- Laura López Altares
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- 2025-06-06 00:00:00
El vidrio ha acompañado a los humanos en cada paso de su existencia: ya en tiempos prehistóricos se utilizaba en forma de roca volcánica como la obsidiana para crear recipientes, armas, amuletos o espejos; y tras su fortuito descubrimiento en esa providencial mezcla de minerales, arenas y fuego se convirtió en uno de los materiales más apreciados.
Frágil pero resistente, singular, mágico y reciclable hasta el infinito, comenzó en el siglo XVII un vehemente idilio con el vino que perdura hasta nuestros días, alzándose como su recipiente más sostenible y el que mejor preserva sus cualidades organolépticas. Aunque también le aporta valores intangibles: una identidad, una historia. O más bien millones. Todas las que caben en una botella de vidrio.
Y sus fabricantes, que hoy buscan la ligereza y la personalización, nos han esbozado unas cuantas.
Transparente, hermético, muy singular, bello, infinitamente reciclable, tan frágil y tan resistente a la vez, muy vivo pero después inerte, brillante, enigmático... El vidrio es uno de los materiales más fascinantes que existen, y tal vez por eso civilizaciones como la egipcia, la inca o la griega lo hayan considerado un elemento casi mágico, vinculado a la inmortalidad y símbolo de conexión con el más allá: de hecho, le han atribuido el poder de infundir sabiduría, proteger de todo mal o incluso de reflejar el alma o el destino. Unido inevitablemente al fuego, está presente en la naturaleza en forma de rocas volcánicas como la obsidiana, que ya empezó a utilizarse durante la Prehistoria para construir distintos recipientes, objetos defensivos, rituales y decorativos... o los primeros espejos.
Cuenta José María Fernández Navarro en El vidrio –publicado por el CSIC– que los hallazgos más antiguos de obsidiana proceden de Oriente Próximo, donde se inició la revolución neolítica, aunque su uso más extendido fue el continente americano, "donde se han hallado abundantes objetos fabricados con este material procedentes de las civilizaciones precolombinas". También señala que es imposible situar en el tiempo y el espacio la aparición de los primeros objetos de vidrio obtenido con interacción humana, pero apunta a que sucedió de manera fortuita y probablemente a manos de los primeros fundidores de metales o alfareros: "Dentro de un amplio margen de imprecisión puede asegurarse que el vidrio nació en la región conocida como la media luna fértil, que abarcaba el territorio comprendido entre los ríos Tigris y Éufrates y se extendía desde la costa mediterránea de Siria hasta el Golfo Pérsico, y que este acontecimiento tuvo lugar entre finales del Neolítico y los comienzos de la Edad del Bronce, coincidiendo con la iniciación de la metalurgia".
Los vestigios más antiguos de vidrio se remontan a hace 4.500 años, y desde Anfevi, la Asociación Nacional de Fabricantes de Envases de Vidrio, indican que las primeras piezas hechas íntegramente de vidrio datan del año 2.100 a.C. La cronología de estas pruebas desafía una de las teorías más difundidas sobre el descubrimiento del vidrio, recogida por Plinio el Viejo en su fascinante enciclopedia Historia Natural. El historiador latino afirmaba que fueron unos mercaderes que desembarcaron junto al río Belus, en Siria, quienes lo descubrieron por casualidad al calentar sus ollas sobre bloques de nitro –o trona, una combinación natural de carbonato y bicarbonato sódico–, la mercancía que transportaban: al derretirse con el fuego y mezclarse con la arena de la ribera, escribe, "se convirtieron en arroyos claros y transparentes de un noble y jamás visto licor, y ello fue el origen del vidrio".
La sinuosa piel del vino
De aquel candente río habría surgido, según esta curiosa teoría con más de leyenda que de certeza, uno de los materiales más antiguos del planeta. En torno al siglo II a.C. empezó a ser moldeado por maestros vidrieros fenicios que, con su providencial soplido (se dice que la invención de la caña para soplar vidrio tuvo lugar en Sidón), le dieron formas inimaginables y elevaron su fabricación a la categoría de arte. Miles de vasos, copas, coronas, cuencos, frascos, vasijas, amuletos, jarras, ventanas, vidrieras, botellas... escribieron en vidrio la historia del mundo durante siglos.
Pero hubo que esperar hasta el XVII para que el vino, tras tantas ánforas y barriles, se encontrara de verdad con su segunda piel, ese vidrio sinuoso que lo contendría desde entonces, sellado por el poderoso tapón de corcho. Fue Dom Pierre Pérignon el primero en "beberse las estrellas" gracias a esa suerte de escudo de contención que propició una segunda fermentación en botella y también el descubrimiento del método champenoise.
Aquel siglo, el XVII, fue muy revolucionario tanto para el mundo del vino como para el del vidrio. El comerciante George Ravenscroft añadió óxido de plomo a la receta del vidrio primigenia, descubriendo el cristal, más ligero, transparente y duradero.
Otra alma revolucionaria, la del antihéroe inglés Sir Kenelm Digby –apasionante personaje de novelesca vida–, supo dibujar como ninguna otra las botellas del futuro gracias al uso de carbón, que permitía alcanzar mayores temperaturas, y a la adición de más cantidad de sílice: en su fábrica de vidrio se forjaban modelos más resistentes, translúcidos y de forma cilíndrica. Sus botellas inspiraron tanto a otros fabricantes que aprovecharon su estancia en la cárcel para atribuirse el invento... hasta que el Parlamento británico reconoció su autoría en 1662 y le otorgó la patente de la botella de vino.
Desde entonces, su reinado es incuestionable o, como dice Adrià Aleix, responsable de la división de vinos de Estal, la empresa catalana especialista en el diseño de envases de vidrio prémium personalizados, "al menos para un tipo de vino: el vino de guarda, el vino de calidad". Aleix defiende que cada tipo de packaging tiene su espacio, su mercado y su tipo de producto: "Obviamente, el bag in box o la lata son alternativas muy interesantes tanto a nivel de coste y de practicidad para el usuario (para una bebida de consumo rápido que se pueda servir en la playa, por ejemplo) como a nivel de conservación y de transporte logístico. Pero, claro, cuando ya vamos a cierto tipo de vinos donde se quiere comunicar una imagen y dar una experiencia de placer, lo van a tener más complicado. Otros materiales no van a aportar esa elegancia ni esa durabilidad en el tiempo: el vidrio puede conservar el vino durante muchísimo tiempo de forma inalterada". En cualquier caso, se muestra optimista con el contexto actual: "A nivel de introducción en el mundo del vino nos vienen fenomenal estas alternativas: hay que coexistir, lo que nos interesa a todos es que el segmento del vino se lleve bien".
Borja de la Torre, responsable de la vidriera toscana Vetreria Etrusca en España y Portugal, coincide con esta opinión, aunque plantea algunas dudas razonables: "Por supuesto que son alternativas al vidrio completamente válidas, todo el mundo tiene que tener su oportunidad de dar a conocer cosas nuevas dentro de los diferentes sectores para que evolucionen; pero para mí son alternativas que impiden darle al vino la importancia que tiene. Creo que son alternativas sostenibles, pero en realidad no sé hasta qué punto el bag in box es más sostenible que una botella de vidrio, que se puede reciclar infinitas veces". Para De la Torre, el envase sí que puede provocar un impacto en la experiencia de disfrutar el vino, aportando un toque de ceremonia "y romanticismo" al momento. Pero, sobre todo, esa capacidad extraordinaria de mantener intactas las cualidades organolépticas del vino.
Karen Davies, secretaria general de Anfevi –las empresas que la integran representan más del 98% de la producción de envases de vidrio en España–, recuerda que el sector del vino constituye una de las principales áreas de demanda dentro de la industria vidriera en España (representa un 30% de las ventas nacionales): "Nosotros creemos firmemente que el vidrio es mucho más que un simple envase: es un elemento clave en la historia, la identidad y la preservación del vino. De hecho, es exigencia regulatoria en muchas denominaciones de origen, que establecen expresamente su conservación y comercialización en botella de vidrio como garantía de calidad y autenticidad".
Como enumera, el vidrio no solo protege las cualidades de su contenido y es respetuoso con el medio ambiente; también se adapta a las necesidades del producto, es personalizable... y el envase favorito de los consumidores europeos según diversos estudios: "Su seguridad alimentaria respalda una conservación óptima, manteniendo intactas las propiedades organolépticas del vino desde su embotellado hasta su consumo. Aporta además valor añadido, desde lo comercial a lo estético, de lo cultural a la liturgia de descorchar una botella de vino y, por supuesto, un valor medioambiental indiscutible al ser un material natural y 100% reciclable que ofrece además la posibilidad de ser reutilizable, una alternativa que el sector del vino también está estudiando para aprovechar todas las cualidades ecológicas de este envase".
En la era de la sostenibilidad
Para producir un kilo de vidrio fundido se necesita 1,1 kilo de materia prima; es decir, arena de sílice, carbonato de sodio, caliza y ese vidrio infinitamente reciclable que se ha convertido en un estandarte de la sostenibilidad y la economía circular. Borja de la Torre matiza que la clave para ser más sostenibles está en el uso que se hace del vidrio reciclado al crear una nueva botella: "Es muy difícil hacer una botella con el 100 % de vidrio reciclado porque necesitas otras materias primas. Por ejemplo, en nuestro color verdetrusco®, el más sostenible y nuestro buque insignia (lo desarrollamos para el sector del aceite y protege las características organolépticas del producto hasta en un 99,9%), estamos haciendo una botella con un 90% de vidrio reciclado. El 10% restante son los minerales y arenas".
El embajador de Vetreria Etrusca en la Península Ibérica afirma que las vidrieras tienen un papel muy importante en cuanto a la sostenibilidad productiva, y cuenta que el 80% de los materiales que utilizan proviene de proveedores locales: "El vidrio reciclado lo traemos de entre 150 y 200 kilómetros a la redonda de Vetreria Etrusca. Si podemos mantener en el tiempo nuestro color verdetrusco® es porque nuestras materias primas vienen siempre de los mismos puntos, las conocemos muy bien. Si no, sería imposible porque en el reciclado del vidrio hay muchísima rotación".
19 días es lo que tarda un envase de vidrio en estar listo para convertirse en un nuevo recipiente desde que se deposita en el contenedor verde. Y, cuanto más cerca esté ese vidrio reciclado de quienes lo utilizan para dar vida a nuevos envases, más sostenible será todo el proceso. Adrià Aleix, de Estal, incide en esta línea: "El vidrio siempre es vidrio, sí, pero se puede producir de distintas formas a partir de materiales reciclados o no reciclados, y materiales que vienen de zonas más cercanas o más lejanas. Entonces, jugando con todos estos parámetros, se puede llegar a tener vidrio más sostenible. El material reciclado posconsumo que usamos nosotros se obtiene de un radio de unos 50 kilómetros alrededor de los hornos. Además, hemos desarrollado un vidrio que llamamos Wild Glass, que es un vidrio hecho 100% a partir de vidrio posconsumo reciclado de contenedor, por lo que generamos alrededor de un 40% menos de CO2 en comparación con un vidrio estándar".
Como también apunta el responsable de la división de vinos de Estal, el vidrio es un material totalmente inerte que se puede reprocesar y con un ciclo de vida casi infinito. Su reverso es que consume una energía considerable a la hora de producirlo y transportarlo. Por eso, desde hace años, las vidrieras están trabajando en botellas más ligeras: "Ahora sí que estamos en una fase donde la sostenibilidad importa y hay una conciencia para que las botellas sean cada vez más ligeras. Antes simplemente uno se enfocaba en hacer botellas más perfectas, blancas, brillantes y pesadas para enfatizar ese aspecto lujoso. Pero la ligereza es una tendencia que ya lleva unos cuantos años en la mayoría de mercados. En Estal estamos considerando opciones de transporte con métodos que usan biofuel y medidas más sostenibles, por decirlo de alguna manera, intentando reducir el impacto a todos los niveles. También hemos comenzado a usar algunos hornos con hidrógeno, con tecnologías híbridas. Al final lo que tiene que ser sostenible es el círculo de la cadena de valor".
Borja de la Torre, de la pequeña vidriera familiar Vetreria Etrusca, destaca exactamente la misma línea de actuación: "Por cómo va el mundo de la sostenibilidad, nos hemos centrado en botellas un poco más ligeras. Lo bueno que tenemos es que nos adaptamos y podemos seguir dando un toque de distinción a botellas ligeras a través de la personalización".
Esta demanda de personalización de las botellas para diferenciar vinos de gama más alta es una tendencia consolidada que explica al detalle Adrià Aleix: "Como las botellas son más livianas y llegan al punto de venta desnudas, se intenta compensar esa falta de packaging (porque el consumidor se ha dado cuenta de que ciertos excesos no son necesarios) haciendo una botella más bonita, jugando con el diseño y la personalización. Eso le va dar al cliente una herramienta más a nivel de marketing".
Manuel Jordano, market leader Iberia de Berlin Packaging Iberia –el mayor proveedor de envases híbridos de vidrio, plástico, metal y cierres del mundo–, también sostiene que la diferencia hoy la marcan los formatos personalizados y, por supuesto, más sostenibles: "Como hybrid packaging supplier®, perseguimos nuestra visión de la sostenibilidad desde el principio, concibiendo, diseñando y comercializando nuestras soluciones para optimizar el equilibrio entre el máximo rendimiento y el mínimo impacto medioambiental. Por ejemplo, nuestro modelo Aurelia es perfecto para vinos ecológicos y biodinámicos: una botella de carbono reducido y compensado fabricada en una instalación alimentada por combustible producido a partir de fuentes renovables y certificada por Ecopower".
Lluvia de fuego
Para conseguir dar forma a todas estas historias tatuadas en una botella hay que trabajar con precisión cirujana –pero alma artística– en un material muy vivo y moldeable que cuando se enfría se solidifica y se vuelve tremendamente frágil. El primer paso es fundir el vidrio reciclado de una de sus infinitas vidas, arena de sílice, caliza y carbonato de sodio a más de 1.500 grados durante un proceso que tiene mucho de alquímico. "Lo que tienes que hacer es, mediante una serie de conductos, llevar ese vidrio fundido hasta un molde al que cae por gravedad desde aproximadamente tres metros de altura. Las gotas son de color naranja fosforito, como llamas que primero descienden hasta un canal que las redirige a un molde. Ese molde pesa más de 200 kilos porque al recibir gotas constantemente a más de 1.600 grados tiene que aguantar. Y es una cosa espectacular de ver. Imagina un horno que es como un salón de grande a una temperatura altísima por donde corren una especie de ríos de lava. De nuestros hornos salen cuatro canales, así que serían como cuatro ríos de lava", explica Borja de la Torre, responsable de Vetreria Etrusca en España y Portugal.
En esta histórica vidriera toscana cuentan con dos hornos de fusión: uno para producir recipientes en color verdetrusco® y otro para el vidrio claro (extra blanco y medio blanco). Para que sea más fácil hacerse a la idea de lo que supone el proceso de producción de sus creaciones, Borja recurre a una imagen muy potente e hipnótica: "Es como cuando vimos la lava recorriendo la ladera de la montaña en La Palma. Tú no ves el vidrio dentro de los canales porque están sellados para que no se pierda la temperatura, pero cuando llega hasta el punto donde tiene que caer es donde ves realmente esas gotas y es como si vieras llover lava".
Adrià Aleix comparte la fascinación por este proceso tan extremo: "Ese río brilla con luz propia, así que casi no hace falta iluminación porque el propio vidrio ya da la luz a la sección. Luego cae en moldes y, a partir de soplado y luego templado progresivo, llegamos a la botella final". En Estal, ese horno digno del mismísimo Vulcano tiene una peculiaridad interesante: "Nosotros bajamos las temperaturas del horno porque el vidrio reciclado se puede fundir a menor temperatura que si partimos de sílica y de minerales, lo cual obviamente también supone un ahorro a nivel de consumo de horno y gasto de energía y CO2".
Mensajes en una botella
Desde que se estandarizó la botella de 75 cl en la primera mitad del siglo XIX y surgieron las primeras etiquetas, el mundo del vino ha vivido un puñado de revoluciones... pero la forma de las botellas ha sido casi constante. "En el sector de vino, que es muy tradicional, seguimos con botellas bordelesas y borgoñas, aunque más ligeras. Como vidrieros intentar dar alternativas a lo que se está consumiendo porque ha cambiado muy poco", señala Borja de la Torre.
Sin embargo, Adrià Aleix asegura que, comparado con otros sectores, incluso podría considerarse innovador: "En nuestras divisiones que se encargan de productos de cosmética, de fragancias... sí se ve mucha más evolución. Si comparamos con esas líneas de negocio, obviamente el segmento del vino es el más conservador, el más prudente a nivel de creatividad. Pero si lo comparamos con otros segmentos, igual incluso es un poco más innovador. Depende mucho del cliente: algunos son muy clásicos, pero otros están en zonas donde no les da miedo romper los moldes. Nosotros no estamos simplemente a la escucha del cliente para ofrecer nuestros productos, sino también para crear y desarrollar los que necesitarán hoy o incluso mañana. A veces proponemos soluciones que no se han usado nunca y rompen un poco los esquemas en la industria".
Entre los encargos más originales que ha recibido Estal se encuentra una botella de forma hexagonal que facilita su almacenamiento. O una botella con tapón de rosca que habían diseñado para bebidas destiladas, "muy craft y muy artesana, con textura. La bodega la eligió para atraer un público joven que justamente no quiere la misma botella de vino que tienen sus padres en la mesa".
Para esta empresa, que dio sus primeros pasos en 1998 (y que hoy tiene el corazón dividido entre Barcelona y Girona), en la propia botella desnuda ya hay esbozada una historia: "Al final es jugar con diseño y con material para conseguir tener una botella bonita, una botella que dé un resultado serio a nivel funcional, pero también a nivel de imagen de producto. Nuestras botellas muchas veces comunican ya sin tener que ir más allá: tú la coges sin etiqueta, sin vino dentro, sin tapón, sin nada, y ya te está transmitiendo".
La sensibilidad creativa es una de las señas de identidad de Vetreria Etrusca, que inició su andadura en 1920 en Empoli, una ciudad toscana cerca de Florencia: "Giovanni Bartolozzi, el fundador de Vetreria Etrusca, es una persona creativa, y esa creatividad se traspasa de generación a generación. Lo que nos permite tener esa distinción creativa es nuestra forma de producir. Tenemos una maquinaria que nos da mucha flexibilidad y por eso podemos hacer producción de pequeñas cantidades de muchos artículos diferentes a la vez. Así dejamos escapar la creatividad y la imaginación para poder llenar todos los huecos de producción diferentes que tenemos: ¡hacemos más de 2.500 artículos! Y hay que llegar a la creatividad funcional. Porque tú puedes hacer una botella con una forma muy espectacular, pero luego la funcionalidad es muy frágil: tienes que poder transportar la botella, llevártela a una cena...".
De aquellos primeros fiascos redondeados que las mujeres toscanas vestían con una suerte de traje de mimbre para protegerlas a botellas tan atrevidas como "una en forma de mano donde el vino sale por el pulgar" han pasado más de 100 años. Y la sorpresa sigue a la orden del día en Vetreria Etrusca: "Los productores más jóvenes que hacen elaboraciones especiales son los que demandan cosas más diferentes".
En Berlin Packaging –con sede central en Milán– han detectado otros cambios relevantes en las demandas de sus clientes, según destaca Manuel Jordano: "Actualmente, el modelo más demandado es el modelo borgoña: hemos pasado de unos años donde la botella bordelesa era la estrella a dar un giro y concentrar numerosas solicitudes de borgoñas. También se está trabajando mucho en la botella blanca con un diseño especial para los vinos rosados, que están muy de moda. Hemos visto un auge en este segmento de vinos, que hasta ahora no tenían mucha demanda. Sin duda, el gran crecimiento en el mundo del vino está ligado al vino rosado".
Dice la secretaria general de la Asociación Nacional de Fabricantes de Envases de Vidrio, Karen Davies, que "la botella ha evolucionado en paralelo con el vino para seguir innovando y ofreciendo soluciones que respondan a los retos del sector vitivinícola".
Y quizá en estos tiempos tan caóticos pero estimulantes estemos ante una revolución en ciernes, como sugiere Adrià Aleix, responsable de la división de vinos de Estal: "Ahora estamos empezando un proceso donde tanto la industria del vino como la del vidrio se van a reinventar y se van a reconceptualizar bastante. Yo creo que en los próximos 10 años vamos a ver unos cambios bastante drásticos en la industria del vino en general y, obviamente, la industria del packaging y del vidrio seguirán detrás. O sea, no es por el vidrio que cambiará el vino: es por el vino que cambiará el vidrio".