Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

El vino en la Iliada (II)

  • Redacción
  • 2001-11-01 00:00:00

Hablábamos del grandioso escudo que había fabricado Hefesto, el cojitranco, en el que el vino está representado por doquier: “cada vez que daban media vuelta al llegar al cabo del labrantío,/ un hombre con una copa de vino, dulce como la miel, se les acercaba/ y se la ofrecía en las manos; y ellos giraban en cada surco, ávidos por llegar al término del profundo barbecho,/”.
Una representación del vino plena de belleza: “representó también una viña muy cargada de uvas,/ bella, áurea, de la que pendían negros racimos.../ Doncellas y mozos, llenos de joviales sentimientos,/ transportaban el fruto, dulce como miel, en trenzadas cestas./ En medio de ellos un muchacho con una sonora fórminge/ tañía deliciosos sones y cantaba una bella canción de cosecha/ con tenue voz”. Vitalidad exultante que rodea cualquier manifestación sobre el vino.
Cosmovisión, sentido del hombre o, más bien, puesto del hombre en el cosmos, y en este centro neurálgico del verdadero ser del hombre está anclado el vino como un elemento central del trenzado existencial humano.
Imposible resistir un modo de vida llevada al límite sin la participación del vino: “el hombre que harto de vino y de comida/ combate durante todo el día con los adversarios/ tiene un corazón audaz en sus mientes, y los miembros/ no se le fatigan hasta que todos cejan en el combate”.
Y ahí tenemos el vino, en la situación postrera del dolor y de la muerte, en una descripción que pone los pelos de punta: “Toda la noche azotaron de consuno la llama de la pira/ con sus sonoros fuelles, y toda la noche el ligero Aquiles,/ con una copa de doble asa, fue apurando de la áurea cratera/ el vino y derramándolo al suelo -y la tierra se empapaba-/ mientras invocaba el alma del mísero Patroclo”. Y lo mismo que el vino se emplea para empapar la tierra también sirve para acabar con la furia del fuego: “Apagad primero con rutilante vino la pira entera/ en el espacio que la furia de la llama ha alcanzado”.
No podían estar ausentes los dioses del dominio del vino, pues para ellos es también dulce consuelo, y así es cuando Tetis, en un momento trascendental para su hijo, visita a Zeus: “Fue a sentarse al lado del padre Zeus, y Atenea le cedió/ el sitio. Hera puso en su mano una bella copa áurea/ y la consoló con su palabra; y Tetis alargó el brazo para beber”.
Y en la escena preñada de dolor, cuando Príamo se dispone a ir a la tienda de Aquiles para recoger el cuerpo de su hijo Héctor, vuelve a aparecer el vino: “Toma, haz una libación a Zeus padre y ruégale llegar/ a casa de regreso de los enemigos”.
Y ya en la tienda de Aquiles le dice Príamo: “Ahora por primera vez he probado el pan, y el rutilante vino/ ha descendido por mi garganta. Hasta ahora nada había probado”.
Vida, muerte y vino, una tríada mundana y sacra. Ensortijamiento de dos mundos, con mimbres de vino.

enoturismo


gente del vino