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Variedad, terruño y cepas viejas

  • Redacción
  • 2001-09-01 00:00:00

Existen centenares de clases de vid distribuidas por todo el mundo, aunque tan sólo unas pocas tienen trascendencia en el negocio de los vinos de calidad. Pero tras esa selecta lista de variedades reinas y famosas se esconde una serie de factores y circunstancias que las han llevado a ser lo que son y a gozar del beneplácito de técnicos y amantes del vino. Cada vez son más los aficionados que muestran su interés y marcan como prioridad en sus gustos la clase de uva con la que se ha elaborado un determinado vino, lo que, en ocasiones, puede inducir a error pues la misma variedad plantada en una u otra zona puede producir vinos muy diferentes entre sí, tanto en su estructura y aromas como en su calidad. Es en este caso donde hay que tener muy en cuenta el efecto del terruño.
El terruño designa la interacción entre varios factores, como el suelo, la orientación, el clima y la vid, que dan un carácter determinado al vino. El hecho de que un terruño esté situado en una región continental o en una mediterránea, influye, entre otros aspectos, en el crecimiento y maduración de las uvas. Es de vital importancia que las cepas utilizadas sean las adecuadas para el clima correspondiente. En regiones frías, por ejemplo, se prefieren cepas con una maduración más temprana. En un clima montañoso moderado hay que tener en cuenta la altitud, la presencia de corrientes de agua, el desnivel y la orientación del terreno. En este caso, las viñas plantadas en zonas elevadas deben ser más resistentes a las heladas de primavera. En las regiones mediterráneas, las uvas suelen tener un exceso de azúcar y carencia de acidez; sin embargo, cuando estos terrenos se hallan situados a cierta altitud producen uvas de contenido equilibrado.
De ahí que el mero interés por una uva archifamosa no sea siempre sinónimo de vino de calidad garantizada. Se puede afirmar que el concepto de “terroir” es un término muy amplio que influye en la calidad y tipología de cada vino. En los países productores de vino del Nuevo Mundo se concede una gran importancia a la variedad de uva, mientras que en Europa se consideran más determinantes las características de los terruños, reconocidos y clasificados desde hace tiempo. Hoy se intenta conservar estos terruños y evitar su estandarización, ya que para ser lo que son en la actualidad se ha necesitado la experiencia de generaciones de viticultores que han ido constatando que una parcela determinada producía con regularidad un vino especial. La manera de cultivar el viñedo, la valoración del tipo de suelo a la hora de elegir la variedad más indicadas y los métodos de elaboración influyen en el carácter del vino, pero además subrayan o difuminan la expresión del terruño del que provienen.
También están ganando adeptos los vinos elaborados con uvas de cepas viejas. En una primera aproximación al tema cuando las cepas son viejas, los rendimientos resultan bajos y la uva es rica en azúcar y otros elementos que determinan la calidad. Está claro que la edad es importante, muchas superan el medio siglo de vida aunque, en ocasiones, están en un estado casi precario. Algunos viticultores y enólogos están apostando por rescatar estas pequeñas parcelas de uvas excepcionales por la singularidad del terreno en el que se encuentran y por sus prestaciones para elaborar vinos sublimes. La uva es el fiel reflejo de las peculiaridades del terreno donde se nutre y crece. Terruño y variedad es un binomio eterno y en buena lid dan como resultado vinos personales, vinos únicos.

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