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El Lazarillo de Tormes y un jarrillo de vino

  • Redacción
  • 2007-11-01 00:00:00

El Lazarillo es un personaje humano abrumado, desde su infancia, por una necesidad biológica: el comer; y otra más bien cultural: el beber, vino por supuesto. Dos necesidades que preservan su propia existencia, basada en una contundente frase: «me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy.» Es el vino un fiel acompañante que llega a aliviar sus pesares, pero desgraciadamente también los de sus señores, por esto el vino es un preciado don al cual es necesario vigilar con el máximo esmero. El texto que describe todos estos cuidados es una joya: «Usaba poner cabe si un jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy de presto le asía y daba un par de besos callados y tornabale a su lugar. Mas turome poco, que en los tragos conocía la falta, y por reservar su vino a salvo nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido; mas no había piedra imán que así trajese a sí como yo con una paja larga de centeno, que para aquel menester tenia hecha, la cual metiendola en la boca del jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches. Mas como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y dende en adelante mudo proposito, y asentaba su jarro entre las piernas, y atapabale con la mano, y ansí bebía seguro. Yo, como estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acorde en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sotil, y delicadamente con una muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrabame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor della luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destillarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada: espantabase, maldecía, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo que podía ser. «No diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no le quitáis de la mano.» Lázaro “está hecho al vino” que las tretas para conseguirlo le conducen a esto: «Fue tal el golpecillo, que me desatino y saco de sentido, y el jarrazo tan grande, que los pedazos del se me metieron por la cara, rompiendomela por muchas partes, y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quede.» Aunque el vino le sirve a Lázaro para preservar su salud: «Hicieronnos amigos la mesonera y los que allí estaban, y con el vino que para beber le habia traído, lavaronme la cara y la garganta, sobre lo cual discantaba el mal ciego donaires, diciendo: «Por verdad, mas vino me gasta este mozo en lavatorios al cabo del ano que yo bebo en dos. A lo menos, Lázaro, eres en mas cargo al vino que a tu padre, porque él una vez te engendro, mas el vino mil te ha dado la vida.» Y luego contaba cuantas veces me habia descalabrado y arpado la cara, y con vino luego sanaba.

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