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Somontano: Zona en Construcción

  • Redacción
  • 2006-04-01 00:00:00

La bella comarca oscense cobra nuevo impulso solo veinte años después de que irrumpiera con fuerza en el mundo del vino, principalmente por el trabajo de sus bodegas más sobresalientes. En la actualidad, y tras algún tiempo de «hibernación», surgen nuevas empresas, se ha duplicado la plantación de viñedo, e inversores y reconocidos profesionales se instalan en una DO que necesita consolidarse en los mercados. Y no es que no hubiese tradición vitivinícola en la zona, pues conserva variedades autóctonas propias y condiciones climáticas ideales, que atrajeron ya en el siglo XIX a afamados bodegueros bordeleses, como los Lalanne, que intuyeron en estas tierras un buen futuro. Hay que recordar a esta bodega como pionera del vino embotellado, una especie de Vega Sicilia en Huesca, si podemos salvar las distancias. Mucho tiempo después, ya entre las décadas de los setenta y ochenta del pasado siglo, se establecen nuevos inversores y bodegas que sentarán las bases para la futura denominación de origen, concedida en 1984. La impecable trayectoria de empresas como Viñas del Vero, Enate, y más tarde Pirineos (antes de la reconversión llamada Cooperativa del Somontano-Sobrarbe) ha sido magnífica y digna de enseñar en las aulas de estudios empresariales. Porque no solo su crecimiento ha sido constante y firme, estas grandes bodegas siguieron trabajando con la ilusión y fe del principiante, para ofrecer cada temporada un tipo de vino diferente que añadir a su catálogo, o la última novedad del vino español. Cuando no era Pirineos, era Viñas del Vero o era Enate, el caso es que cada añada destacaba -y así continúan- en el mercado ese varietal inédito, ese vino novedoso que tanto gusta al buen aficionado, a los profesionales y, sobre todo, al crítico. Gracias a esa energía, hoy el vino del Somontano se encuentra entre los favoritos del consumidor. Sin embargo se han echado de menos en el Somontano esos «vinos de garaje» en los que el elaborador experimenta y deposita su sentir artístico. Más de una vez se ha considerado en los círculos vinícolas que en aquellas tierras falta ese pequeño agricultor con amor al riesgo, con ideas novedosas para elaborar tres, cuatro u ocho mil botellas, como ocurre en el Priorat. Un ejemplo a seguir sería la filosofía y el tamaño de la bodega Blecua, el capricho de Pedro Aibar. Las claves del éxito Las bases para alcanzar tanta buena fama (hoy son los vinos más estimados entre los consumidores, después de Rioja y Ribera del Duero) en un tiempo realmente breve fue el dinamismo de todos los implicados, la falta de férreos corsés que tanta veces impiden el desarrollo dinámico de las bodegas (corsés que a menudo nada tienen que ver con la calidad) la facultad para producir vinos de todos los tipos y para admitir cualquier variedad que sirva para distinguirse, la claridad de ideas, en suma, entre las bodegas más avanzadas, en coherencia con el Consejo Regulador de la Denominación de Origen. Sus vinos reúnen las condiciones que requiere hoy el buen conocedor: modernos, con la fruta nítida, y maderas, cuando se necesitan, muy medidas y de buena calidad. Se especula que podría ser la próxima D. O. calificada en España. Tras un explosivo inicio, la consolidación y el último desarrollo, hubo una especie de relajación general, excepto en las tres destacadas que siguieron su camino firme y claro. No surgieron nuevas bodegas dignas de reseñar, y ningún viticultor estaba dispuesto a exponer su trabajo y su dinero en nuevos viñedos. La situación, vista desde fuera, transmitía la imagen de que la comarca había concluido su construcción y se hallaba en fase de afianzamiento. Pero esa percepción era falsa pues, transcurridos apenas unos años, la viticultura ha vuelto a ser una de las actividades más emprendedoras de la provincia. Se han multiplicado el número de hectáreas de viña, ha pasado de menos de 2.000 a más de 4.500 has. Otro tanto ha acontecido con las bodegas: de las siete iniciales, son ya 20 las inscritas en la Denominación de Origen. En la última hornada de bodegas, las que todavía se encuentran en plena construcción, hay de todo, desde la gran empresa que pretende sacar al mercado seis millones de botellas, al viticultor de unas cuantas hectáreas con una producción de no más de 50.000 botellas. Mariano Beroz, presidente de la D. O. nos dice que «casi se ha doblado la producción y el número de bodegas». Nuestro viaje nos ha alojado en el corazón de este nuevo Somontano, que próximamente ofrecerá una imagen renovada de la comarca, incluidas las construcciones faraónicas. Así hemos visto las nuevas bodegas del Somontano. Una caja de sorpresas Laus se puede considerar uno de los grandes proyectos enológicos de Aragón. Mariano Beroz es su gerente, y en la actualidad también es el presidente de la D. O, aunque dentro de poco dejará este cargo. Cuando esta bodega llegue al pleno rendimiento se hallará en condiciones de elaborar unos cuatro millones de botellas. El edificio es moderno, de maravillosa estética, funcional y cómodo para el trabajo. Y el lagar está dotado de tecnología punta. Su estructura se halla bajo una gran «caja de madera», es decir, el edificio de halla encerrado en miles de listones, en perfecta sintonía con las viñas de su alrededor. El proyecto, muy bien estudiado, estará listo para el verano; falta acabar el hotel de lujo y ultimar algunos retoques. La bodega se encuentra en una de las zonas mejor comunicadas de la comarca. Y el viñedo se ha plantado en un área de unas condiciones climáticas ideales, a 700 metros de altitud, en un monte boscoso donde antes no existía viña. Las máquinas han roturado, cambiado, alisado y removido las tierras, se han construido considerables muros de piedra, y la finca se ha transformado en un hermoso viñedo plantado sobre una gigantesca maceta de 250 has. Allí se ha plantado cada variedad, eligiendo cuidadosamente la parcela, posición y altitud adecuadas a cada una de ellas. La bodega monumental Muy cerca de aquí, un gran edificio enológico parece emerger desde el fondo de la tierra. Nada que envidiar a las grandiosas bodegas de arquitectos famosos que ya funcionan en Rioja o Navarra. Ha sido concebido por el arquitecto Jesús Marino Pascual por encargo de Procónsul, un grupo de empresas de distintos ámbitos, perteneciente a la familia Lázaro, con bodegas en Rioja. Se integra dentro de un precioso proyecto, y está situado en el centro de una finca de 200 has. de viñedo, aunque ya poseen 420 plantadas. La maqueta muestra una considerable obra culminada con un cubo de grandes dimensiones en difícil posición y equilibrio. Aunque todavía en construcción, se adivinan ya sus gigantescas medidas. A pesar de ese colosalismo, la parte enológica está diseñada para hacer vinos de autor si así se desea. Equipos de todos los materiales posibles (depósitos de hormigón, de madera, de acero inoxidable...). El responsable de la sección enológica es Óscar Martínez, que ya mostró su maestría en Bodegas Aragonesas. Los vinos que ahora se pueden degustar ya hablan de la autoridad de sus elaboradores: el tinto Absum está francamente bien, y el Gewürztraminer es uno de los mejores de España de esa variedad. El hombre previsor El mundo del vino parece que invita a la creatividad. Así lo siente Miguel Mort, nacido en el ámbito rural, donde abundaba la vid y el olivo, y ahora empresario de la metalurgia. Pero como buen hombre de negocios, y para conocer el sector, montó primero una distribuidora en la que trabajaba vinos del Somontano. El lugar donde se sitúa Sierra de Guara, que así se llama su bodega, es uno de los más pintorescos y adecuados, junto a la pequeña localidad de Lascellas, a medio camino entre Huesca y Barbastro. Una finca ubicada junto a un bosque profundo, de hierbas mediterráneas, encinas y chaparros. Son setenta has. de viñedo donde prima la Chardonnay, la Merlot, Cabernet y Tempranillo. En lo alto del monte se divisa una construcción a la que dan los últimos retoques. El camino serpentea entre los viñedos para llegar a la bodega. Desde su mirador se divisa gran parte de la sierra de Guara y se distinguen perfectamente varios picos nevados de los Pirineos, entre ellos el Monte Perdido. Dos enólogos jóvenes, Manuel y Carlos, a los que dirige y asesora Joan Milá, se encargan de elaborar los Idrias, tanto blanco como rosado o tinto. Lorenzo Otto Bestué no tiene ningún ascendiente teutón, incluso su aspecto no es nada ario. Su apellido parece provenir de un pueblecito de la montaña llamado Oto. Es un eslabón más en varias generaciones de viticultores, metido ahora a bodeguero. La bodega se encuentra, como ya nos hemos acostumbrado a ver, en plena construcción (¡lo raro va a ser cuando nos encontremos con un lagar terminado y sin asomo de obra!). Para la bodega ha contratado los servicios de los famosos enólogos Navascués, padre e hijo. Donde mejor se aprecia su trabajo lógicamente es en los vinos, aunque dedican una atención especial a la viña: a las 30 hectáreas propiedad de la bodega, más otras 18 que acaban de alquilar por unos cuantos años. «La uva buena no la vende nadie, se la quedan para ellos» según dice Jesús Navascués. Otto participa de la misma filosofía: la viña adquiere la preferencia en esta empresa. «Es un problema comprar uvas fuera, porque sales al campo, revisas, exploras los viñedos que te ofrecen su fruto, y hay algunas bayas como olivas de gordas; así que no hay más remedio que hacerte con tu propio viñedo». Primero viticultores El nombre de Aldahara no pertenece a una princesa árabe cautiva y encantada en una de aquellas peñas en espera de un valiente príncipe que desfaga el hechizo. Simplemente es el resultado de un juego de iniciales, de unir los nombres de los hijos del matrimonio Raso. José María Raso y sus hijos han sido tradicionalmente viticultores que el año pasado iniciaron la aventura de elaborar su propio vino. En su bodega también se lleva a cabo una remodelación. Sus instalaciones se quedan cortas para albergar los frutos de las 26 hectáreas de viñedo. Solo dos cosechas elaboradas, y eso se aprecia en la bisoñez de sus vinos, sencillos y agradables. Lo mismo (en lo concerniente a las elaboraciones) que sus parientes de las bodegas Raso Huete situada en Estadilla, una pequeña localidad en los límites de la denominación. La casa de la colina Entre grandes vecinos como son Laus y Irius, se encuentra la más pequeña de las bodegas visitadas. Posee una bella estampa en lo alto de una colina, rodeada de sus viñedos. Los Meler han sido agricultores y viticultores de toda la vida, y de su propiedad son las primeras viñas plantadas en espaldera de la comarca. Ahora con la fiebre de elaborar su propio vino se ha incorporado la última generación: Ana es la enóloga de la familia, aunque se han buscado buenos consejeros en los Navascués, que también asesoran a esta bodega. Un gran rosado de Cabernet y un tinto a base de Cabernet y Merlot son sus armas más poderosas. ¡Una obra terminada! Bodegas Olmena tiene un edificio llamativo que se encuentra a poco de salir de Barbastro. De noche su estratégica iluminación hace que se vislumbre y admire desde bastante lejos. Otra cosa es dar con el ramal que lleva a la entrada de la finca en aquellas intrincadas veredas. Es una de las nuevas empresas cuya obra ya se puede visitar sin tener que saltar entre los materiales de obra. Su capacidad para elaborar se sitúa a medias entre las grandes y las medianas, con una previsión de casi 2.500.000 botellas. Todo lo concerniente a su imagen se ha cuidado mucho, desde el mismo edificio a las etiquetas o a las novedosas botellas. En verdad creo que es la única bodega que hemos visitado sin rastro de obras. Aunque la creencia, extendida cada vez más, dice que cuando entran los albañiles en casa, se quedan para siempre. Medio Somontano se halla en plena construcción, dentro de un par de años se podrá ver el gran desarrollo que para la comarca ha significado la expansión del viñedo. La consolidación de sus productos vendrá algo más tarde. Para entonces se habrán duplicado los más de once millones y medio de botellas que se vendieron con la contraetiqueta de la D. O. en el 2004. Los nuevos bodegueros han hecho planificaciones de sus empresas muy diferentes, aunque tienen bastantes cosas en común: un apego por los vinos modernos, cierta inclinación por las variedades foráneas y la ilusión de llegar al último rincón donde haya un aficionado.

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