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Vino y decadencia de España (I)

  • Redacción
  • 2000-07-01 00:00:00

Resaltar la importancia del vino en nuestra cultura sería un aserto muy poco rechazable por parte de nuestra masa pensante, pero no creo que sea tan aceptable ya la tesis de que una razón fundamental de nuestra “decadencia” haya sido el vino. Una hipótesis que entra de lleno en ese nuevo género histórico, tan a la moda, practicado por los historiadores, y que se puede resumir en forma interrogativa: ¿Qué hubiera sucedido si...?
En el año 1261 las huestes sarracenas pretendían recuperar todo el Reino de Murcia, apoyados por Ben-Alamar, Rey de Granada. El Rey Fernando III había entregado la villa de Caravaca a los Caballeros del Temple. En Caravaca, los sublevados conquistaron la población, pero el Castillo fue defendido tan bravamente que los moros, que acaudillaba Aben-Alazar, no pudieron tomarlo. Durante el tiempo que duró el sitio del Castillo se corrompió el agua del aljibe, produciéndose entre sus moradores una mortífera enfermedad. Varios Caballeros Templarios se ofrecieron voluntarios, y burlando la vigilancia de los moros, salieron con sus caballos y unos pellejos para traerlos llenos de agua. No hallándose cerca, cabalgaron hasta el sitio llamado “El Campillo”, que desde entonces se llama “de los Caballeros”, y después de luchar con los moros, llenaron los pellejos de vino al no hallar agua. Y rompiendo por segunda vez el cerco regresaron al Castillo. Bañada la Cruz en el vino, lo dieron de beber a los enfermos, sanando todos (hoy día la Fiesta de los Caballos del Vino rememora este hecho). Un hecho significativo que refleja una situación histórica con perfecta nitidez. Cuando Fernando III recibe la corona castellana en 1217, por renuncia expresa de su madre Berenguela, se lleva a cabo la conquista de gran cantidad de reinos y se extiende su poder hacia el sur. Un hecho histórico de gran trascendencia si se hubiera aprovechado hasta sus últimas consecuencias. En efecto, la economía andaluza estaba orientada, fundamentalmente, al cultivo de la viña y el olivar, lo que suponía una estructura productiva muy diferente a la que ostentaba la primacía: la exportación lanera y la poderosa organización ganadera de la Meseta. El proceso seguido, en aquella extensión de poder y terreno, consistió en repoblar los nuevos territorios, una vez expulsados los musulmanes, con gente castellana, una repoblación que fue insuficiente en número, y lo que es más grave, aquellos repobladores no fueron capaces de adaptarse al sistema de cultivo de las tierras andaluzas, por lo que tarde o temprano acabaron por vender sus tierras y reemigrar hacia el norte. La estructura productiva andaluza, a consecuencia de este hecho, quedaba profundamente trastocada. Cuando Alfonso X en su Crónica general nos dice de España: “Abondada de miesses, deleitosa de fructas, viciosa de pescados, sabrosa de leche, alegre por buenos vinos”, nos está reflejando un estado de cosas que hubiera podido ser y que ya se estaba convirtiendo en algo inalcanzable. (Cuando Alfonso X El Sabio, en 1264, lleva a cabo la conquista de Jerez, se produce, momentáneamente, un un giro de 180º para nuestros vinos: los cristianos, para diferenciarse de los árabes, tomaban carne de cerdo y bebían vino, e incluso se lo daban a beber a los caballos antes de las batallas, para que éstos se lanzaran marchosos contra el enemigo. El Rey Alfonso X tuvo sus propios viñedos en Jerez y los cuidaba personalmente).
La conquista de Andalucía, con sus vinos, aceites, cueros y otras materias exportables, habría podido generar un pujante tráfico de exportaciones (el poco que existió quedó muy pronto en manos de italianos, sobre todo de genoveses), capaces por sí mismas de generar unas inversiones internas y, de este modo, llegar a constituir un tejido productivo de corte eminentemente moderno. No existió una inversión ni en dinero ni en esfuerzo por implantar una manufactura genuinamente castellana.

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