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La Vinoteca mallorquina: tienda y asesoría

  • Redacción
  • 1999-12-01 00:00:00

Aislamiento es palabra que viene de isla, pero no supone un determinismo para quienes viven y trabajan mas allá del mar. Juan Luis Pérez de Eulate y su cuidado y bien abastecido establecimiento mallorquín, La Vinoteca, son buena prueba de ello. Su comunicación con el mundo del vino es ejemplar. Y pocas enotecas de la península y aun de las grandes capitales ostentan un currículo tan deslumbrante y una agenda tan viva,
Una dedicación que le ha valido la concesión del Premio Nacional Alimentos de España, “por la difusión de la cultura del vino”. Con el mérito añadido de un trabajo completamente independiente y unos medios limitados, incluso en el espacio de una tienda coqueta pero diminuta.
Ahora eso ha cambiado. Hace unos días inauguraba la nueva vinoteca, 450 metros climatizados, con un diseño innovador y atractivo que combina la exposición de todas las referencias -más de mil- y un almacén abierto y accesible.
“Crecer era una necesidad, sobre todo para facilitar el trabajo fundamental que, para mí, consiste en poner en contacto al productor con el consumidor. En el nuevo edificio la sala de cata, con capacidad para 25 personas, ha tomado ya forma permanente. Hasta ahora tenía que preparar las degustaciones a la hora del cierre del local y acarrear las copas y el servicio para lavarlas en casa. Eran dificultades añadidas que, a veces, nos impedían poner en práctica un montón de ideas”.
Otras muchas, sin embargo, se han hecho realidad desde que, como un turista más, llegó a Mallorca hace diez años.
“Fue un amor a primera vista. Para un navarro amante de la naturaleza, esta luz y este mar eran una tentación. Y caí en ella. Me quedé aquí, pulí los conocimientos que como buen aficionado tenía sobre el vino y en el 92 inauguramos la pequeña Vinoteca pensando, sobre todo, en la labor de asesorar a los aficionados y a los profesionales, tanto a los bodegueros como a la hostelería”.
Nacieron así los ya prestigiosos cursos mensuales de iniciación a la cata, las jornadas sobre vinos mallorquines, sobre otras zonas vinícolas y variedades de uva, las conferencias, la formación de los restauradores para mantener en condiciones óptimas sus bodegas y configurar las cartas de vinos...
“Lo más sonado, aunque también lo más difícil y satisfactorio, ha sido instituir la muestra anual de vinos que bautizamos como “La Magia del Bodeguero”. Acuden los elaboradores más interesantes del país, y allí los asistentes, con su copa en la mano, van recorriendo los stands y hablando directamente con ellos. Esta comunicación directa es la mejor forma de aprender, amar y recordar cada trago”.
El público acude, como a la tienda, con un talante abierto, y los residentes extranjeros propician un consumo cosmopolita. Juan Luis, joven, activo, un punto revolucionario, a contracorriente, transmite, sin embargo, esa milagrosa calma que requiere el vino.
Y aún rescata tiempo para colaborar en la bodega que ha dado a luz un sorprendente vino mallorquín, el Ánima Negra.

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