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Bailando con toros

  • Redacción
  • 2008-06-01 00:00:00

Más de cincuenta años lleva Félix Tejada Prieto construyendo los toros negros que acompañan a los viajeros por las carreteras españolas. Lo que se convirtió en un icono publicitario para el productor de brandy Osborne y en un símbolo nacional para los españoles, para Félix Tejada es una loca pasión. Son exactamente 93 los toros que Félix Tejada Prieto, que pronto cumplirá los 80 años, y sus tres hijos han cortado, fresado, remachado, soldado y montado por toda España. Es un rebaño que da muchos quehaceres a sus creadores. Hace poco que volvió a atacar “El Loco”: un “demente” que maltrata a esos potentes toros de 14 metros de alto, pintándoles pendientes “putescos”, labios de carmesí y ligueros blancos. Por añadidura, ayer se recibió una llamada desde Mallorca: junto a la pequeña localidad de Algaida, alguien había escrito con pintura blanca “Mallorca is not Spain” sobre el trasero del toro allí situado. Además están los problemas de siempre: la brisa marina ha vuelto a oxidar el toro de Cádiz, que allí vigila la entrada de la autovía a la ciudad. En Castilla, una vaca ha estado restregando su trasero contra el rabo de metal de uno de los toros, hasta que se ha partido. Y, por supuesto, no paran de robar los órganos más íntimos del animal, los testículos. Cuidar de 93 toros supone mucho trabajo. 24.000 kilos de cemento El taller de Félix Tejada es extremadamente difícil de encontrar. En el polígono industrial bastante destartalado de la ciudad gaditana del Puerto de Santa María, el GPS busca en vano su pequeña calle. Pero los vecinos conocen bien a este herrero, ganadero, aficionado a los toros y cantaor flamenco. Su taller huele a hierro recién soldado, polvo de metal y grasa de maquinaria. Por todas partes retozan toros de diversos tamaños. Y en un rincón descansa (¿a quién le extrañaría?) una pequeña barrica de vino de Jerez de la casa Osborne. Tejada aún recuerda perfectamente cómo en el año 1956 su tío, el conocido artista y dibujante Manolo Prieto, diseñó la silueta del toro por encargo de Osborne. Los primeros toros se hicieron de madera. Desde 1961 se componen de 58 chapas de metal que los constructores pueden transportar fácilmente en su camión. Estos animales de 150 metros cuadrados se montan sobre un armazón anclado en el suelo con 24.000 kilos de cemento. Al fin y al cabo, estos toros deben soportar de pie vientos huracanados de hasta 120 kilómetros por hora. El toro es tu amigo “En la plaza, el toro ataca inmediatamente. Pero nuestro toro, aunque es negro azabache y bien proporcionado, es pacífico. Es un amigo. Orgulloso, pero nunca altanero, vigila desde las colinas para proteger al viajero...”, comenta Tejada, filosofando. Durante los trabajos de mantenimiento nunca está mucho tiempo solo. Los pastores cuentan que se echan la siesta a la sombra del toro. Las abuelas se acuerdan de sus primeros besos de jovencitas junto a sus patas traseras. Ningún otro logotipo comercial ha logrado en todo el mundo lo que ha conseguido el toro de Osborne: alcanzar un significado que trasciende ampliamente su mensaje original. En 1988 se demostró el gran cariño que las gentes profesan a este toro. Entonces, la nueva ley de circulación vial decretó la retirada de todas las vallas publicitarias visibles desde las carreteras nacionales. Políticos, artistas, periodistas, incluso comarcas y regiones enteras lucharon por la conservación de los toros. Y el patrono de la firma, Thomas Osborne, declaró que mandaría sobrepintar la inscripción publicitaria. Así que Félix Tejada y su hijos se pusieron en camino con cientos de litros de pintura negra. Poco tiempo después, una sentencia del Tribunal Supremo otorgó a los toros la categoría de “patrimonio cultural y artístico de los pueblos y campos de España”. Una lágrima de emoción Ha pasado más tiempo de su vida con el toro que con su mujer. Y nunca se ha aburrido. Durante una recepción en Madrid, la entonces Ministra de Cultura dejó plantadas a las autoridades, alegando: “El hombre que construye nuestros toros está aquí. Necesito conocerlo.” Pero su recuerdo más hermoso tuvo lugar en Francia. En un hotel se encontró casualmente con un señor de cierta edad que iba camino de España con sus tres nietos. Félix Tejada le preguntó por el destino de su viaje. El hombre le enseñó una amarillenta foto de sus vacaciones treinta años atrás. En ella se le veía a él con sus hijos, posando juntos bajo un toro de Osborne en Extremadura. El francés le contó que su intención era volver a encontrar ese toro y hacerse otra vez la misma foto, pero esta vez con sus nietos. Félix Tejada no pudo evitar que le brotara una lágrima de emoción.

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