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El vino de Tenerife, arma secreta

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  • Laura López Altares
  • 2022-01-26 00:00:00

'Combustible' para tropas aliadas y enemigas en el Atlántico, medicina de batalla, trago de victorias históricas... el papel que jugó durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos es digno de una serie de televisión.


Algunas de las historias más fascinantes de todos los tiempos se han forjado al abrigo de las sombras, lejos de los libros y los focos, a menudo porque su existencia ponía en jaque un tablero geopolítico altamente inflamable. Sobre todo en la convulsa segunda mitad del siglo XVIII, salpicada de conflictos bélicos –entre ellos la Guerra de Independencia de Estados Unidos o las guerras revolucionarias francesas– y relaciones diplomáticas muy frágiles, donde estas historias se susurraban entre líneas (en ocasiones, manuscritas) y vinos de contrabando.
El ingeniero e investigador tinerfeño Carlos Cólogan Soriano recopila algunos de los episodios más desconocidos y apasionantes de aquella época en Tenerife Wine. Historias del comercio de vinos. Siglo XVIII (1760-1797), una suerte de inconmensurable y adictiva enciclopedia ilustrada sobre el comercio del vino canario en el Siglo de las Luces. Cólogan comenzó a tejer esta gran historia de historias tras sumergirse en el descomunal y secreto archivo mercantil familiar, formado por la correspondencia, contratos, libros de cuentas, facturas... de los genoveses Franchi, los irlandeses Walsh –se españoliza como Valois– y los Cólogan –comerciantes irlandeses establecidos en Tenerife a principios del siglo XVIII–, que fundaron la compañía Juan Cólogan e Hijos. "Estas y otras familias canarias mantenían un próspero comercio con los puertos europeos, principalmente Londres, pero en paralelo también desarrollaban un lucrativo y sigiloso comercio con algunas ciudades portuarias del este de Norteamérica", relata en el prólogo del libro.
Nuestro país, que tenía prohibido el comercio directo con las rebeldes Trece Colonias (salvo si sus barcos hacían escala en las Islas Británicas), contó con numerosos cómplices para llevar sus vinos hasta ellas –mercaderes, funcionarios aduaneros y hasta cónsules británicos– a cambio de duelas de roble americano, e ideó ingeniosas estrategias para eludir la vigilancia inglesa. Además, encontró en Madeira –muy cercana a las Islas Canarias– un puerto estratégico: Tenerife envió allí incontables pipas de vino que compraron los portugueses –como aliados históricos de Inglaterra, ellos no sufrieron restricciones comerciales– y que acabaron en Norteamérica como falsos Madeiras.
De hecho, se cree que durante aquel memorable 4 de julio de 1776, cuando las Trece Colonias proclamaron su independencia de Gran Bretaña, la celebración privada pudo acompañarse de vino de Tenerife: "No fue un acto célebre, sino bastante opaco; pero por supuesto que los representantes de las Trece Colonias levantaron la copa, y sin duda lo harían con vinos procedentes de las denominadas islas del vino (un concepto acuñado por los norteamericanos): Canarias, Madeira y Azores", cuenta Carlos Cólogan.  
Como apunta el escritor, los vinos de las zonas portuarias eran los vinos de éxito: "En aquellos siglos, el vino se convirtió en una especie de necesidad en el Atlántico, tenía un valor mucho mayor del que puede tener ahora porque sin él no se podían abordar las campañas militares". El propio George Washington, comandante en jefe del Ejército Continental revolucionario –que años después acabaría convirtiéndose en el primer presidente de Estados Unidos–, bebía Canary Wine por prescripción médica y abasteció a sus tropas de vino de Tenerife: "El vino se utilizaba para administrar medicinas naturales como el opio. En el primer libro de la farmacopea americana –The dispensatory of the United States of América–, aparecen recetarios donde el vino de Tenerife se usa como medicamento".      
Pero el potentísimo intercambio comercial entre Tenerife y las Trece Colonias –especialmente con Filadelfia– se remonta a décadas atrás, como recuerda Carlos Cólogan: "Fueron los grandes comerciantes los que dieron forma a aquel movimiento. Nuestra familia tenía una relación muy íntima con Robert Morris, uno de los firmantes de la Declaración de Independencia y el financiero de la Guerra de Independencia". Morris, que estaba al frente de la poderosa compañía Willing & Morris junto a Thomas Willing, puso al servicio de los revolucionarios toda su flota mercante, reconvirtiéndola en una marina de guerra: "Uno de sus capitanes, Lambert Wickes, muy conocido en el puerto de La Orotava, acabaría siendo uno de los grandes corsarios de la Guerra de Independencia. Sufrimos muchos ataques de ellos, y fueron los que nos hicieron meternos más en la relación con Robert Morris y Benjamin Franklin, que orquestaba todo desde París".
Aquel próspero negocio comercial entre Tenerife y las colonias se intensificó en tiempos de paz... y se selló con el nombramiento de uno de los primeros consulados de Estados Unidos en Europa.


Australia
La First Fleet, la flota británica compuesta por once navíos que estableció la primera colonia europea en el continente, llegó a Tenerife el 3 de junio de 1787 y se aprovisionó a través de la compañía Juan Cólogan e Hijos: vinos, aceite, miel... ¡y hasta cabras!

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