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Portugal: Un brindis por el pluralismo

  • Redacción
  • 2012-10-01 09:00:00

Los estrategas del marketing intentan posicionar el vino de Portugal apoyándose en la variedad principal, Touriga Nacional. Pero con ello ignoran casi todos los valores que hacen tan único y singular al país vinícola más occidental de Europa…

Nueva Zelanda es Sauvignon Blanc, Argentina es Malbec, ¿y Portugal, en lo sucesivo, Touriga Nacional? Así será, si depende de la voluntad de algunos estrategas portugueses del marketing del vino. El plan se basa en la idea de que la extraordinaria multiplicidad de variedades de uva autóctonas, que hacen de Portugal un país vinícola tan único y singular, lamentablemente es difícil de comunicar. Y es verdad, pues eslóganes como Portugal = Variedad suenan arbitrarios y con poco contenido, mientras que Portugal = Touriga Nacional resulta más claro y contundente. Incluso hay quien defiende rebautizar la Touriga Nacional con el nombre de Touriga Portuguesa. Por medio de esta artimaña, los vinicultores portugueses serían los únicos en todo el mundo en poseer la ventaja competitiva de comunicar su procedencia directamente a través del nombre de su variedad principal. “Efectivamente, es una idea tentadora. Para nosotros, los portugueses, no hay gran diferencia entre los conceptos de nacional y portugués, así que el sentido original de la denominación de esta uva se mantendría. La cuestión decisiva es si se puede comunicar tal creación lingüística de modo que los consumidores la acepten y, como finalidad, la soliciten con más frecuencia”, asegura Paolo Amorim, recientemente nombrado gerente de Dão Sul, una importante bodega de vinos portugueses de calidad.
Seleccionada hace 40 años
El ascenso de la Touriga Nacional hasta convertirse en la favorita del mundillo del vino portugués se inició en la segunda mitad de la década de los setenta. João Nicolau de Almeida, que entonces aún no había cumplido los 30 años, acababa de terminar la carrera de Enología en la Universidad de Burdeos. Por encargo de la Casa de Vinos de Oporto Ramos Pinto, que entonces pertenecía a su familia, fue el primero en analizar científicamente los factores cualitativos en el valle del Douro. De entre las más de 80 variedades tintas que la historia había multiplicado, Almeida seleccionó las cinco que supuestamente presentaban el mejor potencial cualitativo, augurando a la Touriga Nacional el papel de capitana. En primer lugar, porque esta cepa robusta y de crecimiento vigoroso no plantea mayores problemas en la plantación. En segundo lugar, porque por naturaleza tiene un bajo rendimiento, pero de gran calidad. Y en tercer lugar, porque no solo produce excelentes vinos de Oporto, sino también vinos de mesa con un perfil organoléptico que alcanza el nivel internacional. Almeida no se equivocó en sus apreciaciones. Cuando en la década de los noventa empezó la revolución de los tintos del Douro, la Touriga Nacional desempeñó indiscutiblemente el papel protagonista.
La Touriga se extiende
Actualmente, los varietales de Touriga del Douro, como los de Quinta do Crasto, Quinta do Vale Meão o Quinta do Vallado, son verdaderos monumentos altamente concentrados con aromas de picotas negras, casis y ciruelas oscuras, y notas de chocolate, humo y especias. Así, no solo responden ampliamente al gusto cada vez más globalizado de la nueva generación de aficionados al vino, sino que también los profesionales aprecian la plenitud de los nuevos vinos de Touriga y los suelen valorar con las más altas calificaciones en las catas de todo el mundo. En la región del Dão, que también reclama para sí el origen de esta cepa, los varietales de Touriga suelen presentar algo más de estructura y elegancia, y son más agradables. La Quinta dos Roques es el bastión de este estilo, a diferencia del conocido vinicultor Alvaro Castro, que en años excelentes embotella un Quinta da Pellada Touriga Nacional que, en lo que respecta a la concentración, no tiene nada que envidiar a los concentrados del Douro. Los éxitos internacionales de estas selecciones de Touriga del norte de Portugal animaron a plantar esta variedad de éxito también en el sur. Del mismo modo que en Mendoza el cortejo triunfal de la Malbec la convirtió en la variedad principal de Argentina, y al igual que la Tempranillo, conocida sobre todo en La Rioja, pasó a ser la variedad española tinta por antonomasia, tras el cambio de milenio también la Touriga se ha esforzado por convertirse en el mascarón de proa de los tintos de Portugal. Hace ya tiempo que Heredade do Esporão en el Alentejo y Quinta dos Vales en el Algarve han demostrado que la Touriga es capaz de desarrollar plenamente todo su encanto lleno y especiado también en el sur. Así que vemos que hay muy buenas razones para consagrar la Touriga Nacional como variedad principal de Portugal .
Desaparecen los varietales
El problema es que hay razones de más peso que se oponen a ello. Quienes hayan seguido de cerca el trabajo de la élite de vinicultores portugueses durante los últimos años, habrá advertido que el concepto de monovarietal, es decir, vinos de una sola variedad, una vez más está perdiendo importancia. “En los años anteriores y posteriores al cambio de milenio se experimentó mucho con vinos varietales. No solo con variedades locales como la Touriga Nacional, Aragonez o Trincadeira, sino también con cepas internacionales como Syrah, Cabernet Sauvignon o Petit Verdot. Pero precisamente gracias a estas experiencias, los vinicultores han comprendido una vez más las fantásticas posibilidades que ofrece el concepto clásico del ensamblaje en Portugal”, afirma el conocido bodeguero del Alentejo Luis Duarte, que mezcla variedades establecidas de antiguo como Trincadeira, Alicante Bouschet, Touriga Nacional y Aragonez para su propia línea de vinos de alta calidad Rapariga. Los vinicultores de Portugal aportan, hoy más que nunca, argumentos a favor del principio del ensamblaje, según el cual una suma de variedades de uva, en el mejor de los casos, conduce a un resultado claramente superior que cada una de sus partes.
Sano conservadurismo
Lo mejor de Portugal se ha apuntado a ello: cada región tiene su propia fórmula mágica para el ensamblaje. En general, variedades como Touriga Nacional y/o Tinta Roriz ofrecen una sólida base, pero el carácter individual lo suelen aportar variedades regionales. En el Alentejo, este papel hoy lo desempeñan la Trincadeira y la Alicante Bouschet. Ambas variedades tuvieron durante mucho tiempo una fama controvertida, porque por naturaleza son de alto rendimiento y calidad media, en el mejor de los casos. Pero reduciendo rigurosamente el rendimiento, ambas cepas producen vinos base con personalidad y una gran calidad, siendo la Alicante sinónimo de fruta concentrada, mientras que la Trincadeira confiere a las mezclas una vivacidad picante con sus frescas notas de pimienta. También en la región emergente del Dão, las variedades Touriga Nacional y Tinta Roriz (idéntica a la Tempanillo española) dan a los vinos un fundamento firme. Pero los ensamblajes superiores del Dão reciben su proverbial jugosidad y finura de las variedades autóctonas Alfrocheiro y Jaén. Incluso los nuevos proyectos de prestigio, lanzados realizando grandes desembolsos por parte de sus inversores -como por ejemplo el de Quinta do Lemos-, siguen minuciosamente esta receta del Dão. “Si en los últimos años hemos logrado mejorar considerablemente la calidad siguiendo estas directrices tradicionales, sobre todo se debe a que hoy tenemos más posibilidades que antes de tomar en consideración cada una de las variedades en su máxima individualidad, tanto en el viñedo como en la bodega: desde la poda, pasando por la maceración, hasta la elaboración”, afirma Hugo Chaves, bodeguero jefe de Quinta de Lemos
Las regiones suponen calidad
Todos los indicios apuntan a que, ahora como antaño, lo que determina el carácter de los vinos en Portugal es la región de origen, con sus variedades autóctonas adaptadas al terruño y su tradición vinícola regional. ¿Les resulta sorprendente? Claro que no. También en Burdeos, Chianti o Rioja los vinicultores no hacen otra cosa que ensamblar y embotellar sus variedades establecidas de antiguo. Y aunque los aficionados al vino no se sepan de memoria el nombre de cada cepa, ciertamente las relacionan con el carácter concreto de estos vinos, que se cuentan entre los más famosos de Europa. También sobre Portugal pensamos siguiendo estos parámetros. Es decir, no bebemos Touriga Nacional o Alicante Bouschet, sino vino del Douro o del Alentejo. En realidad, siempre ha sido así. Cuando había algo que celebrar en los comedores portugueses del siglo XIX, se servía un Colares o un Reguengos de Monsaraz, a ser posible Garrafeira, naturalmente. Por tanto, se hablaba con toda naturalidad de la procedencia y grado de maduración del vino, y la variedad de uva era interesante solo en segundo plano. Y así debería seguir siendo. Porque tampoco los nuevos países vinícolas como Nueva Zelanda y Argentina se han dado por contentos al concentrar la atención en una sola variedad. Precisamente porque al hablar de Nueva Zelanda todos piensan en la Sauvignon Blanc, excelentes Pinot Noir de down under tienen dificultades en lograr la atención merecida. Lo mismo ocurre con la Cabernet de Argentina, porque todos esperan Malbec. Y una cosa más: ¿acaso todavía queda alguien que hable del Pinotage de Sudáfrica? Visto así, realmente es una suerte que la Touriga Nacional en Portugal siga siendo solamente una variedad entre tantas…
Por cierto, que así lo ve hoy João Nicolau de Almeida. Porque el director de la Casa Ramos Pinto del Douro, a sus 63 años de edad, nunca ha podido comprender realmente por qué se le considera el iniciador de la euforia por la Touriga Nacional. “Con las investigaciones que hice entonces solo pretendíamos elegir una selección de variedades de cepa para las nuevas plantaciones que planeábamos, pues obviamente no podíamos plantar las ochenta variedades del Douro”, explica hoy. Nunca fue su meta que su selección se convirtiera en la fórmula generalizada en el Douro. Además, sus numerosos imitadores se han olvidado de un pequeño detalle: hace más de 30 años, cuando presentó su lista de cinco variedades, nombraba la Touriga Francesa por delante de la Touriga Nacional. Al menos en lo que respecta al valle del Douro –y de eso está convencido aún hoy– la Touriga Francesa, por su ciclo vegetativo, puede medirse perfectamente con la Touriga Nacional…

Portugal, cofre del tesoro

Los vinos de Touriga Nacional ¿son lo más interesante que puede ofrecer Portugal como país vinícola? En absoluto. Por un lado, la mayoría de los aficionados al vino conoce desde hace tiempo el sabor de los grandes crus de Touriga. Su estilística no deja de ser similar a la de los grandes vinos de Ribera del Duero o a otros grandes crus internacionales de hechuras modernas. También otros vinos portugueses han sido domesticados en los últimos años de tal modo que han logrado establecerse a nivel mundial. Por ejemplo, el Alvarinho, que crece en la frontera norte con España y se diferencia claramente del Albariño español por su crujiente frescor. Pero a pesar de ello Portugal como país vinícola todavía recuerda a un cofre del tesoro repleto de joyas que a los amantes del vino nos deparan muchas sorpresas que ya no son capaces de ofrecer otros países. A continuación les presentamos seis de estos descubrimientos. Por cierto, es notable el hecho de que los grandes vinicultores en este país del tinto que es Portugal (alrededor de un 65 por ciento de los vinos producidos son tintos) hoy ponen acentos específicos precisamente en sus especialidades blancas. Los comerciantes de vinos portugueses harían bien en aceptar su realidad, tan hermosa por ser tan diversa. En lugar de intentar establecer una variedad principal nacional con artificios varios, deberían animarnos a participar en la gran aventura del vino portugués.

Alentejo Alicante y Trincadeira: Vuelta al origen

Hace solo 10 años se consideraba el Alentejo “el nuevo mundo del vino” en Portugal, y Syrah, Cabernet y Viognier estaban en la vanguardia. Hoy los vinicultores están redescubriendo dos variedades tintas establecidas desde hace tiempo. Los bodegueros de toda Europa emplearon durante décadas los vinos de Alicante Bouschet del Alentejo, de una capa increíblemente alta gracias a la pulpa roja de sus uvas, para conferir color a sus tintos. La dudosa fama de ser solo uva tintorera llevó en los años ochenta y noventa a que muchas parcelas de cepas viejas de Alicante Bouschet se arrancaran. Un lamentable error, pues precisamente en el clima cálido y seco del Alentejo esta variedad produce unos vinos altamente concentrados con un encanto meridional inimitable. Júlio Tassara Bastos, cuyos antepasados vinificaron Garrafeiras legendarios con Alicante Bouschet, pudo salvar una parcela de dos hectáreas plantada con cepas de más de 40 años de un viejo clon de Alicante Bouschet. Hoy produce en años excelentes como 2004, 2007 y 2009 el Júlio B. Bastos, elaborado a la manera clásica, que es uno de los mejores tintos de Portugal. Solo Herdade Mouchão, con su Tonel 3-4, vende un vino de Alicante Bouschet de formato similar. Estos dos vinos han logrado una pequeña euforia por la Alicante Bouschet en el Alentejo. Algo parecido ocurre con la Trincadeira, otra variedad clásica del Alentejo. Los vinicultores habían perdido durante cierto tiempo el interés por esta variedad debido a que en el caluroso sur de Portugal, con un rendimiento demasiado elevado y pocos cuidados, solo producía vinos inmaduros y verdosos. Pero ahora ha avanzado hasta convertirse otra vez en variedad principal en los rincones más calurosos del Alentejo y produce vinos con mucho carácter que fascinan por su frutalidad de bayas negras y el frescor de los aromas de pimienta y hierbas. En definitiva, dos variedades creídas muertas revolucionan una vez más el mundo del vino en el Alentejo.

Douro Códega, Gouveio, Rabigato, Viosinho...: Sorpresas blancas

En Alijó, a unos 600 metros sobre el mar, donde la pizarra empieza a ser desplazada por el granito, termina el reino de las variedades tintas y el mundo del vino del Douro se vuelve blanco. Allí, Celso Pereira, de 56 años, persigue desde hace más de dos décadas un concepto casi temerario. Con variedades blancas del Douro casi olvidadas como Códega, Gouveio, Rabigato y Viosinho, completadas con Malvasia Fina y la tinta Touriga Franca, vinifica espumosos tremendamente elegantes. Su Vértice Super Reserva 2005, por ejemplo, vinificado a la manera clásica de fermentación en botella sin licor de expedición y criado sobre lías durante cuatro años, es uno de los espumosos más nobles y refrescantes de la península Ibérica y pone de manifiesto el inmenso potencial de las variedades blancas del Douro. Incluso los vinos de Oporto blancos (recomendación: el relativamente seco Chip Dry White Port de Taylor’s), que hoy lamentablemente hay que malvender, tienen mucha más categoría de lo que hace suponer su deteriorada imagen. Si no se produce un cambio de tendencia en los blancos del Douro, variedades como la Folgasão o la Esgana Cão están condenadas a la desaparición a medio plazo. Pero aún hay esperanza: algunas grandes bodegas nuevas han vuelto a descubrir las variedades blancas. También en este caso el pionero es Dirk van der Niepoort. Su Redoma Reserva White, rebosante de finura borgoñona, fue el primer blanco de mesa superior del valle del Douro. Y en la actualidad, también Quinta do Vallada y Wine & Soul embotellan blancos de gran quilataje. Y naturalmente Celso Pereira, con sus espumosos.

Bairrada Baga: Secreto a voces
Hace mucho que se le considera el Gran Señor de su DO, pero cuando empieza a hablar de su tema favorito –la variedad Baga, originaria de Bairrada– muestra el temperamento de un veinteañero revolucionario. Prácticamente en solitario, Luis Pato ha elevado a nivel internacional esta difícil variedad. La base consistió en uvas seleccionadas de cepas de alrededor de cien años, o bien de viñedos nuevos en los que Pato había plantado en suelos arenosos cepas de pie franco, es decir, sin injertar, con sus raíces originales. En el centro del trabajo se sitúa el minucioso control en el momento del envero. Todas las uvas que viren al rojo demasiado tarde deben ser cortadas. Porque con un grado de maduración inferior a un 12,5 por ciento de alcohol potencial, un Baga nunca perderá su dureza verde; pero si se le conduce más allá de esa frontera mágica, de repente muestra su verdadera grandeza. Aun así, hay que concederle algunos años en botella. “Primero el Baga presenta el tanino importuno de un joven Nebbiolo, emparejado con la acidez incisiva de un Barbera tradicional. Pasados cinco años, evoluciona hasta alcanzar la finura de un Pinot”, asegura Pato. Y tiene toda la razón: sus selecciones superiores de Baga, como el Pé Franco Quinta do Ribeirinho o su Vinha Pan, se cuentan entre los vinos más elegantes e impresionantes de Portugal. El tremendo potencial de maduración de esta variedad también se puede comprobar visitando la cooperativa de Cantanhede, con su inmenso archivo de botellas de Baga de los años cincuenta y sesenta. Los enamorados del Barolo aquí tienen asegurada una inolvidable experiencia sensorial si asisten a una cata de vinos raros. Solo es una lástima que la fama internacional de los grands crus de Baga de Bairrada no sea ni con mucho la que se merecerían sus vinos...

Dão Encruzado: Potencial de guarda

Cuando Alvaro Castro, pionero del cambio cualitativo en el Dão, habla del vino que más le ha impresionado, menciona un blanco del Dão de 1964 vinificado por Alberto Vilhena, a la sazón enólogo jefe del Centro de Estudos Vitivinícolas de Nelas. Asegura que este vino, embotellado después de tres años de crianza en grandes barricas de madera, se presenta en su mejor momento de maduración tras 30 años de guarda. Alvaro Castro sigue desde hace años las huellas de este monumento blanco del Dão, concretamente con su blanco Quinta da Pellada Primus. En este vino, fermentado en roble nuevo francés, es la variedad Encruzado la que marca el tono, completada con Bical, Verdelho y Terrantez. Las cepas elegidas tienen más de 50 años y hunden sus raíces en granito, arena y piedra calcárea. Este vino, extraordinariamente complejo y mineral, muestra de manera ejemplar el enorme potencial que poseen las variedades blancas del Dão. Así, no es extraño que la Encruzado, sobre todo, esté considerada la variedad de uva emergente en esta región. Con una aromática mineral y cítrica de lima, una estructura filigrana, acidez jugosa y un asombroso potencial de maduración, aúna todas las cualidades de un grand cru blanco.

Palmela Castelão: Un seductor de la vieja escuela

La Castelão se cultiva en todo Portugal, pero donde desempeña un papel especial desde siempre es en la DOC Palmela, al sur de Lisboa. Sobre suelos mayoritariamente arenosos, esta variedad produce unos vinos asombrosamente llenos en boca, a la par que blandos, con aromas de frambuesa y ciruelas frescas. Lo sorprendente es que estos vinos, pese a su plenitud de acento frutal, apenas presentan más de un 13 por ciento de volumen de alcohol. Entre las bodegas que más apuestan por esta variedad se cuenta desde antaño José Maria da Fonseca. El enólogo jefe de esta casa, Domingos Soares Franco, ha erigido prácticamente un monumento sensorial a esta variedad con su Periquita Superyor. La uva de parcelas viejas se pisa y macera manualmente en pequeños lagares. Después, el vino madura durante 14 meses en roble nuevo francés. Quienes caten este vino hoy tendrán la impresión de estar bebiendo un vino portugués arquetípico, pero con la perfección contemporánea. Una plenitud blanda, en el mejor sentido de la palabra, y de frutalidad madura, así como un brillo jugoso marcan el carácter de este cru, que posee todas las cualidades que desde siempre caracterizaron a los grandes Garrafeira portugueses (esta designación, cada vez menos frecuente, describe a los grandes vinos con crianza y de una cosecha excepcional).

Sur de Portugal Arinto y Antão Vaz: Armonías perfectas

Originaria de la región llamada Minho, en el extremo noroccidental de Portugal, la variedad Arinto forma parte de la receta tradicional del Vinho Verde junto a la Loureiro y la Trajadura. Es cierto que, en su lugar de origen, esta variedad se halla claramente a la sombra de la Alvarinho, que se ha establecido en los últimos años como la variedad blanca más premiada de Portugal, pero la Arinto ha alcanzado la fama en el sur del país, donde cada vez se emplea más en ensamblajes. Armoniza de modo casi perfecto con la variedad Antão Vaz, originaria del Alentejo y que produce unos vinos con notable cuerpo, llenos, con una acidez moderada y aromas de frutas tropicales. Con crianza en roble, los vinos de Antão Vaz -a la que los vinicultores suelen darle hoy el sobrenombre de Chardonnay del Alentejo- alcanzan una dimensión adicional por las notas especiadas tan bien integradas. Lo que a veces les falta es el frescor, que se lo aporta cada vez más la uva Arinto en su juego con la Antão Vaz. La más sureña, ligeramente entrada en carnes, y la vivaracha del Norte recién asentada armonizan hoy de manera tan perfecta que parecen hechas la una para la otra. El blanco Esporão Reserva y el blanco Pêra-Manca de la Adega Cartuxa lo demuestran de modo impresionante.

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