Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).
Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.
Este tipo de genialidades están reservadas a espíritus curiosos, inconformistas y lo suficientemente humildes como para visualizar oportunidades lejos de nuestro lugar de origen. Podemos hablar, sin miedo a equivocarnos, de que es un verdadero icono que ha trascendido a modas y generaciones y de que ha estado y sigue estando presente en los momentos de disfrute y celebración de millones de personas. Todo un paradigma de la democratización del vino.
1975
El inquieto espíritu de Antonio Pedro Barbadillo Romero lo llevó a explorar elaboraciones blancas internacionales de perfil amable y frutal que podían asemejarse a los mostos de su bodega antes de ser sometidos a la crianza biológica y oxidativa. Así nació todo un emblema.
2022
Tras décadas de éxitos, este es el año en el que se gesta el último gran cambio: el mítico Castillo de San Diego pasó a llamarse Barbadillo Blanco de Albariza, manteniendo, eso sí, la reconocible botella verde. Una evolución que persigue una vocación de autenticidad y origen.
Icono del sur
Este vino pionero llevó en la primera etiqueta la curiosa mención de Vino Noble de Mesa. Su nombre, Castillo de San Diego, lo tomó de la calle en la que está ubicada la bodega en Sanlúcar de Barrameda. Aquella idea peregrina en su momento se convirtió en un verdadero hit.
Variedad y suelo
Un cambio con el que se pone el foco en las particularidades que la albariza imprime al vino, así como la variedad por excelencia de su Cádiz natal. Frescura, agilidad y la sapidez que deja ese toque salino son sus principales atributos. Un tridente clave para la versatilidad gastronómica.