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El vino también entra en “shock”

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  • Diana Fuego
  • 2019-09-02 00:00:00

Los vinos respiran, envejecen... ¡y hasta sufren enfermedades! Como la curiosa enfermedad de la botella, que también se conoce como shock de la botella, o bottle shock. Cuando sufren este mal, los vinos pierden de forma temporal algunas de sus propiedades organolépticas, y también se producen cambios en su naturaleza: los aromas y el color se apagan, y adquieren cierta turbidez.
Esta enfermedad se da fundamentalmente en dos situaciones que resultan muy estresantes para los vinos: una de ellas ocurre justo después del proceso de embotellado. Cuando los vinos pasan de la barrica, depósito, tinaja, etc. a la botella, pueden sentirse algo desorientados, y necesitan tiempo para adaptarse a su nuevo medio, en el que vivirán con menos oxígeno. En ese momento se dice que están tímidos, porque se repliegan sobre sí mismos y ocultan sus aromas. Hay que entender a estos vinos recién levantados que tan a gusto estaban en su plácido descanso; es como si alguien nos despertara de una larga siesta de forma abrupta, ¡algunos no sabríamos ni dónde estamos!
Sucede algo parecido después de un viaje transatlántico: el jet lag trastoca los ritmos biológicos y provoca insomnio, fatiga, cambios de humor... Pues los vinos también lo sufren, aunque no solo cuando cruzan el Atlántico; les puede ocurrir después de un trayecto agitado (especialmente a vinos de añadas antiguas, que son más delicados). Esa es la segunda situación en la que un vino puede entrar en shock. ¿La cura? Un buen descanso de unas cuantas semanas que lo devuelva a su estado natural y le haga recuperar su esencia. También le hará bien desperezarse al entrar en contacto con el aire.

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