Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

El joven se nos pone serio

  • Redacción
  • 2009-05-01 00:00:00

V aya, por Dios! Ahora resulta que, con los años, el rosado, nuestro entrañable rosado de toda la vida, se nos está poniendo serio, lo que no estoy seguro de que sea síntoma de madurez. Me alarma comprobar cómo, año tras año, el rosado, un vino que alardeaba del don de la ubicuidad, bueno para todo, está perdiendo su rubor juvenil. Y así, ante mi asombro y desconcierto, lo veo renunciar a su vocación transgresora, hacerle ascos a la desfachatez frutal. Porque éste es un vino del que se esperaba que naciera tinto, pero que, finalmente, nos sale tendiendo, contra natura, al blanco. El rosado, que va bien con todo, lo que ya indica un notable facilidad de acomodo, siempre ha presumido de su lozana gama cromática, tan variada que lo mismo se viste de piel de cebolla como se colorea en granate pálido, pasando por las sutilezas del rosa asalmonado, fucsia, fresa, lila... Y no ha tenido empacho en exhibir, con desenfado, su naturaleza barbilampiña (de escasos taninos, si se quiere), alardeando de su cesta de fruta, donde se juntan, en gozosa macedonia, las moras, las fresas, las cerezas o los albaricoques. Pues bien, atacados de una inesperada sed de trascendencia, los rosados empiezan a buscar afanosamente la madera, maceran tanto que ya casi se cubren de capa grana y enriquecen su oferta aromática con sensaciones gestadas en el tiempo, atenuando el impacto frutal con el que nos saludaban. No son todos, lo sé, pero empiezan a resultar determinantes en la oferta de calidad. Esta deriva nos puede conducir a cambiar rosado por clarete, con la grave pérdida de una de nuestras tipologías más logradas, y en las que nuestro país, dotado de varietales óptimos como la Garnacha, la Bobal, la Monastrell, la Tempranillo, la Mencía, etc., puede ejercer un sano liderazgo. Bien están las innovaciones que enriquecen el panorama enológico: alabada sea la búsqueda de lo singular en un mundo de vinos comunes, pero sin precipitarse en la pendiente que va de lo auténtico a lo artificoso.

enoturismo


gente del vino