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Discoteca y vinos de garaje

  • Redacción
  • 2013-11-28 15:20:16

Capítulo 16: Siendo DJ, Jean-Luc Thunevin aprendió cómo hechizar a las chicas bonitas. Más tarde, el inventor del vino de garaje aplicó con éxito su experiencia a los críticos enológicos.

En 1989, el comerciante de vinos Jean-Luc Thunevin adquirió con dinero prestado una miniparcela de 0,6 hectáreas en una de las zonas más ingratas de Saint-Émilion. Su inversión no empezó con buena estrella. En 1990, Sadam Husein invadió Kuwait. Estalló la Guerra del Golfo y las exportaciones de Burdeos se estancaron. En la Gironda, el volumen de ventas entró en una crisis que duraría hasta 1995. El 27 de abril de 1991, una helada tardía en Burdeos destruyó gran parte de las uvas en proceso de formación, luego el año 1992 fue uno de los más lluviosos de los últimos 30 años y además, hasta hoy, se considera uno de los últimos años realmente malos en Burdeos. Pero mientras la añada de 1992, que nadie quería, se estaba vendiendo en primeur a precios de saldo, la pequeña edición de Cuvée Valandraud de Thunevin lograba unas calificaciones excelentes que lo convirtieron en leyenda de la noche a la mañana dejando pronto atrás a todos los premiers crus en lo que respecta al precio.

La historia de Jean-Luc Thunevin ha pasado a formar parte de la historia del vino: mal escolar y por ello aprendiz de leñador, se ganaba el pan trabajando de pinchadiscos porque así, aun siendo un chico tímido, gracias a la Fiebre del Sábado Noche podía acercarse a las chicas guapas; más tarde ensayó en la hostelería y terminó de comerciante en vinos en Saint-Émilion. Thunevin revolucionó el moderno marketing del vino al atrapar una idea que flotaba en el aire y llevarla a la práctica con todas sus consecuencias. Prescindió de todo lo que hasta entonces conllevaba una marca de vino de lujo (años de historia, procedencia aristocrática, terruño y château, además de un volumen de producción suficiente como para lograr un eco internacional) y apostó por todo lo contrario: un volumen mínimo. Promovió el toque de madera nueva marcada (el vino pasa dos veces por barricas nuevas) y vendimió uvas muy maduras que dan unos vinos densos como el zumo de zarzamora, pero de una absoluta perfección técnica, vinos que no alcanzan su momento álgido dentro de veinte años, sino en el momento preciso de la cata en primeur.

Es cierto que tanto en la Borgoña, Alsacia y Wallis como incluso en la propia Burdeos ya otros habían cultivado, por necesidad o por virtud, vinos de ediciones pequeñas y, con ello, de disponibilidad limitada. La familia Thienpont embotelló su primer Le Pin en 1979, tan sólo tres años después le siguió la cuvée especial La Fleur de Gay, y la familia Clusel-Roch de Ampuis (Côte Rôtie) sigue elaborando la mini cosecha de su Condrieu desde la década de 1980 en tres pequeñas barricas que descansan en un redil de cabras habilitado como bodega. También el Tertre Rotebœuf de François Mitjavile en Saint-Émilion se cuenta entre los pioneros de la ola de vinos de garaje. Pero ninguno dio en el clavo con tanta exactitud como Thunevin. Se les sumaron otros “garajistas” de todo el mundo y su símbolo es el garaje porque Thunevin, que tuvo que pedir prestado a su vecino todo el material de bodega para producir su primer Valandraud, alquiló un cobertizo que efectivamente parecía un garaje.

¿Y en la actualidad? La mayoría de los vinos de garaje han desaparecido del mapa. Valandraud ahora es una finca vinícola en toda regla con diez hectáreas de viña, y su añada de 2012 fue clasificada como Premier Cru Classé – no por su hábil marketing sino por ser verdaderamente un gran vino. Thunevin ya forma parte del mundo del vino bordelés. Lo cual demuestra que las revoluciones no devoran a sus hijos cuando el fin justifica los medios.

>> En el próximo capítulo:
Por qué la primera marca que hubo en el mundo fue una marca de vino y cómo los vinicultores inventaron el marketing.

 

Cronología

1984
Tras ser aprendiz de leñador y hacer el servicio militar como paracaidista, Jean-Luc Thunevin llega a Saint-Émilion con muy poco dinero.

1989
Adquiere una pequeña parcela de 0,6 hectáreas en la que tiene la intención de hacer un vino con el nombre inventado de Château Valandraud: el nombre está compuesto por Val (“valle”) y Andraud, el apellido de su mujer, Murielle.

1991
Una parte de la primera añada se pierde por la helada tardía del 27 de abril. El resto se comercializa a dos euros por botella.

1993
En abril, Robert Parker otorga la nota máxima a Valandraud. Se convierte en leyenda y, en lo que respecta al precio, se sitúa por delante incluso de los Premiers Crus.

 

2012
Con Valandraud la clasificación de Saint-Émilion, que se renueva cada 10 años, incluye por primera vez como Premier Cru Classé una finca sin una larga historia

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