantiles... un caleidoscopio de paisajes y naturalezas bien alejado del estereotipo. El Tajo es río de muchas caras y muchos vinos, aunque tenga su gran almacén en Castilla-La Mancha. Y del río al vino... de Madrid, que se mira en el Tajo desde el Jarama, su afluente. ¡Qué gran transformación la de estos vinos, hasta hace poco densos, alcohólicos y hoy tan modernos y elegantes! Por ejemplo, Arganda, donde hubo bodega por casa; hoy tiene menos, pero mejores. O Aranjuez, huerta verdísima, un oasis del río Tajo entre secarrales. O los Colmenar, que Madrid tiene dos. Así, Tagonius, Regajal, Qubél, Viña Main, Manu, Grego, Divo, Tapón de Oro... ¡Qué vinos los de estos renovados bodegueros madrileños! Volvamos al agua. Castilla-La Mancha juega al escondite con el Guadiana pero taja la piedra con el Tajo. Agua, cepa y piedra. Es la Mancha toledana, pueblos aplastados en la llanura que enfilan, rectos, el dedo índice de sus campanarios. Méntrida, donde Finca Sandoval ha revitalizado una zona aletargada de gran porvenir. Malpica del Tajo, el feudo vitivinícola de Carlos Falcó, con el milagro de su Dominio de Valdepusa. Grandes vinos madrileños, manchegos, extremeños y portugueses para un viaje que termina en Lisboa de cara al océano Atlántico.

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