Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

Sabor a luz. Bodega, no solárium

  • Redacción
  • 2011-09-01 00:00:00

En francés suena poético, “goût de lumière”, pero el sabor a luz es un defecto del vino. Por eso recomendamos evitar los vinos iluminados como estrellas de cine, como es habitual, por ejemplo, en las tiendas de los aeropuertos. Sobre todo las botellas procedentes de los supermercados pueden presentar este sabor a luz, aunque también se habla de tufo a queso. Las dos cosas significan lo mismo: un olor a estropeado que emanan los vinos expuestos a la luz durante demasiado tiempo. Este tufo puede recordar al queso, pero también oler a manido, a cartón mojado, lana mojada o goma chamuscada. A veces, también recuerda al tufo a cabra. Pero la luz no solo transforma el aroma, sino también el color del vino: se vuelve más claro, palidece. Los vinos más filigrana, como los blancos y los espumosos, son los más afectados por la luz, pues en el caso de los tintos los fenoles ejercen un efecto protector. Los causantes de este tono defectuoso son fundamentalmente los compuestos de azufre que se forman por la acción de la luz, entre ellos el sulfuro de dimetilo, el disulfuro de dimetilo y el metanotiol, que en solitario huele a col podrida. Los experimentos han demostrado que, en el caso de los vinos espumosos, es suficiente un solo día de exposición constante a la luz para estropearlos. Por consiguiente, se deben evitar a toda costa las botellas situadas en la parte superior de las estanterías, que están recibiendo luz constantemente. Es indiferente si se trata de luz artificial o natural, los daños son los mismos. Dos factores de la botella son importantes: el color del cristal y, en menor grado, su grosor. Como era de esperar, las botellas transparentes de cristal más fino ofrecen menos protección, ya que dejan pasar un 90 por ciento de la luz total. Especialmente decisiva es la sección espectrográfica de longitudes de onda entre 350 y 450 nanómetros, que contiene luz de onda corta rica en energía. Los distintos colores de los cristales presentan una clara diferencia en su capacidad de permitir el paso de precisamente este espectro de luz. Por ejemplo, el cristal marrón es impermeable a todas las longitudes de onda inferiores a 450 nanómetros, pero el cristal verde sí deja pasar bastante. Por esta razón se ha desarrollado ya un cristal verde especial, al que se ha añadido un filtro que absorbe los rayos UVA. También existe una solución para las botellas transparentes: si se añade pentóxido de vanadio a la pasta de vidrio, el vino queda protegido. Pero aumentan considerablemente los costes de producción. El sabor a luz no solo se ha detectado en el vino, sino también en otras bebidas como la cerveza o la leche. Se puede combatir con sulfato de cobre o cloruro de plata, pero, claro, como el cliente medio de supermercado no dispone de estos remedios en casa, tan solo le queda tirar al fregadero el olor a luz junto con el vino. Entrenar la nariz No quisiéramos maltratarlos innecesariamente, pero la mejor manera de aprender a reconocer los defectos del vino es practicando. Pero como no les queremos desear botellas llenas de sabor a corcho, les recomendamos la caja de olores defectuosos de la serie de cajas de aromas Le Nez du Vin. Los aromas como corcho, cuadra, huevos podridos o goma no son agradables, pero sí son fieles al original. Así, cuando se topen con la próxima botella dudosa, sabrán exactamente con qué se están enfrentando. Les ofrecemos la caja grande (doce frasquitos) al precio de 84 euros (gastos de envío no incluidos). Pueden solicitarla en nuestra web (http://vinum.mivino.info/es/shop.jsp).

enoturismo


gente del vino