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¿Migajas de la mesa del rico? Etiquetas más permisivas

  • Redacción
  • 2004-06-01 00:00:00

¿Un amontillado de California? ¿Vin Jaune de Canadá? ¿Ruby Port de Nueva Zelanda? ¿Brunello de Argentina? Todo es posible, desde que la UE, a pesar de las enérgicas protestas de los países del Mediterráneo, ha suavizado la reglamentación de las etiquetas del vino. A partir de ahora está permitido que en las etiquetas de terceros países figuren legalmente «conceptos tradicionales», anteriormente tabú si estos productores tenían la intención de exportar sus vinos a la Unión Europea. Entre ellos se cuentan nombres de vinos como los mencionados arriba, pero también denominaciones como «château», «reserva» o «vintage». Siguen protegidas denominaciones como Cognac o Champagne, que se refieren al lugar de origen y, por ello, están inseparablemente vinculadas a él. No obstante, la UE pone una serie de condiciones: el término debe estar legalmente aceptado en el país productor, utilizarse allí desde hace más de diez años y no debe inducir a error a los consumidores, es decir, no se puede llamar Brunello de Merlot, por ejemplo. Además, sólo están permitidas expresiones del lenguaje oficial o autorizadas por la legislación (del vino) desde hace más de 25 años. ¿Por qué tales concesiones? Europa discute desde hace años con el resto del mundo por el uso de los nombres del vino, las denominaciones, niveles de calidad y asuntos similares. Con esta «terminología tradicional» concedida a modo de migajas, la UE espera inclinar la balanza a su favor en asuntos más importantes, como por ejemplo los derechos sobre las denominaciones como Burdeos o Médoc, que han tenido la mala suerte de resultar clasificados como «semigenéricos» por la Organización Mundial del Comercio (WTO) y que, en ocasiones, fueron objeto de mal uso en muchos países.

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