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La debilidad de un catador curioso es poder probar los vinos recién nacidos, antes de que el reposo modele su carácter. Con ello, el investigador consigue vislumbrar un pequeño reflejo de cómo van a evolucionar. Dependiendo de la maduración y estilo obtendremos un vino más corpulento (con buen grado) o más ligero. Estos vinos pueden llegar a fatigarnos (muchos aromas de flores) si no se les busca un plato adecuado. Los quesos, no muy potentes y con buena frescura, ayudarán a reavivar la acidez que perdió el vino en su maloláctica. La cocina mediterránea, no muy elaborada, suele ser buen complemento: la verdura y las pastas con salsas de tomate, por ejemplo, a la búsqueda del contraste entre el dulzor y la acidez. Sin embargo, por su sabor y olor, estos vinos pueden ser inapropiados para acompañar platos más complejos.
