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Raíces en la historia

  • Redacción
  • 2010-11-01 00:00:00

Dos furtivos merodeaban por las orillas del Ebro cuando una extraña luz los puso en fuga gritando “¡un ovni, un ovni!”. Debían de ser los últimos en saber que ese extraño fulgor era el sol saludando la colocación de la primera lámina de titanio con la que Frank O. Gehry coronó la nueva imagen de Marqués de Riscal. Un espectacular canto al vino, a la tierra, a la historia. Elciego es un primoroso bodoque de piedra medieval al sur de La Rioja Alavesa, es decir, un pueblo envuelto en viñas desde donde alcanza la memoria. Y la memoria de la bodega Marqués de Riscal es la más extensa. En 1858 la Comunidad Foral de Álava solicitó a uno de sus prohombres una fórmula para evolucionar, para desarrollarse. La filoxera arrasaba la vecina Francia y parecía posible aprovechar la crisis, de modo que el Marqués de Riscal, Guillermo Hurtado de Mendoza, viaja a Burdeos para empaparse en el vino, en los sistemas bordeleses, en las técnicas más evolucionadas del momento. Y de allí volvió con un espécimen verdaderamente novedoso a este lado de la frontera: un enólogo -Jean Pinneau- que a su vez dirigió la importación de 9.000 sarmientos seleccionados de las más finas variedades de uva vinificable, como la Cabernet Sauvignon, para la que sería su más antigua viña en España. Osadía y vanguardia Nació así una bodega revolucionaria que hasta hoy conserva ese talante vanguardista. La primera en criar el vino en barricas, la primera que viera su vino reconocido en Francia, con la medalla de 1895; la impulsora de la D.O. Rioja y más recientemente de la D.O. Rueda, donde vitalizó la excepcional uva Verdejo... En fin, una obra construida día a día aunque se simbolice en sólo tres sonadas ampliaciones: 1883, 1968 y la actual, la caprichosa arquitectura-escultura que ingenió el prestigioso arquitecto Frank Gehry, recién concluido el museo Guggenheim de Bilbao. Así nace en 2006 la Ciudad del Vino Una obra tan viva y humana como la tierra que la sustenta. Algo que aún se hace más patente en este tiempo, cuando el otoño empieza a dorar las cepas de blanco y a enrojecer las tintas, cuando la riada de tractores henchidos de la vendimia se cruza con el paseo de visitantes llegados de todos los rincones del globo. Vienen a sentir la experiencia plena del vino: desde la cepa al balneario de vinoterapia o a la copa en el restaurante gastronómico firmado por Francis Paniego y que regenta día a día Ramón Piñeiro, sobrio con las formas, sabio con los aromas -como en su carro de infusiones todavía vivo, en su maceta-, caprichoso con las combinaciones... En fin, autor de un escenario ideal para lucir la panoplia de los vinos de la marca, y no sólo los riojanos -el Riscal Reserva, el Barón de Chirel, el moderno Finca Torrea- sino el Verdejo y el untuoso acunado en roble Limousin en Rueda o la sólida experiencia de sus viñas de Toro con el sabio toque de Syrah y Merlot del Riscal 1860. Vendimia: la vida por delante Después de esa cena, de una copa en la Biblioteca -el altillo bajo los aleros de titanio- y un sueño con cata de almohadas, entre el confort y el lujo del hotel, el día se despliega frente al ventanal como un telón pintado de hileras de cepas y cielos violeta. Es una invitación a la vida, al regio desayuno junto a la terraza que se asoma al campanario, al recorrido pausado por los recovecos de esta casa que tanto atesora. La cita puede ser en la plaza del reloj, en realidad la plaza del tiempo, donde encajan como un milagro las cuatro bodegas, los edificios representativos de épocas y estilos tan diferentes bajo la peineta tricolor de Gehry. A un lado, el alegre aire bordelés de contraventanas coloradas y piedra arenisca tallada durante años por 150 canteros, a otro la bodega originaria que encierra tras rejas la mítica Catedral, el tesoro de todas las añadas desde 1862; mas allá el taller, la doble mesa de selección de uva, infatigable estos días, la pulcra nave de elaboración presidida por un ordenador central, también pionero, construido a medida de los 151 depositos de fermentación y 76 de segunda fermentación (maloláctica). A ese generoso recibidor central se asoma la sala de barricas (20.000) apiladas tras cristal con el escudo de la casa. Las que después de vestidas pasaran al botellero, a los jaulones. Y sobre todo ello, sobre tres columnas que allí nacen, el hotel, el espacio de vinoterapia... Todo en su sitio, pensado y repensado por la experiencia, mimado por un amor tan hondo como las raíces, como la tierra, capaz de convertir cada detalle, cada copa, en toda una experiencia sensorial, inolvidable. Marqués de Riscal C/ Torrea 1. 01340 Elciego (Álava) Tel. (+34) 945 606 00 Fax: 945 606 023 www.marquesderiscal.com

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