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Malbec de Mendoza

  • Redacción
  • 1997-10-01 00:00:00

Originario del sudeste francés, donde también se le conoce como Auxerrois, en la región de Cahors, y Cot, en Turenaó, el cepaje Malbec posee un buen color y es rico en taninos, por lo que se le suele utilizar para cortes con otros varietales. Pero si su presencia en Francia es la de una cepa de segunda fila, en la provincia de Mendoza, en Argentina, parece haber encontrado su hábitat idóneo gracias a las peculiares condiciones de clima y terruño. No por otra razón los Malbec elaborados en Mendoza, en particular en la Denominación de Origen Controlada de Luján de Cuyo, están obteniendo un merecidísimo prestigio en los foros internacionales del vino.

crisis de identidad

Si gracias a las leyes del mercado y a la infatigable actividad de los “flying winemakers” (los enólogos que trasiegan por el mundo globalizando el terruño y poniendo aquí lo que es de allá) algunas cepas, como la Cabernet sauvignon y la Chardonnay, han alcanzado una difusión tan grande por los parajes más diversos, hasta el punto de provocar una auténtica crisis de identidad en las papilas de los expertos, en el caso de otras variedades la propagación ha sido tan minoritaria que aún es posible sorprenderse gratamente ante su descubrimiento en zonas insospechadas.
Es el caso de la Malbec, en Argentina. Cepa originaria del sur de Francia, allí sus virtudes nunca fueron lo suficientemente valoradas y explotadas, utilizándose tan sólo para la producción de vinos comunes. Su propio nombre es una declaración de limitaciones: Malbec es traducible al castellano como “mal pico”. Grande es la sorpresa, pues, de los especialistas franceses, cuando en las grandes ferias internacionales comprueban la admirable complejidad en sus aromas y en el paladar, la larga permanencia, la excelente vinosidad en la boca, los suaves taninos y el virtuoso equilibrio general de los vinos elaborados con esta uva, que en los albores de la vitivinicultura argentina se conocía simplemente por el nombre de “la francesa”.

luján de cuyo,
el cultivo ecológico

La producción de Malbec en Argentina se centra principalmente en la provincia de Mendo-za, más específicamente en la región de Luján de Cuyo, que, junto con otra zona mendocina, la de San Rafael, tiene el privilegio de contar con una de las primeras DOC argentinas.
En Luján de Cuyo, la zona de viñedo se sitúa en el piedemonte de la cordillera de los Andes, a 33°de latitud Sur y a 68°de longitud Oeste. Se trata de un valle situado a una altura que oscila entre los 800 y los 1.000 m., irrigado por las aguas del río Mendoza. Aguas que, conducidas a través de un extenso sistema de canales y acequias, dan vida a los cultivos de una de las regiones más tradicionalmente prósperas del oeste argentino. En la margen iz-quierda del río, con terrenos inclinados en pendientes de entre el 1 y el 2,5 por ciento, se encuentran las localidades de Vistalba, Las Compuertas, Mayor Drummond, Ciu-dad, Chacras de Coria y La Puntilla. Al otro lado del río, los distritos de Agrelo, Perdriel y Ugarteche presentan terrenos aterrazados, bordeados por la cordillera y otros cordones montañosos.
El clima de la zona es entre moderadamente frío y mo-deradamente cálido, con temperaturas que oscilan entre una media de 22°en verano y de 6°en invierno, lo que arroja un promedio anual de 14°. Una característica de la región es la enorme diferencia entre las temperaturas del día y de la noche, sobre todo en los meses de maduración de la uva, cuando la oscilación llega hasta los 13°. Las lluvias son escasas (187 mm. anuales, de promedio), lo cual hace necesario el riego por goteo; el promedio de humedad relativa se encuentra entre el 50 y el 60%, y la evapotranspiración de la vid es muy intensa, alcanzando los 4,1 mm. durante los meses de verano. Gracias a estas condiciones climáticas, las enfermedades criptogámicas, como la temida filoxera, apenas tienen incidencia, lo que ofrece grandes oportunidades para cultivos ecológicos que prescinden de insecticidas, modalidad que está siendo adoptada por algunas de las bodegas.
Los suelos son de origen cuaternario, originados por la descomposición de minerales y rocas de la cordillera, transportadas hasta su actual ubicación por el propio río y los deshielos. El material está integrado por capas de tierra fina sin concreciones ni estrías de sales poco solubles. Gracias a las limitaciones propias de este tipo de suelos, fuertes pendientes, terrenos pedregosos y capas impermeables, el vigor de las cepas es limitado, lo que favorece a su calidad.
Mayoritariamente, las vides descansan sobre sus propias raíces, aunque el cultivo por el sistema de “espalderas” está muy difundido, gracias a lo cual los racimos reciben una alta exposición al sol. Los vinos producidos en las zonas más altas son de mucho color, con taninos notables y alta acidez; a medida que se va descendiendo estas particularidades disminuyen. En general, se trata de vinos bien constituidos, de grado alcohólico moderado (entre 12° y 12,5° en volumen) y una acidez en ácido tartárico de 4,5 a 5 g/l.

pioneros del malbec
mendocino

El Malbec representa un 40% del encepado de la región de Luján de Cuyo. Fue introducido en 1861 -mucho antes de que las olas inmigratorias europeas dieran el gran impulso a la producción vitivinícola argentina- por Michel Aime Pouget, un francés de Tours exiliado en Chile que trajo las primeras cepas y fue contratado por la administración del presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento para dirigir la Quinta Normal de Agricultura de Mendo-za, una institución de formación práctica para agrónomos. Allí se vinificó el primer Malbec argentino que fue premiado en una feria internacional en Burdeos. Desde entonces, su cultivo se ha difundido por todo Mendoza. En este sentido, el pionero fue Honorio Biraquero, quien en 1875 realizó las primeras plantaciones de la cepa en la localidad de Godoy Cruz; poco después, en 1890, Sabino Arizu, patriarca de una familia íntimamente ligada a la historia de la vitivinicultura argentina, lo introdujo en Luján de Cuyo y Villa Atuel (San Rafael), donde actualmente se encuentran los viñedos de la bodega Goyenechea.

la revolución de los
años 70

Las cualidades desarrolladas por la Malbec en tierras mendocinas fueron tan excelentes que pronto comenzó a utilizarse para la elaboración de vinos de corte: la presencia de esta variedad otorgaba carácter y color a los vinos comunes. Este destino se mantuvo ligado a la cepa durante más de medio siglo, y hubo de producirse una gran crisis en el sector durante los años 70 y parte de los 80, para que se erradicaran cientos de hectáreas de bajo rendimiento y se conservaran tan sólo las mejores plantaciones, para la elaboración de vinos finos varietales.
En la actualidad, son 12.000 las hectáreas destinadas a este cepaje en toda la provincia de Mendoza, que acogen un promedio de 4.000 vides por hectárea. La nueva orientación que ha tomado el mercado hacia el consumo de vinos de mayor calidad y la adquisición de nuevas tecnologías por parte de las bodegas, que han incorporado sistemas de frío y barricas de roble nuevo francés, y han modernizado sus infraestructuras, se están traduciendo en vinos de calidad que sorprenden a propios y extraños.

el desembarco europeo

Y a medida que crece el interés en ferias como la Wine Trade Fair de Londres o Vinexpo, en Burdeos, en donde las delegaciones argentinas han multiplicado su presencia en pocos años, la atención internacional comienza a centrarse cada vez más en la región de Luján de Cuyo. No son pocos los enólogos franceses que han llegado en los últimos tiempos a Mendoza para aportar su conocimiento a la elaboración de los vinos. El joven Hervé Birnie-Scott ha conseguido para la casa Chandon un varietal notable, el Paul Galard 1993, que impresiona por su color rojo vivaz, su aroma límpido e intenso y la concentración y calidad de los taninos. Un buen ejemplo de tipicidad que incluso puede mejorar con los años. Otro enólogo francés, Michel Rolland, se ha convertido en un asiduo visitante de Mendoza y otras provincias argentinas, para quien el mejor Malbec es el Fabre Montmayou 1994, de Domaine Vistalba, un auténtico chateau con 14 hectáreas de antiguo viñedo junto a la bodega. Un vino con un color sorprendentemente violáceo, tonalidad típica del Malbec joven, e intenso aroma de frutos rojos y cierta dulzura que equilibra la astringencia aportada por los taninos jóvenes.

acento español

Pero no todas las bodegas de Luján de Cuyo tienen acento francés. La inversión española también es notable en la región, y el propio Carlos Falcó, Marqués de Griñón, ha dado a luz para, las Bodegas Hispano Argentinas, el Dominio de Agrelo 1995, un “vino de autor” varietal de Malbec que también dará que hablar. Y hay más: los vinos ecológicos de Finca La Anita; el gran Malbec 1991 de Luigi Bosca (buque insignia de la familia Arizu); los varietales de Trapiche, la bodega con mayor presencia internacional; el Weinert Malbec 1991, más tradicional; el de la Casa Nieto y Senetiner, elaborado con rigor y antiguas argucias artesanales; el gran Norton Malbec 1992, un vino importante...
Pero la distribución del Malbec en la Argentina no se limita geográficamente a Luján de Cuyo. Actualmente, y a causa de su reciente instauración, son sólo tres los vinos que cuentan con el sello DOC: el Malbec de Luigi Bosca, el de Norton y Viña de Santa Isabel, de la Casa Nieto y Senetiner. Pero son muchos más los que se producen en esa región (Paul Galard, Finca La Anita, Weinert, Fabre Montmayou...) y en otras localidades de Mendoza (Trapiche, Navarro Correas y Santa Julia en Maipú; Casa de Campo, en Guay-mallén). Finalmente, tampoco cabe despreciar el Malbec elaborado en otras provincias argentinas, en condiciones climáticas y terruños completamente distintos, como el que la casa Etchart produce en Yacochuyo, Salta, en el extremo norte del país, a 1.600 metros sobre el nivel del mar. O el Malbec riojano (de La Rioja argentina, no confundir con la Alta ni la Alavesa), bien representado por el vino que elabora una de las cooperativas más antiguas del subcontinente, La Riojana: el varietal Santa Florentina 1994 tiene unos logrados aromas frutales, en boca es delicado y está bien estructurado, con tenues taninos y firme acidez.

el mejor malbec

Gracias al Malbec, y al oportuno cambio de rumbo adoptado por los bodegueros argentinos, todo hay que decirlo, el vino argentino está encontrando su lugar en el mapa enológico internacional. Algunos críticos, como Hugh Johnson o Jancis Robinson, aseguran que el Malbec argentino es el mejor del mundo. Sus virtudes son evidentes: posee una frutosidad magnífica, que se ve equilibrada en boca por la presencia de esos delicados taninos, clave de su tipicidad. El secreto de su creciente fama no es otro que el de haber adaptado las cualidades de “la francesa” de toda la vida al paladar internacional. Que no es poco mérito. Sin duda, volveremos a oír hablar del Malbec argentino.
Federico Oldenburg

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