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Ribera en el corazón y en la piel

  • Redacción
  • 2011-01-01 09:00:00

Se podría hablar de naturaleza en el corazón, porque desde hace muchos años, la familia de Florentino Arzuaga se reunía en esta tierra, en el epicentro de la Ribera del Duero, sin otro fin que disfrutarla. Así fue creciendo una finca ejemplar presidida por una encina que ha llegado a ser milenaria. Y así nacieron en su entorno viña y bodega, hostelería y mimo para el cuerpo y los sentidos.

pesar de esa pasión por el campo, por la tierra, por la flora y fauna que crece y corretea bajo las encinas, a la hora de diseñar los vinos la bodega no los bautiza ni los nombra como ecológicos. Y eso que todas las marcas en las que elaboran menos de 10.000 botellas se trabajan por el sistema biodinámico. Entre esas líneas, la más espectacular es, como no podía ser menos, la que que firma su hija Amaya, es decir, la famosa diseñadora Amaya Arzuaga, que ha inaugurado una colección de vinos vestida por su colección de moda. Una sinergia que nació con la vendimia de 2006 y que acaba de salir al mercado. Un capricho elaborado con uvas seleccionadas de tres pagos, desgranadas a mano por un equipo de 50 personas y madurado en barricas de roble francés.
Amaya aporta la imagen y su propio gusto, aquí, y también en el hotel de 5 estrellas o en el delicioso spa de vino, pero quien rige el día a día de la bodega es su hermano Ignacio, codo con codo con el enólogo Jorge Monzón.

La tierra, la uva
Desde que en 1987 plantaron las primeras viñas, cuando la fama de este privilegiado enclave de la Ribera del Duero apenas apuntaba como la Milla de Oro, la forma de elaborar y el estilo de su producción se han redirigido un par de veces, la primera en busca de calidad diferenciadora, la actual en pos de la elegancia, de desvincularse de la tónica general de esos vinos potentes que han venido a llamarse parkerizados. Aun así, el gurú Parker califica el primer Amaya con 94 puntos.
El tiempo va dejando huella en las viñas, ya entradas en años y que cada vez se autorregulan mejor. Los pagos, la tierra, las orientaciones, las alturas, van marcando la uva, y en bodega esas diferencias se respetan elaborando por separado cada parcelita. Por eso, aunque la capacidad nominal es de un millón de litros, la elaboración real es menor, ya que se distribuye en múltiples depósitos de diferente capacidad pero que no se llenan sino que acoge cada uno lo que se vendimia al día en cada terreno. Todas pasan por mesa de selección y después a Jorge le gusta hacer la fermentación lenta y la pisa (literal) como en lagar a la antigua.
Esa búsqueda de la naturaleza en la materia prima y en el proceso es un estilo propio, que no coincide precisamente con lo que la legislación marca como “ecológico”. Ellos prentenden devolver su carácter natural a la tierra, desnaturalizada por seculares tratamientos artificiales. Y para ello sólo aplican abonos naturales que genera la propia finca, y algas irlandesas para recuperar la capilaridad de la tierra y así favorecer la nutrición de las raíces.

La madera, punto final
Tras la sala de elaboración, la sorpresa en esta época es una especie de sauna aromática. Un perfecto equilibrio de calor, humedad y 600 barricas nuevas para que las levaduras se desperecen y completen la fermentación maloláctica, la que domestica los taninos y redondea la sedosidad de cada vino.
Algo que despues se perfecciona con la crianza. Para ella la bodega va experimentando y seleccionando entre las mejores barricas de diferentes procedencias y toneleros, de modo que la sala de guarda se ha convertido en un envidiable catálogo que es a la vez un segundo laboratorio, un campo de pruebas cuyo resultado sólo puede decidir el paladar, el gusto. Pocas experiencias son más emocionantes que esperar los efectos del tiempo y la madera en ese vino que se ha mimado desde antes de su nacimiento, desde la misma poda que estos días gélidos ocupa en el campo a un equipo reducido y bien preparado, capaz de reparar los estragos que causó en la viña una helada de la primavera pasada.
De esos detalles nace la calidad y la distinción, algunas experiencias sorprendentes como el blanco Fan D’Oro y el espumoso Txapana, y sobre todo los incontestables tintos de Tempranillo, las diferentes crianzas de Arzuaga (la última en el mercado es la añada 2008), los sobrados Reservas y, en otras zonas, aceite de los montes de Toledo y vinos como el Florentino, que en 2009 obtuvo la calificación de Vino de Pago.


Bodegas Arzuaga
Ctra. N-122 Aranda-Valladolid
Km. 325. 47350 Quintanilla de Onésimo (Valladolid)
Tel. 983 687 004
www.arzuaganavarro.com

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