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Beatriz Ochoa

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  • Laura López Altares, Foto: Salvador Arellano
  • 2025-06-06 00:00:00

La gerente de Ochoa, sexta generación al frente de la empresa familiar junto a su hermana Adriana, ha impulsado el nuevo rumbo de la bodega navarra, que bajo el lema 'Ahora, aquí y siempre' busca despertar la curiosidad por el territorio a través de sus vinos.


 Como hija orgullosa del norte que es, Beatriz Ochoa habla con una claridad refrescante, sin barroquismos ni enredos. Directa y certera, la gerente de Bodegas Ochoa expresa dos deseos entrelazados: "Que las nuevas generaciones descubran que el mundo del vino es muy rico: tiene muchas cosas para aprender si quieres aprenderlas y, si no, para que las disfrutes. Paisajes que son viñedos chulísimos, cientos de bodegas distintas para visitar... Puedes viajar y conocer mundo a través del vino porque hay muchas zonas productoras donde forma parte de la cultura, como aquí. Yo sé que somos una bodega pequeña, pero me encantaría que aportáramos nuestro granito de arena y poder ayudar a que Navarra mejore su posición en el mercado del vino: que resuene y se haga un hueco en las cartas de los restaurantes. Una de las cosas que más me gustaría lograr es que Navarra tenga mejor nombre". Para conseguirlo, promete "mejorar Ochoa todo lo que pueda desde mi posición", y propone sumar esfuerzos para visibilizar el territorio: "Yo, por ejemplo, más que dividir en subzonas, haría fuerza juntos".
Desde que la familia Ochoa encomendó su destino a las viñas hace 180 veranos, quizá el valor que mejor los defina sea la valentía, esa que llevan por bandera Beatriz y su hermana Adriana (directora técnica), la sexta generación al frente de una bodega que ha dado un giro notable en los últimos años: "Al principio, los cambios que propusimos fueron más moderados: manteníamos cosas por el legado, era como un miedo al salto; pero fueron más firmes desde que decidimos trabajar en el lanzamiento de la nueva imagen de las etiquetas y de la bodega, que hemos hecho coincidir con este año que celebramos el aniversario. Al final hay que ser valiente para decir no solo al mercado, sino también a la generación anterior, que ahora esto lo llevamos nosotras, que llevamos 180 años y que queremos seguir sumando. No nos vamos a quedar con que había cosas que se hacían muy bien antes, tenemos también que poner nuestra huella. Cada generación en Ochoa ha hecho algo que ha ido dejando huella, y ahora nos toca a nosotras hacer el proyecto a nuestro estilo".

Una estirpe histórica
Bajo el nuevo lema Ahora, aquí y siempre, los vinos de la bodega buscan, sobre todo, provocar el disfrute y despertar la curiosidad: "Tenemos unos vinos que hablan del presente, del ahora: son vinos para disfrutar, vinos que tienen la experiencia de todas las generaciones anteriores y elaborados por la última. Yo creo que nos hemos actualizado y son vinos más frescos en general. Ahora trabajamos también con huevo de cemento, estamos haciendo crianzas en fudre, sobre lías... Jugamos con otras cosas distintas también en la elaboración de los vinos. Y nuestros monovarietales, por ejemplo, van destinados a un público que busca algo diferente, que quiere probar cositas distintas que le llamen la atención, que le hablen de un paisaje a través de una copa de vino".
Beatriz y Adriana reivindican así su lugar en la historia de Ochoa, pero lo hacen con un respeto reverencial al legado de su madre y su padre, los carismáticos Mariví Alemán y Javier Ochoa. Junto a ellos hacían "merendolas en la viña" cuando eran pequeñas, y también los esquivaban para planear travesuras en la bodega. Beatriz recuerda la viña como "un sitio de reunión y disfrute", pero tardaría años en descubrir su vocación.
"Yo realmente terminé la carrera de Administración de Empresas en los años difíciles de la crisis, en 2008. Me saqué la beca Leonardo y me fui a Reino Unido a trabajar en una empresa que exportaba productos de algodón para bebés. Aunque el trabajo me gustaba y acabaron ofreciéndome un puesto interesante, no me veía viviendo en las Midlands. Y entonces decidí buscarme la vida. Mis padres iban a Reino Unido bastante porque es un mercado prioritario para nosotros, y yo los acompañaba a catas, presentaciones, fiestas... y me di cuenta de que me encantaba el sector. Pero quería probar a volar sola en vez de volver a casa, que me parecía un poco endogámico", comenta entre risas.
Entonces, se mudó a Londres y comenzó a trabajar en la cadena de vinotecas Odd Bins Wine Merchant, una etapa providencial que marcó definitivamente su camino: "Como no les iba muy bien, decidí seguir profundizando y aprendiendo en el sector dentro de la bodega familiar. ¡Pero pasé de Londres a Olite, imagínate el cambio radical!". Lo que más le atraía era la parte comercial, aunque durante esta etapa dedicó gran parte de su tiempo a aprender más sobre el campo y la viña. Después encontró su sitio en Pamplona y decidió prepararse para tomar las riendas de la bodega familiar: "Mis padres me dejaron las puertas abiertas para que decidiera qué quería hacer: me dijeron que si me quería quedar, perfecto, pero que si prefería volver a irme, pues adelante. Y la verdad es que decidí quedarme. Yo viajaba muchísimo, hacía trabajo de comercial para exportación de la bodega, marketing también... Elegí el puesto más libre porque soy un alma libre".
Al mirar atrás, Beatriz lamenta no haberse ido a vivir a Estados Unidos cuando tuvo oportunidad, pero cada paso que dio la llevó más cerca de tomar las riendas de Ochoa, el gran trabajo de su vida: "Cuando ya terminé el MBA, mi madre se jubiló y yo entré como gerente en 2016. Ese fue el momento de empezar a hacer el proyecto más nuestro".
 
A los pies del desierto
Una de las cosas que más le atrajeron del proyecto familiar fue la situación del viñedo, con esa dualidad tan peculiar entre el abrazo del Atlántico y la fuerza del desierto de las Bardenas Reales: "Traibuenas es un sitio muy bonito porque tienes la influencia del desierto hacia el sur y luego la parte atlántica. Hay añadas que son claramente atlánticas (como la 24) o claramente desérticas, pero luego hay algunas superequilibradas. Los vinos son superfrescos, con una acidez alta, pero a la vez hay ligereza a pesar de estar en la puerta del desierto. Y también trabajamos con nuestras propias levaduras para hacer que esto sea así y que los vinos sean más naturales, más auténticos".
Adentrarse en el paisaje lunar de las Bardenas Reales es como pasear por otro planeta, por el mismísimo Mar Dothraki de Juego de tronos, en un inesperado desierto a 70 kilómetros de los Pirineos: "Es muy diferente, sí, yo creo que tenemos un microclima donde se chocan un poco los dos titanes climatológicamente hablando. Si la gente piensa en Navarra, piensa en el bosque de Irati, lzama y en los bosques verdes, que los hay también. Pero en la parte sur hay unas zonas muy chulas. Y al final puedes hacer vinos muy bonitos y que hablen de este paisaje, que hablen de dónde estamos".
Como os contamos en nuestro reportaje Moscatel, el resurgir de una uva maldita del número 300 de MiVino, en Bodegas Ochoa se han convertido en auténticos cruzados de la Moscatel de Grano Menudo navarra: "Somos unos grandes defensores de esta variedad, es muy importante para nosotros y pensamos que con ella se pueden hacer maravillas: de las 89 hectáreas de viñedo que hay en la D.O.P. Navarra, ¡26 son nuestras! La defendemos a capa y espada. Este año hemos sacado un vino blanco seco de Moscatel, Oxoa, con una producción muy pequeñita. También tenemos el vino dulce y el Moscato, que creo que tiene un filón de crecimiento porque va acorde a las nuevas tendencias de vinos de baja graduación, vinos más fáciles para la gente que está empezando a beber vino. También tiene un cierre muy innovador que guarda la burbuja... Tiene muchas cosas".
Otro vino de Bodegas Ochoa que destaca Beatriz es su emblemático Rosado de Lágrima: "Creo que Adriana lo ha mejorado, o lo ha adaptado a los tiempos que corren también. Porque entiendo que cada uno también iba haciendo el vino que los tiempos pedían". En cuanto a su papel en la bodega, Beatriz Ochoa se considera una buscadora de tendencias y deseos: "Yo creo que aporto la visión de la calle; o sea, del consumo, de lo que están pidiendo nuestros clientes. Veo dónde podemos vender nuestros vinos, dónde encajan mejor y con quién encajan. En definitiva, una visión más global".