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Ancestrales vinos de leyenda

  • Laura López Altares
  • 2025-07-13 00:00:00

El misterioso 'kykeon' consagrado a las diosas de la agricultura, el 'falerno' tocado por Baco... Los vinos más míticos de la antigüedad, predilectos de héroes y reyes, fueron señalados por sus asombrosas cualidades.


De los césares al mísmismo Baco, de los faraones a los reyes medievales, de los héroes griegos a los artistas románticos: todos ellos, dioses y hombres, fueron conquistados por los vinos más legendarios de sus tiempos. Fraguados a los pies del Vesubio (Nápoles, Italia) o en el monte donde nació por segunda vez el dios del vino (Icaria, Grecia), han pasado a la historia por sus raíces fascinantes o sus cualidades casi sobrenaturales, pero también por su singularidad y su poder de evocación.
Como el Lacryma Christi napolitano, que debe su poético nombre a una antigua leyenda: cuando Lucifer fue expulsado del Paraíso consiguió llevarse un pedacito con él, y Cristo derramó sus lágrimas en el lugar donde lo había escondido, esas laderas de fuego del Vesubio sobre las que lloró la traición y pérdida de su ángel más bello. Justo allí brotaron las vides, bendecidas y malditas a la vez, de las que nacería aquel vino prodigioso (su versión blanca se elabora principalmente con Verdeca y Coda di Volpe, y la tinta con Piedirosso y Aglianico). El poeta chileno Pablo Neruda definió un Lacryma Christi de cien años como "un vino ardiente, con una contextura de miel y fuego".
Homero también se dejó seducir por un místico vino hechicero, el kykeon, cuya fórmula continúa siendo un misterio: "En ella la mujer, que parecía una diosa, le preparó la bebida: echó vino de Pramnio, raspó queso de cabra con un rallador de bronce, espolvoreó la mezcla con blanca harina y les invitó a beber", escribió en la Ilíada. También habla de una bebida similar en la Odisea que Circe utilizó con fines oscuros. Aunque no se especifique el nombre de la enigmática mezcla, todo apunta a que Homero tomó como referencia el kykeon, una suerte de poción que jugaba un papel fundamental en los Misterios Eleusinos: nadie podía revelar (bajo pena de muerte) lo que acontecía durante estos ritos iniciáticos secretos en honor a Deméter –diosa de la tierra, la agricultura y la fecundidad– y su hija Perséfone –reina del inframundo y deidad agrícola que simboliza el ciclo eterno de la naturaleza y la vida–, pero se sabe que aquel brebaje mágico desencadenaba visiones colectivas en los iniciados (entre ellos Platón o Cicerón) que los acercaban a sus diosas y cambiaban para siempre su concepción sobre la vida y la muerte.
La ciencia sugiere que el cornezuelo del centeno pudo ser el responsable de aquellas místicas revelaciones, porque a pesar de que no hay un consenso respecto a la receta del kykeon, la mayoría de expertos sí coincide en que se hacía con agua o vino, miel, menta y harina de cebada (donde habita aquel hongo alucinógeno).  
El también fabuloso vino de Pramnio que se menciona como base del kykeon es un vino "tinto y dulce como la miel" que se pudo elaborar en la isla de Icaria (Grecia) con uvas del monte Pramnos –allí nació por segunda vez Dioniso, el dios griego del vino– muy maduras que fermentaban en vasijas de barro.  
Otro vino inmortal tocado por la mano de Dioniso/Baco es el falerno, el más extraordinario de la antigua Roma y el preferido de los césares, nacido en las laderas del monte Falerno (hoy Másico), al sur de Nápoles (Campania). Según recogió Silio Itálico en La guerra púnica, fue un regalo que le hizo el impetuoso dios al anciano campesino Falerno, quien lo acogió como huésped sin conocer su identidad: "Toma –señaló Baco– este obsequio que aún desconoces, pero que algún día habrá de pregonar por doquier el nombre de Falerno el viñador". Tal fue su fama –la añada del 121 a.C. se conoció como falerno opimiano, la mejor de la historia– que Plinio el Viejo mencionó en su Historia natural tres variedades de falerno, "el seco, el dulce y el tenue"; e incluso apuntó que había quienes diferenciaban tres subzonas de producción. Cuando la erupción del Vesubio arrasó aquellas viñas de Aglianico y Greco, se llevó por delante una leyenda.
Tal vez solo igualada por el commandaria chipriota, reconocido por el Libro Guinness como "el vino más antiguo del mundo" que todavía se produce en "la denominación de origen más antigua". Elaborado con uvas sobremaduras de Xynisteri –blanca– y Mavro –tinta– secadas al sol en los pueblos de las montañas Troödos (Chipre), los orígenes de este mítico vino dulce se remontan al año 2000 a.C.; aunque su nombre se inspira en La Grande Commanderie, una fortaleza templaria en Kolossi en cuyos alrededores se concentraba la mayor parte de la producción. Se dice que en el primer concurso internacional de vinos, organizado por el rey Felipe Augusto de Francia en 1224, se alzó con el título de Apóstol de los vinos y que Ricardo Corazón de León lo bautizó como "vino de reyes y el rey de los vinos". Este título nos recuerda al que acompaña a los también legendarios –aunque más contemporáneos– vinos de Tokaj, la perdición húngara de papas, reyes, escritores y músicos.