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Guardar las formas

  • Redacción
  • 2004-06-01 00:00:00

El cristal tiene mucha paciencia, como lo demuestran las numerosas formas de botella que conviven en el mercado. A principios del siglo XVII, cuando empezaron a fabricarse botellas en gran cantidad, se parecían más bien a una bola o una cebolla: el «Bocksbeutel» de Franconia responde a esta tradición. Pero ya desde 1730 se impone la forma de mazo o cilindro. Porque los ingleses habían descubierto que algunos vinos mejoran guardándolos, y las nuevas formas de las botellas permitían apilarlas en posición tumbada. Una aportación importante fue el corcho, que en esa misma época estaba empezando a utilizarse como cierre. Con las botellas pasa lo mismo que con las personas: antes se consideraba elegante el tipo Rubens, pero hoy el ideal de belleza es alto y delgado. Muchas botellas dan indicios sobre su contenido ya desde lejos: el vino de Burdeos se embotella en elegantes botellas rectas, y el de Borgoña, en ejemplares más panzudos. En Alemania es muy apreciada la variante de cuello largo. Junto a estos tres tipos básicos muy extendidos, también hay formas regionales: la pesada botella con sello del papa de Châteauneuf-du-Pape, la larga y verde del Muscadet, una variante similar para el Mosel-Riesling, y la típica botella de 0,5 litros del Tokaj. Naturalmente, también se pueden hallar formas estrambóticas, botellas triangulares o cuadradas de vivos colores, por ejemplo. Está permitido todo lo que guste, siempre que el volumen corresponda a las normas de la UE, que prevé 25, 37, 50 y 75 centilitros, un litro y algunas medidas mayores. Por cierto, las primeras botellas ya tenían una capacidad similar a las actuales medidas estándar. Es el volumen que un soplador es capaz de producir con un soplo de pulmón. Evidentemente, no todas las botellas tenían exactamente la misma capacidad; por ello, hasta mediados del siglo XIX, el vino se vendía a granel y se embotellaba después. En 1821 la firma Riketts de Bristol patentó una máquina para fundir botellas de capacidad y forma estándar. El hecho de que se haya mantenido el formato de 0,75 litros puede deberse a que se trata de una «medida de disfrute» lógica, es decir, lo que dos personas pueden abarcar en el transcurso de una comida.

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