Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

Vinos para el milenio que viene

  • Redacción
  • 2000-02-01 00:00:00

¿Qué cuatro vinos del milenio que ahora se acaba no deben faltar en las bodegas de los redactores de Vinum el milenio que viene? Estos vinos fueron seleccionados independientemente de si llegarán pronto o en años lejanos a su maduración óptima. Pero todos los redactores de Vinum tuvieron que atenerse a una limitación: si bien los vinos que eligieron como favoritos podían ser raras especialidades, debían estar disponibles en el mercado, al menos algunas botellas.


Cuatro para beber, no para
el culto
La elección de
Rolf Bichsel,
director internacional de Vinum

En realidad, detesto las catas. En cambio, tengo predisposición a ser bebedor -naturalmente en su justa medida-. Y como básicamente prefiero pájaro en mano que ciento volando, aprecio más una botella abierta sobre la mesa que una valiosa perla en la bodega. Los vinos, en mi opinión, deben mantenerse asequibles y proporcionar el máximo deleite, tanto a mí como a los demás.

Bollinger Grande Année 1990
Champagne
“Irse reduciendo a amar una sola cosa supone sentar la premisa para odiar las demás”, comentaba certeramente Saint Evremond, el gran sibarita del siglo XVII. Por lo tanto, para el milenio que viene, no sólo salvaré uno, sino un gran número de Champagnes. Pero si realmente sólo me fuera concedida la ventura de una única última botella, elegiría ésta. El magnífico Bollinger Grande Année no sólo es una golosina deliciosa y un estimulante de muchos quilates; al mismo tiempo posee un valor simbólico: representa el último año verdaderamente excelso en prácticamente todos los viñedos de Europa. A sus diez años, sin dar muestra alguna de fatiga, este vino francamente vivo, fresco, elegante y frutal se presenta con un aroma sobrecogedor, airoso y extraordinariamente seductor.
Château d’Issan 1996
Margaux
Naturalmente, también del Burdeos puede decirse lo mismo que del Champagne. En el siglo que viene no descorcharé sólo una, sino muchas botellas del siglo XX. Todos los Figeac, Léoville-Barton, Haut-Bailly, Palmer, d’Arche y como se llamen todos mis favoritos. No voy a recomendar aquí raros vinos de culto, sino un vino recto, no pretencioso, del año 1996, el año de la subida de los precios, del aumento de la especulación; el año en el que muchos compradores de Primeur le dieron la espalda al Bordelés para siempre. 1996 es el año de los auténticos Cabernet Sauvignon independientes y el año de una denominación: Margaux. Para un gran número de fincas clasificadas del Haut-Médoc, el año 1996 supuso la transición hacia lo bueno, a una nueva autocomprensión de una región que, durante mucho tiempo, pudo cobrase muy pocos éxitos. Issan es una de esas fincas que en 1996 hicieron el vino más adecuado: ni el mejor, ni el más denso, ni el más espectacular, ni siquiera el más perfecto técnicamente, no, sencillamente un vino equilibrado y amable, que da gusto tener en la bodega: para todas las ocasiones imaginables. Desde el año 2004 hasta el 2020.
Chambolle Musigny
«Les plantes» Premier cru 1970
Doudet-Naudin
Hace unos meses, en un acto en Alemania, tuve el honor de presentar ante un público admirado y reverente este “Les plantes” de la Casa Doudet Naudin. Se cataron vinos de viñedos más famosos y fecha anterior aún, pero ninguno impresionó tanto como este Premier Cru de una parcela cercana al viñedo del Grand Cru Musigny. El “Les plantes” posee toda la riqueza aromática de un Borgoña plenamente madurado (naranja, rosa, cuero, chocolate y aromas de frutas al ron son sólo algunos de sus múltiples componentes aromáticos). En boca es opulento y con raza, tan pleno como largo: el placer en estado puro. Hasta el año 2002.
Domaine Henry 1998
Coteaux du Languedoc
Saint-Georges d’Orques
Creados para endulzarme los primeros años del nuevo milenio: todos esos magníficos vinos de la nueva guardia del Languedoc, los vinos de vinicultores como Marlène Soria, Pierre Clavel, Olivier Jullien, Sylvain Fada, entre otros, que el soberbio año 1998 nos ha regalado. Lo que el matrimonio Henry le extrae a los áridos suelos de grava de Saint-Georges d’Orques es pura fruta, fruta magnífica, fresca, impetuosa, cualidad que es propia de muy pocos terruños muy especiales y de sus vinos. Jamás había olido ni degustado en el zumo de la vid tanto y tan bien la grosella negra, la zarzamora, la cereza silvestre, otras grosellas y muchas más de estas pequeñas frutas. Rara vez un vino me había parecido más opulento, con más raza, más jugoso y sabroso que este vino francamente excepcional. Si bien con los Champagnes, Borgoñas y Burdeos tengo una relación en la que, además del placer de beberlos propiamente dicho, también se entremezcla buena parte de respeto, reserva, placer intelectual y autocontrol, ante un vino como éste lo pierdo todo. Irremediablemente necesito vaciar una botella entera, olerlo, masticarlo, degustarlo, beberlo a sorbitos, disfrutándolo hasta el último trago. Del año 2000 al 2004.

Tomemos un trago más
La elección de
Jürgen Mathäß,
director de Vinum Alemania

Sea cual sea la ocasión, a ningún periodista del vino alemán le hará feliz que le pidan seleccionar cuatro vinos. No sólo tiene diariamente delante de las narices los vinos del mundo entero, sino también un país vinícola en el que anualmente miles de fincas de entre 5 y 10 hectáreas no suelen producir menos de 20 vinos por empresa. En el resultado de esta elección se cuentan dos dulces nobles, lo cual apunta hacia la gran fuerza de la vinicultura alemana. Un sudamericano ha de ser mi amor secreto.

1998 Riesling Reiterpfad Pfalz
Christmann, Alemania
Quien haya probado este Riesling seco comprenderá por qué los expertos en vino alemanes se entusiasman con la “Reina de las cepas blancas”. Sus selecciones de uvas dulces nobles, el Eiswein o vino de hielo, son mundialmente famosas. Pero también sirven para magníficos vinos secos, como demuestra este vino de ensueño de Steffen Christmann, que en pocos años ha impulsado hacia lo más alto su finca vinícola de 13 hectáreas. Para mí, es el mejor Riesling seco de 1998 de Alemania. Ya el aroma es tentador, una rapsodia compuesta de múltiples elementos en acorde musical armónico: el más delicado aroma de melocotón y albaricoque, al que se añade una nota de miel y una nota de laurel, y alrededor centellean matices frutales, finamente acidulados. En boca, una reunión sensacional de frescor vivo, fuerza pura y la sensación de haber mordido uvas frescas; el sabor perdura durante varios minutos, volviéndose cada vez más delicado. ¡Bebamos un sorbito más!
1998 Rieslaner Auslese, Pfalz
Müller-Catoir, Alemania
Si los franceses inventaron con el terruño el vino para la alta cocina y los californianos el “easy drinkable” (“fácil de beber”), los mejores vinicultores de Alemania merecen una medalla por su perfeccionamiento de los aromas primarios. Hans Günther Schwarz, bodeguero desde hace más de dos décadas en la Casa Müller Catoir, ha perfeccionado la técnica de la filigrana. La variedad Rieslaner, poco extendida y no precisamente fácil, es sólo uno de los muchos puntos álgidos en su grandioso programa del 98. El Auslese muestra con seductora claridad delicados aromas de miel, mucho albaricoque, con una pizca de almendra y avellana, ligeramente espesado con nata, sentando un contrapunto a la ligera nota fresca de caramelo que aporta su parte de Eiswein; todo ello produce un magnífico juego en nariz y boca. El vino está equilibrado en todos los aspectos, tiene un final largo, con fino ácido frutal. Sin ser en absoluto pesado y con un abocado armónico, discreto, permanece largo tiempo en el paladar.
1998 Kanzler Eiswein
Rheinhessen, Schales, Alemania
He de reconocer que no me gusta especialmente esta variedad, y sin embargo los hermanos Schales han vinificado con ella, en el año del vino de hielo 1998, un notable Eiswein, como notables son los vinos que consiguen hacer en su finca, grande para las dimensiones alemanas, de 48 hectáreas. Precisamente la combinación Eiswein/cepa Kanzler constituye el encanto de este vino: es delicado, cremoso, mucho menos agresivo que muchos otros vinos de hielo y, sin embargo, tiene la considerable concentración de esa especialidad alemana producida de manera natural: acariciador, con aromas de frutas amarillas y cacahuetes, trabajado con filigrana, magníficamente logrado, ácido claro, pero muy armónico, ya hoy es un placer beberlo y, por ello, podría ser una especie de curso de iniciación al vino de hielo que, normalmente, necesita muchos años para desarrollar sus mejores cualidades.
1996 «Dedicado», Mendoza
Flichman, Argentina
Durante el tiempo que viví en Argentina, trabé amistad con el Syrah de Flichman, que entonces no plantaba casi nadie. En los viñedos cálidos de Barrancas se encuentra especialmente bien. La bodega fundada en 1883 es un modelo de la evolución de Argentina: Casa tradicional de renombre, modernización prudente desde 1994, compra por inversores extranjeros (Sogrape). Al vino no le ha dañado. El nuevo vino superior “Dedicado”, una mezcla de las tres mejores variedades de Argentina –Cabernet Sauvignon, Syrah y Malbeck– tiene clase. Anoto: aroma blando, marcado por sabrosas frutas rojas, chocolate y pimienta. A pesar de su profundidad, le gusta jugar; aterciopelado y elegante; en el postgusto, taninos firmes, que necesitan algunos años más para redondearse; magnífico con la profundidad de lo tradicional y la elocuencia de la elaboración moderna: una maravillosa expresión del vino argentino.

Embriagado
por el
terruño
La elección de
Andreas März,
redactor de Vinum
Italia

Grandes vinos? ¡Eso no existe! Solo hay
grandes interpretaciones del terruño. Un gran Barolo, Franciacorta, Amarone, Sagrantino,
también los grandes Borgoñas o los grandes Riesling del Rheingau... Éstos sí me ponen en trance y me embriagan, pero los “grandes vinos” sólo me hacen bostezar.

Franciacorta DOCG Extra Brut
Lo Sparviere (Monticelli Brusati)
El Franciacorta DOCG, fermentando en botella (la región vinícola Franciacorta está situada cerca de Brescia, junto al lago Iseo; el fundamento son vinos base Chardonnay, frecuentemente con Weissburgunder y Pinot noir), no muestra su mayor finura hasta pasados cuatro o cinco años de levadura. Los productores como Cà del Bosco, Cavallieri y Bellavista han dado la fama a este vino espumoso del norte de Italia, pero las pequeñas bodegas de calidad no escatiman esfuerzos para superarlos. Hoy por hoy, una de las más hermosas expresiones de esta región emergente de vino espumoso es el Extra Brut de Lo Sparviere: amarillo dorado claro, bouquet intenso con notas soterradas de vino de reserva, peras maduras, melocotón, mazapán, pasteles. En el paladar, el vino se extiende bien gracias a su vigoroso cuerpo y fino perlado, muestra plenitud a la par que gran frescura, y desemboca en un final largo, muy frutal.
Amarone della Valpolicella DOC 1993
Quintarelli (Negrar)
Hay muy pocas estrellas fijas en el firmamento italiano del vino. Giuseppe Quintarelli es una de ellas. En la carta que acompañaba a la botella reproducida me aconsejaba: “Pruebe usted, en el transcurso de un mes, una copita de este vino por semana, podrá constatar una notable evolución…” Lo siento, estimado señor Quintarelli, pero su delicioso elixir no ha durado ni dos días; de cualquier manera, no existen dudas sobre su potencial de desarrollo. Con su riquísimo Amarone, Quintarelli deja por mentirosos a todos los que aseguran que un vino no debe ser demasiado concentrado, porque perdería elegancia y sólo podría catarse a sorbos pequeños. De eso, nada. Para el Amarone vale la misma regla que para todos los demás vinos: ¡La mejor botella es la que primero se acaba! En el Quintarelli del 93 deleitaron mi nariz las notas extraordinariamente dulces y ricas de confitura de cerezas y frambuesas, de frutas al ron y pasas, en el paladar, la vigorosa fuerza y el abocado disciplinado por un magnífico tanino y después, naturalmente, la inusual concentración de fruta, que permanece en la boca durante algunos minutos.
Barolo DOCG Mondoca
di Bussia Soprana 1995
Oddero (La Morra)
Hay muy pocas estrellas fijas en el firmamento italiano del vino. Giuseppe Quintarelli es una de ellas. En la carta que acompañaba a la botella reproducida me aconsejaba: “Pruebe usted, en el transcurso de un mes, una copita de este vino por semana, podrá constatar una notable evolución…” Lo siento, estimado señor Quintarelli, pero su delicioso elixir no ha durado ni dos días. Con su riquísimo Amarone, Quintarelli deja por mentirosos a todos los que aseguran que un vino no debe ser demasiado concentrado, porque perdería elegancia y sólo podría catarse a sorbos pequeños. De eso, nada. Para el Amarone vale la misma regla que para todos los demás vinos: ¡La mejor botella es la que primero se acaba! En el Quintarelli del 93 deleitaron mi nariz las notas extraordinariamente dulces y ricas de confitura de cerezas y frambuesas, de frutas al ron y pasas, en el paladar, la vigorosa fuerza y el abocado disciplinado por un magnífico tanino y después, naturalmente, la inusual concentración de fruta, que permanece en la boca durante algunos minutos.
Sagrantino di Montefalco
DOCG 1996
Antonelli (Montefalco)
Fue Burton Anderson quien me llevó a Montefalco y me presentó a Filippo Antonelli y al Sagrantino. El amor que entonces me inflamó por este vino único y original de Umbria aumentó con los años. Así, el Antonelli del 96 actualmente es uno de los pocos vinos de los que no me gustaría prescindir en el próximo milenio. Pero, ¿cuánto tiempo seguirá resistiendo Antonelli a la tentación de perfumar su magnífico vino con barricas nuevas? Esperemos que, también en el futuro, deje pasar la tendencia generalizada con magnanimidad y continúe haciendo tan espléndidos vinos de carácter: denso rubí, abocado, fascinantes notas de mermelada de cerezas y grosellas negras; después, en el paladar, fuerza apretada, gran concentración y densa estructura, fruta rica y persistente que se une con el tanino potente y dulce para un final sobrecogedor.

Vinos que cuentan
historias
La elección de
Thomas Vaterlaus,
director de Vinum Suiza

Los grandes vinos maduros son arte en el tiempo. Al olerlos y probarlos, muchas veces cuentan historias. Como el Tokai Aszú del 75 de Oremus. Hace ya tiempo que no existe la Hungría socialista que lo produjo. La grandiosa personalidad de este vino, sin embargo, cautiva. ¿Acaso este elixir no es un testigo vivo que demuestra que, incluso en aquel tiempo gris, no todo puede haber sido malo? No lo sé.

Riesling Cuvée Frédéric Émile
Vendanges Tardives, 1983,
Trimbach, Ribeauville, Alsacia
El primer Riesling que me causó una impresión duradera fue un Cuvée Frédéric Émile, cosecha de 1983. Eso fue hace diez años. Actualmente, el Vendanges Tardives de ese año sigue disponible, aunque limitadamente. Seguir el proceso de maduración de este vino es toda una aventura, pues a diferencia de un Chardonnay, el envejecimiento de este gran Riesling no es un proceso lineal. Después de la fase frutal de los primeros años, marcada por el azúcar residual, dominan los aromas minerales, y la famosa nota de petróleo está presente de manera sutil. Pero también pueden distinguirse ya elegantes signos del envejecimiento en forma de aromas tostados y de pan. El azúcar residual parece haber desaparecido como por encanto, aunque naturalmente aún sigue presente. Es un privilegio poder llegar a conocer una personalidad tan compleja.
Tokaji Aszú 5 Puttonyos, 1975
Oremus Ltd., Tolcsva, Hungría
Un médico londinense aseguró en 1933 haber devuelto la vida a un paciente, inmediatamente después de expirar, introduciéndole en la boca unas gotas de vino de Tokai… Muy posible, si se trataba de un elixir como éste. Esta cosecha del 75 descansó durante 20 años en barricas sin ser molestada por el socialismo, en pos del mercado libre, hasta que el director de Oremus, András Bacsó, seleccionó lo mejor de este Tokai, lo estabilizó y lo preparó para su embotellado con mucho tacto. Es un vino lleno, blando, con un equilibrio perfecto. A los aromas de uvas pasas, naranjas, humo y café se une un elegante tono rancio. Con el último trago uno se pregunta cuántos de estos tesoros seguirán ocultos todavía en las profundas bodegas de Tokai.
Eglisauer Stadtberger
Blauburgunder
Selección de barrica, 1997,
finca Pircher, Eglisau
Que los prestigiosos vinos elaborados a base de Merlot del Tesino y ciertos Syrah de Wallis poseen formato internacional, hoy por hoy lo saben incluso algunos señores de la lejana América (lejana para nosotros los europeos, claro). ¿Pero un Pinot noir de Zurich? Sin embargo, a menos de 15 minutos al noroeste del aeropuerto, el Rin retenido fluye indolente y ancho por los meandros que serpentean entre las plácidas colinas, como si quisiera imitar al Amazonas. Allí, la pequeña ciudad de Eglis emerge de una imponente ladera con un 85 por ciento de pendiente. Perfectamente orientadas hacia el sur, las cepas crecen en viñedos que forman diminutas terrazas. Quien vea este paisaje por primera vez, intuitivamente percibirá el potencial de estas viñas. El vinicultor Urs Pircher está a la altura de estas expectativas. La uva para su selección de barrica procede de cepas de una edad superior a los 40 años, plantadas en la zona más empinada del viñedo. Su vino del 97 no es ningún monstruo especiado con madera de roble, sino más bien un vino increíblemente complejo, perfectamente equilibrado, con un pronunciado carácter borgoñés, pero sin querer imitar los presuntos modelos entre Dijon y Beaune. ¿Se puede desear algo mejor?
Malbec 1977
Bodega Weinert S.A., Mendoza,
Argentina
¿Podría ser que a Argentina le hubiera tocado el gordo con el Malbec? Casi parece como si esta variedad allí desarrollara una independencia capaz de superar a la de la Pinotage en Sudáfrica y la Zinfandel en California. Vinificado poco después de la fundación de la bodega, este vino del 77 salió al mercado hace relativamente poco. Por suerte: gracias a él, ahora sabemos lo increíblemente bien que es capaz de madurar un Malbec argentino concentrado. Si bien un Malbec joven e impetuoso puede llegar a oler como si se hundiera la nariz en el suelo de un bosque en otoño, esta nota de tierra, aún presente en este gran vino, hoy resulta tan aristocrática como en un gran Burdeos. Aunque se ha vuelto sobremanera elegante, este monumento no ha perdido nada de su densidad y concentración. Tampoco de su terruño.

Aires
otoñales de suprema elegancia
La elección de
Carlos Delgado,
Director de Vinum España

En el mundo de la representación, que eso es la cata, yo prefiero las sensaciones otoñales, un tiempo indefinido cargado de sutilezas, de variaciones cromáticas de suprema elegancia: de lo cálido a lo frío, de lo seco a lo húmedo, de lo florido a lo marchito, de lo arenoso a lo mineral, y que se manifiesta en los patinados aromas de flores secas, la hierba recién cortada impregnada de rocío, la fruta compotada y especiada, la noble madera lejana, la pizarra y el pedernal. Así son mis vinos preferidos.

Barón de Chirel 1994
Herederos del Marques de Riscal
En Barón de Chirel todo es original a base de ser lo de siempre, o si se quiere, lo de antes: este vino tiene el perfil clásico de los primeros tintos de la bodega, aquellas “Reserva Medoc”, donde la Cabernet Sauvignon aportaba acidez, estructura y taninos frutosos sin desvirtuar ni apagar la gloria de la mejor Tempranillo.
Basado en una añada excelente, recio y poderoso como pocos, este Barón de Chirel del año 94 es puro magisterio: pletórico de aromas de perfecta crianza (tabaco, trufa, notas tostadas) sobre un fondo de fruta cocida (arándano), todo encerrado en una delicada gama de maderas finas perfumadas de especias (clavo, coco, vainilla).
El genuino toque “riojano” se expresa en un refinamiento que puede confundir a más de uno. Beberlo es saborear un pasado glorioso desde la perspectiva de un hoy proyectado al futuro. Aquí imperan los taninos suaves y poderosos, que aún demandan la plenitud que sólo proporcionan de manera sabia el tiempo y el silencio. El mejor Rioja, sin “riojitis”.
Vega Sicilia Único 1970
Bodegas Vega Sicilia
Es difícil sobreponerse al impacto de este Vega Sicilia, la justificación de un mito, nuestro mejor vino durante décadas. Tiene el porte de la aristocracia culta y refinada. Exige cierto recogimiento para acercarse a su ecos de fruta compotada, a la atmósfera otoñal de sus evocaciones florales, al silencio sonoro de sus maderas especiadas. Aromas que se desarrollan en un abanico de sensaciones, con el sello inconfundible de la casa, que es el de la perfecta integración. Es difícil encontrar en un vino español una nariz tan elegante e intensa, tan profunda y tan clara. En boca destaca su dulce y suave tanicidad que se hace notar sin prepotencia, tan sutilmente corpórea como la de un gran burdeos. Y la enorme estructura y concentración que se afirma en una poderosa persistencia. Quien lo bebe no lo puede olvidar.
L’Ermita 1994
Álvaro Palacios
La cima enológica del más joven e intrépido de los revolucionarios del Priorato. Un tinto de aroma explosivo, casi violento, muy rico en notas afrutadas (fresa, cassis, arándano, ciruela) llevadas al paroxismo de la madurez. La armonía, a veces contrapunteada, de las especias (pimienta, clavo), los perfumes florales (violeta), el embrujo balsámico (cedro, eucalipto) y el telúrico fondo mineral de dónde extrae su grandeza. Álvaro Palacios ha creado un canto a los taninos dulces, frutosos y perfumados que aporta la mejor garnacha centenaria. Nadie le ha superado, aunque como una orquesta sinfónica, necesita afinar todavía sus componentes para mostrar toda la emoción y belleza que lleva dentro. La sabiduría de Pétrus en Priorato.
Milennium
González Byass
El mejor Jerez de todo los tiempos. Genial coupage de Don Mauricio González Gordon, a base de las mejores añadas del siglo, desde 1902 hasta 1992, con una presencia destacada del soberbio 1970. Todo es perfecto, desde su brillante color ambarino yodado, a los delicados aromas de frutos secos encerrados en un sutil campo de finas maderas de anticuario, junto a toda la riqueza especiada de los jereces viejísimos. Seco, potente y elegante, tiene una suavidad y redondez que, como la esfera, es una evocación del infinito, la mística de un vino que sólo necesita un pequeño sorbo para contarnos su historia. Aquí la incisiva presencia del impacto gustativo se suaviza en un equilibrio sublime, y se prolonga en resonancias y evocaciones más allá del tiempo.

enoturismo


gente del vino