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Andreas Kubach

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  • Laura López Altares
  • 2019-07-12 00:00:00

El magnético y combativo Master of Wine hispano-alemán abandera desde Península Vinicultores la búsqueda de vinos auténticos y sostenibles que trasladen a la copa una esencia cultural.


En Andreas Kubach despunta una coherencia incontestable, la tranquilidad de quien se sabe fiel a sí mismo. Fue una sorpresa descubrir desde la cercanía el magnetismo de este hombre de inteligencia excepcional, crítico y profundamente sincero: "Lo fascinante del vino es que traslada a la copa una realidad, no es necesario mentir. Ese es uno de los grandes problemas del sector: no somos lo suficientemente claros". No es su caso, desde luego, un fogonazo de autenticidad despojada de artificios. Precisamente, la incesante búsqueda de la autenticidad en el vino es uno de los motores de su carrera y una de las razones de ser de Península Vinicultores, el proyecto vital de Andreas y sus tres socios: "Nos hace muchísima ilusión porque estamos haciendo justo lo que queríamos hacer. La respuesta ha sido casi abrumadora, tenemos menos vino del que podemos vender. Pero hay unos valores de integridad de los que bebe Península: nos importa más que el equipo y nuestros clientes estén entendiendo lo que hacemos y nos estén apoyando que los reconocimientos. De alguna forma pienso que tiene que ver con mis convicciones personales, con ser fiel a uno mismo. Y creo que eso se nota en cómo actuamos y en los vinos que hacemos".

En busca de la autenticidad
El joven Andreas quería "tener organizaciones, que pasaran cosas", y empezó en el sector del vino por casualidad: "Me ofrecieron un trabajo en la filial española en Valencia (donde crecí) del grupo suizo Schenk que me encantaba, con una responsabilidad que nunca me hubieran dado en la industria del automóvil o la banca. El amor por el vino llegó casi por accidente, en paralelo". Uno de esos preciosos accidentes que te cambian la vida: "Lo mejor de este oficio es que nos dedicamos a hacer feliz a la gente. La manifestación cultural del vino, eso es lo más bonito. Y ese vínculo con el territorio, con las tradiciones. El vino pierde todo el sentido si no somos capaces de que traslade a la copa esa esencia cultural. Y esa es la pelea en la que estamos muchos".
Península nació en una cena de tres viejos amigos con experiencia en el mundo del vino, socios fundadores de la compañía (a los que después se uniría Gorka Izagirre): Jesús Cantarero, dueño de Dominio de Fontana –la primera bodega que se gestionó desde Península–; Sam Harrop, MW neozelandés; y el propio Andreas. Los tres eran "tremendamente distintos y complementarios", y compartían valores: "Sam y yo habíamos hablado muchas veces de trabajar juntos y llevar a la práctica nuestra idea de encontrar vinos con autenticidad –la palabra que más usamos– y sostenibilidad. Nos planteamos: ¿cuál es la razón de ser del vino? Y esta autenticidad (emana del libro Authentic Wine, del que Sam es coautor) es justamente la base de nuestra filosofía". Andreas incide en la idea de que el vino tiene que hacer felices a quienes lo beben: "Para que lo consigamos, debe trasladar a la copa una esencia cultural. Puede ser la expresión de un territorio, un clima, un viñedo… El vino debe tener una identidad notable en la copa, y tenemos que poder comunicar esa identidad. Si no somos capaces de que el que bebe un vino de Península la perciba, ese vino no debería existir". Para el rotundo Andreas, el vino tiene que estimularnos a nivel organoléptico, pero va más allá: "También hay otro nivel que yo llamo estético, tenemos que ser capaces de despertar una relación más profunda con ese vino. Eso es lo que llamamos autenticidad". Otro punto clave para Andreas es la sostenibilidad: "Y no solo medioambiental, sino también económica y social. El consumidor gasta dinero en una botella de vino que podría gastarse en comida, cine, libros, viajes… no es aceptable que el vino no sea sostenible. El hecho de que mucho vino que se produce en España se haga de forma no sostenible es un auténtico crimen, y la gente ni lo sabe… Si lo supieran dejarían de tomar vino, y ahí sí que tendríamos una crisis de consumo (y no la que tenemos ahora)". El tercer pilar de Península es la competitividad: "El mundo del vino está mal diseñado, no hay integración entre la parte técnica, la comercial y la financiera. Nosotros queremos que todo lo que hagamos tenga sentido. Por eso llegamos a la conclusión de que no íbamos a gastar ni un euro en nada que no hiciese que el vino fuese más auténtico o más sostenible (como la arquitectura singular o el enoturismo, aunque respetamos a los que lo hacen). Esto nos ha permitido que nuestros vinos lleguen al mercado a un precio muy justo. Los vinos de Península merecen ser bebidos. Ese es un poco nuestro eslogan".

La 'revolución' serena
Andreas defiende el sector del vino con verdadera pasión; pero es muy consciente de los problemas a los que se enfrenta: "El mundo del vino es precioso, pero también es tremendamente difícil porque está muy fragmentado. No hay otro mundo en el que tengas miles de competidores, que además hacen cosas muy similares. Y, si somos sinceros, está muy mal pensado y gestionado". También critica el esnobismo que rodea al mundo del vino: "Pienso que a veces nos damos demasiada importancia a nosotros mismos". Él lo combate con honestidad y un afilado sentido del humor: "Recibir el título de MW fue más una satisfacción profunda por el esfuerzo realizado (dediqué seis años, lo normal) que una gran alegría. De repente, nadie te cuestiona: eres de las personas que más saben de esto, ya puedes decir cualquier tontería y nadie te pone en duda. Es una ventaja genial (risas)". Andreas es un hombre sereno con impulsos irrefrenables: "Me encanta la gastronomía, soy capaz de irme donde sea solo para comer en un sitio. La belleza de la gastronomía, como la de cualquier manifestación cultural, incluyendo el vino, está cuando trasciende el placer solamente sensorial y de alguna manera toca una fibra en ti más allá. Eso es una cosa que yo creo que en España nos cuesta mucho entender". Otra de sus grandes pasiones es el snowboard: "Descanso más en una semana haciendo snowboard que en dos semanas en la playa. Me gustan las cosas activas que te obligan a estar en movimiento". Andreas nunca se para. El nuevo desafío de Península es Badiola, en Villabuena de Álava, "un proyecto absolutamente fascinante con Gorka Izagirre: vinos de origen, 300 parcelas de viñedo con una edad media de 55 años en la Sierra de Cantabria. Buscamos una expresión más auténtica y de terroir de Rioja, es el gran reto que tenemos en los próximos cinco años. La ambición es hacer algunos de los mejores vinos de Rioja y de España". Antes de despedirse, nos regala una botella de su Vino de Montaña elaborado en las Sierra de Gredos y Gata: "¡No es para catar, es para disfrutarlo!", repite. La revolución puede ser muy placentera.

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