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Pierre Castéja, Château Doisy-Védrines Toda una vida de vinicultor en Barsac

  • Redacción
  • 1998-12-01 00:00:00

Los Castéja son un caso especial dentro de la Historia de Burdeos. Siendo una de las pocas familias oriundas del lugar, han conseguido escalar la jerarquía de la nobleza del vino y mantenerse. Los Castéja proceden de Pauillac. Ya en el siglo XVIII eran dueños de una finca vinícola y uno de ellos llegó a alcalde de Burdeos. Los Castéja se han mantenido hasta hoy en los más altos cargos: uno de sus descendientes, Philippe Castéja, era hasta hace poco presidente de la Asociación de Vinicultores de Burdeos (CIVB).
La abuela de Pierre Castéja tenía una empresa de correos en Barsac. En 1851 se produjo la compra del Château Doisy-Védrines, el conocido Premier Cru en Sauternes-Barsac. Pierre Castéja empezó a trabajar en Doisy-Védrines durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando el antiguo director Massé dejó la finca para gobernar en el famoso y vecino castillo de Yquem, Pierre Castéja aceptó su herencia. “Desde 1946”, explica orgulloso el octogenario, “soy vinicultor en Doisy-Védrines”.
Durante años, pasaba media semana en Barsac, en la finca de su abuela, y la otra parte del tiempo en Lynch Moussas en Pauillac, el quinto Cru Classé que pertenecía a su padre, ocupándose así de la administración de los dos Châteaux: Barsac y Pauillac, que en los años de la posguerra eran dos mundos a cien kilómetros largos de distancia, que el muchacho acometía en bicicleta primero, más tarde en tren.
Hasta 1955, las vides aún se cultivaban empleando el coche de caballos. Después, se inició la mecanización: el tractor revolucionó completamente la viticultura. Pierre Castéja habla lleno de entusiasmo de sus años de pionero, sus difíciles comienzos en Barsac. No se podía decir que tuviera éxito el negocio de los vinos dulces nobles. Existía poca demanda del tan laboriosamente conseguido Oro de la Gironda y muchos propietarios de fincas se vieron obligados a sustituir sus cepas de Sémillon, Sauvignon y Muscadelle por variedades tintas, aunque éstas sólo estuvieran autorizadas a llevar la denominación básica Burdeos. Hubo tiempos en los que una barrica de Sauternes valía escasamente la mitad de lo que se podía ganar con una barrica de Burdeos tinto.
Pierre Castéja no sólo hizo carrera como administrador de fincas, sino también como comerciante. En 1949 entró en la empresa Joanne de sus suegros.
Si hasta principios de los años 60 era habitual que los castellanos o sus administradores llamaran a las puertas de las casas comerciales y les pidieran, a veces casi de rodillas, que les compraran la cosecha, a partir de 1965 más o menos se produjo un cambio drástico en la relación entre el comercio y los Châteaux. De repente, era el comercio el que le hacía la corte a los Châteaux. El embotellado en la finca productora se convirtió en la regla, y la creciente demanda de grandes Burdeos reforzó la posición de los propietarios de fincas. Muchas casas comerciales sufrieron sangrías o fueron absorbidas por los grandes consorcios internacionales. Sólo quedan cinco Casas en propiedad de las familias: Johnston, Schröder & Schÿler, Borie-Manoux, Mähler-Besse y naturalmente, Joanne.
Finalmente el comercio ha podido respirar un poco gracias al último boom. Pero a Pierre Castéja, la euforia no le hace perder la calma. La locura de los precios en la venta del Primeur le recuerdan tiempos pasados. El barullo que se organiza alrededor del Burdeos siempre tuvo algo de especulación, y con sus alzas y bajas recuerda al negocio de la bolsa. Cuando salió al mercado el excelente año 1953, Castéja aconsejó a sus clientes que compraran varias cajas de Lafite Rothschild. En aquel entonces, el vino parecía caro. La botella costaba 7,50 francos. Hoy, la misma botella tiene un valor de más de 10.000 francos.

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