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El vino de los fenicios

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  • Laura López Altares
  • 2021-03-03 00:00:00

En la franja costera donde hoy se sitúa Líbano se forjó una civilización de grandes navegantes y comerciantes que llevaron su cultura de la vid por todo el Mediterráneo, cambiando la Historia.


El mar fue el elemento natural de los fenicios, aguerridos navegantes que, guiados por la Estrella Polar –también conocida como la estrella fenicia– y con la Osa Menor marcando el Norte, se convirtieron en los señores del Mediterráneo. Sus intrépidas naves, pioneras en surcar las aguas de noche, fueron las primeras en rodear África por orden del faraón egipcio Necao II (según el historiador griego Herodoto), y los llevaron a desplegar una poderosa red comercial a través de diferentes concesiones, factorías y colonias. Estos extraordinarios comerciantes, que a través del mar consiguieron todo aquello que su abrupto territorio de origen –la franja costera del Levante mediterráneo antiguamente conocida como Canaán donde hoy se encuentra Líbano, que también se adentraba en Siria, Palestina e Israel– no podía proporcionarles, dejaron una profunda huella en las civilizaciones con las que convivieron y también en las que los sucedieron, a las que legaron (entre otros) su alfabeto y su cultura de la vid.
Como explica Diego Ruiz Mata, arqueólogo y catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cádiz, "fueron seguramente los fenicios quienes introdujeron los conocimientos de la domesticación y vinificación de la Vitis vinifera L desde sus colonias y factorías recién establecidas en Occidente" ('Varios aspectos sobre el vino y la bodega turdetana-púnica de la Sierra de San Cristóbal, en El Puerto de Santa María'. Revista de Historia de El Puerto). De hecho, se cree que el origen de algunas variedades de vid actuales –como la Mourvèdre– se encuentra en las antiguas variedades que cultivaban los fenicios, y que transportaron a través del Mediterráneo central y occidental.
Sebastián Celestino Pérez –investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)– y Juan Blánquez Pérez –profesor de Arqueología en la Universidad Autónoma de Madrid– afirman que la vitis vinifera debió de introducirse en España a raíz de la colonización fenicia: "La más antigua llega a nuestras costas materializada por gentes con gran tradición en su cultivo y comercialización" ('Origen y desarrollo del cultivo del vino en el mediterráneo: la península Ibérica'. Revista Universum).
Sabemos que la cultura de la vid se remonta a la época fenicia arcaica (siglos IX-VII a.C.), como demuestran los datos obtenidos en algunos de los yacimientos fenicio-púnicos más importantes del Occidente mediterráneo (así lo indica Fernando Prados Martínez –profesor de Arqueología de la Universidad de Alicante– en 'La producción vinícola en el mundo fenicio-púnico', publicado en la revista Gerión). El cherem, como llamaban los fenicios al vino, tenía un gran significado cultural, y al igual que en otras civilizaciones mediterráneas, se utilizaba como ofrenda a los dioses –entre ellos el carismático El de los cananeos, creador del cosmos–. Este preciado producto era transportado en barco desde Tiro, Sidón o Biblos  junto con oro, marfil, plata, especias y piedras preciosas, con los que compartía travesías... ¡y también naufragios! En el fondo del Mediterráneo se han hallado pecios fenicios cargados de ánforas de vino –algunas de ellas sorprendentemente intactas– que constituyen un testimonio histórico de inmenso valor.
Precisamente en España se encuentran algunos de los vestigios más importantes sobre el mundo del vino en la civilización fenicia; y no solo bajo el mar, sino también en tierras baleares, catalanas, valencianas, murcianas, alicantinas, malagueñas... y sobre todo gaditanas. El impresionante yacimiento del Castillo de Doña Blanca, en la Sierra de San Cristóbal (Puerto de Santa María), alberga la bodega completa más antigua de Occidente –data del siglo III a.C. y tiene una extensión de 2.000 metros cuadrados–, con dos lagares, almacenes con ánforas, hornos para la elaboración de defrutum (vino afrutado), zona de prensado... e incluso tres santuarios que prueban la profunda relación entre vino y religión. Para Ruiz Mata, que además es el director de estas excavaciones, muestra aspectos hasta ahora desconocidos de los rituales que trajeron los fenicios de la zona levantina mediterránea, con betilos –dioses de piedra sin rostro– y pozo de ofrendas. Según el arqueólogo, Doña Blanca fue condenada al olvido después de que los romanos castigaran la fidelidad de la rebelde Cádiz –Gadir– a Cartago... Esta colonia fenicia mantuvo viva la hegemonía y herencia de los guerreros del mar, y gracias al magnífico tratado agronómico que escribió el cartaginés Magón conocemos datos fundamentales sobre el cultivo de la vid en aquella época, como la plantación de las viñas en laderas inclinadas hacia el Norte. Cuando Cartago cayó, también lo hizo una de la civilizaciones más misteriosas y avanzadas de todos los tiempos.


La ciudad dormida

Los restos arqueológicos de la bodega milenaria de Doña Blanca (Cádiz), construida en los albores de la II Guerra Púnica, se encuentran ahora mismo cubiertos, pero pronto podrían formar parte de un Museo de Historia Antigua del Vino.



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