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Bodegas Ejemplares: Castillo de Sajazarra

  • Redacción
  • 2007-09-01 00:00:00

Esto sí es un verdadero Château Como una bella durmiente. Oculta tras los muros del castillo, olvidada por siglos en los profundos y sombríos sótanos, se desperezó una hermosa bodega. Así ha sido, así es. Tan mágico como un cuento de hadas. Y es que cuando alguien se enamora de un castillo ruinoso y pone toda su voluntad en volver a alzar los muros y en recuperar el esplendor del bastión en sus mejores años, está abriendo la puerta a la fantasía, al prodigio. La familia Líbano llegó a la villa de Sajazarra en los años 60, y poco a poco fueron levantando las piedras caídas que coronaban la villa hasta componer un acogedor refugio de recreo. El edificio, simétrico, orgulloso, equilibrado, es impresionante, como lo es su historia, desde que el Conde de Nieva lo alzó en el S.XIII. La mano de los Líbano ha sido una caricia vivificadora para la fría piedra, y aun más, para todo el entorno del pueblo que, a su costa y con jardinero en nómina, se ha ido vistiendo de parques y flores, de sonoros empedrados, recónditos paseos, románticos miradores sobre el río... En fin, un prodigio de buen gusto, de calidez y humanidad, justo lo que suele faltar en la arquitectura medieval de este país, pensada para la guerra y la muerte, no para el amor o la vida. la bendición de un vino Durante la obra apareció en el laberinto de sótanos un lagar y una prensa. Lo que había sido la bodega ahora se convertía en una señal, en una predestinación. Así nacieron la primera bodega y el primer vino, de 1973. Por esos años, en Rioja no había más que 60 bodegas de las 600 de hoy en día, de modo que pudieron elegir a capricho las tierras mejor orientadas y protegidas, al pie de los montes Obarenes que más allá se bautizan como Sierra Cantabria. Es la más alta Rioja Alta, entre 580 y 700 m., y en línea recta, apenas los separan 80 kilómetros del mar, de modo que el duro límite se suaviza en un clima peculiar, muy adecuado para la vid. En su día compraron viña, sobre todo de Tempranillo, y tierra de suelos muy pobres para nuevas plantaciones, con nuevos conceptos de viticultura, pero que ya han cumplido al menos 15 años. Así, han reunido 15 has. de monte, 30 de cereal y hasta 48 de viña, lo que les permite ser autosuficientes para alimentar una bodega capaz de elaborar su previsión limitada de 200.000 botellas. la viña ecológica Las 21 viñas están diseminadas en torno al castillo, a menos de 3 km., de modo que desde la torre se puede distinguir cada una, y diferenciarla de las vecinas, por el color, por el cuidado, por la perfección. De sta manera, cuando llega la vendimia, las cajas llegan a la bodega en un santiamén. El especial cuidado es la obsesión del enólogo, Jabier Marquínez, y consiste, ante todo, en aprovechar la naturaleza, alinear de forma que el viento barra los insectos, aunque en su furia rompa algún brote; vallar para que no entre el jabalí pero sí los corzos, que no destruyen; aclareos cuantitativos y cualitativos en cada fase de la planta, y deshojarla por el Este para evitar el rocío en el suelo y para que el sol potencie la defensa de la piel, los famosos polifenoles y taninos que darán color y estructura al vino. En fin, tratamientos ecológicos y selección, aun antes de la mesa de selección, que puede ser muy rigurosa puesto que la uva desechada también se elabora y se vende a granel. La misma precisión, estética y mimo se aplican en la bodega, donde la técnica está, aunque oculta. Bomba peristáltica para respetar la integridad de uva y vino, pequeños depósitos para vinificar por separado uvas y viñas, tinos de madera, y solo la energía imprescindible. Siempre que es posible se deja hacer a la naturaleza, que ella ponga el frío o el calor necesario y el tiempo para no tener que filtrar, apenas la decantación natural. Eso sí, las 1.850 barricas están en una sala que puede recibir ayuda para climatización si es menester. Todos sus vinos pasan una temporada en roble: 24 meses el Solar del Líbano Reserva y el Castillo de Sajazarra Reserva, y 10 meses el moderno Digma, la joya de la casa.

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