Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

Allende los mares

  • Redacción
  • 2002-11-01 00:00:00

Que una de las cuestiones más importantes, en cuanto a la constitución de la nueva idea de hombre moderno, sea el descubrimiento del Nuevo Mundo pensamos que a poca gente le cabe la menor duda. José Acosta es, en Historia Natural de las Indias, una de las mentes más lúcidas a este respecto. Acosta trata de “de declarar las causas y razón de tales novedades y extrañezas” de los habitadores del nuevo orbe, seriedad tanto empírica como teórica.
Y como no podía ser menos, se enfrenta en numerosas ocasiones a todo lo que tiene que ver con la bebida. Acosta constata, en primer lugar, la influencia del clima como factor determinante de la producción: “En este extremo de tierra alta, fría y seca hay los dos beneficios que he dicho de pastos y minas, que recompensan bien otros dos que tienen las tierras bajas de costa, que es el beneficio de la contratación de mar y la fertilidad de vino, que no se da sino en estas tierras muy calientes”. Y no deja de asombrar el conocimiento en general que tiene del vino, aunque sólo sea en su aspecto puramente comparativo: “En la Nueva España, aunque hay uvas, no llegan a aquella sazón que se requiere para hacer vino; la causa es llover allá por julio y agosto, que es cuando la uva madura, y así no llega a madurar lo que es menester. Y si con mucha diligencia se quisiese hacer vino, sería como lo del Genovesado y de Lombardía, que es muy flaco y tiene mucha aspereza en el gusto, que no parece hecho de uvas”.
Ve ya Acosta cómo en Chile “dase vino en abundancia” y el buen hacer se refleja en la calidad, presente de forma patente: “Perú y Chile, donde hay viñas y se hace vino, y muy bueno; y de cada día crece así en cuantidad, porque es gran riqueza en aquella tierra, como en bondad, porque se entiende mejor el modo de hacerse”.
Y no deja de haber bebidas alternativas de gran contundencia: “El vino de maíz, que llaman en el Perú azúa, y por vocablo de Indias común chicha, se hace en diversos modos. El más fuerte, al modo de cerveza, humedeciendo primero el grano de maíz, hasta que comienza a brotar, y después cociéndolo con cierto orden, sale tan recio que, a pocos lances derriba; éste llaman en el Perú sora, y es prohibido por ley, por los graves daños que trae emborrachando bravamente”. Una bebida que tiene también su lado positivo: “porque, en efecto, hallan que para riñones y orina es muy saludable bebida, por donde apenas se halla en indios semejante mal, por el uso de beber su chicha”.
Pero también existen otras bebidas más contundentes que, en la mayoría de las ocasiones, sirven para poder hacer la vida llevadera: “La cual echaban en unos morteros con mucho tabaco (que es una yerba de que esta gente usa para amortiguar la carne y no sentir el trabajo); con esto revolvían aquellas cenizas, que les hacía perder la fuerza, echaban juntamente con esta yerba y ceniza algunos alacranes y arañas vivas y cientopiés, y allí lo revolvían y amasaban, y después de todo esto le echaban una semilla molida que llaman ololuchqui, que toman los indios bebida para ver visiones, cuyo efecto es privar de juicio. Carlos Iglesias

enoturismo


gente del vino