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Posiblemente vinos como este fueron los que le hicieron exclamar a Falstaf: “Aunque mil hijos tuviera, la primera regla humana que les enseñaría sería abjurar de toda bebida insípida y dedicarse al vino de jerez”. Y es que este amontillado tiene mucho de todo: un precioso color ambarino; una formidable complejidad aromática; un paladar pleno de matices, en donde se encuentran los sabores a raudales. Es muy seco, concentrado, posee notas saladas, importante acidez y una gran estructura, amén de elegantes notas amargas que prolongan su final. Y todo conseguido a base de muchos años de estar entre las criaderas y las soleras. Esta marca se propone establecer un sistema de venta por cupos, dirigido especialmente a particulares.
