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Cavas Masachs REDISEÑO DE ALMA Y CUERPO

  • Redacción
  • 2000-07-01 00:00:00

De par en par, las ventanas de la sala de cata se abren sobre la viña.
Después de la lluvia de primavera y de la oscuridad de la cava, todo brilla como la luz que encierran las burbujas.
Pero, de un tiempo a esta parte, Masachs es más que sus cavas.

La gran nave sombría del almacén termina en un tejado a dos aguas. Allí, como un palomar cerca del cielo, la buhardilla con el muro de cristal es una atalaya en la que se asoman, pensativos, los hermanos Masachs, Juan y José.
Contemplan desde allí su feudo, el almacén, la embotelladora, la altura fantástica de las columnas de embalaje.
Todo aparece impresionante, desmedido, y es que esta casa, de la que vienen a salir cuatro millones de botellas, aún está pensada como crecedera, sin mas límite que el que vaya marcando la demanda. Aunque eso no es del todo cierto...

Como una roca

Cuando en el año 87 los hermanos se propusieron dar el salto empresarial, ampliar la producción y el mercado de la bodega de Villafranca del Penedès que regentó su abuelo y después su padre, compraron una hermosa finca en la que plantar viña y construir una cava de nueva planta, ésta de Torrelles de Foix. Pero si la tierra -40 hectáreas espléndidas- se mostró domesticable y generosa, el subsuelo se resistió. Después de perforar hasta quince metros, la roca se reveló tan dura como sólo una roca puede serlo y así hubo que limitar la cueva del botellero a dos pisos, eso sí, descomunales y milagrosamente casi diáfanos. Con el valor añadido de que la propia roca es el mejor colchón frente a los cambios de temperatura o de humedad exterior, de manera que los cavas encuentran en ese inmutable silencio la cuna ideal para su desarrollo.
Allí duermen durante año y medio o dos los cavas más populares de la casa, los Louis de Vernier, desde el rosado de Tempranillo y Monastrell, a toda la gama de blancos con distintas proporciones de las tres uvas tipificadas en la región del cava: Macabeo, Xarel.lo y Parellada. El alto de esta gama, el Gran Vernier Brut, de coupage muy equilibrado, permanece en la cava dos años y medio. La otra línea de elaboraciones lleva el apellido de la casa, Masachs, y el nombre del fundador y de la representante femenina, Josep y Carolina. En honor a ella, un brut con treinta meses de guarda, y, como joya entre los Josep Masachs, un brut nature que adquiere estructura y complejidad con un reposo de 42 meses.
A esa amplia oferta vino a sumarse en su día el inevitable Milenium, un gran reserva de tres años cuyo éxito le ha concedido puesto permanente en el catálogo.
Pero la innovación de la firma son las experiencias con vinos tranquilos. La plantación de uva Chardonnay que al principio era un añadido para caprichos enológicos (10% en el brut Carolina) ha inaugurado un surtido de vinos varietales que hoy incluye tintos jóvenes de Tempranillo y de Cabernet Sauvignon, que invitan a profundizar en la crianza en roble.
Esta vez el salto es cualitativo y ha supuesto incluso una transformación formal: botellas oscuras, golletes renacentistas, vestidos sobrios, presentaciones vistosas y elegantes con el aire más actual.

La tempestad y la calma

Tal surtido de uvas obliga a prolongar la vendimia desde finales de agosto hasta mediados de octubre, atendiendo al momento de madurez de cada variedad. Durante ese tiempo, ni la más rigurosa organización es capaz de mantener la calma. Cada variedad se elabora por separado y la bodega se convierte en un fragor de prensas, en un laberinto de gruesas mangueras que, al concierto del ordenador central, trasiegan de uno a otro depósito, según tipo y capacidad.
Después de la tempestad, la calma. Acabados los vinos, pulido el ensamblaje para cada tipo y llenas las botellas bajan a la paz de la cava, donde recibirán periódicamente el “removido”, hasta que se depositen en el gollete los residuos de las levaduras que han fabricado el alma de las burbujas.
Desde entonces, todo está mecanizado. La bodega dispone de la maquinaria y las técnicas más avanzadas, tal como requiere una gran producción. En un rincón luminoso, tras paredes de cristal, la línea de tirage, embotellado y degüello ha de funcionar como un reloj. Congela instantáneamente el cuello de la botella, donde están los sedimentos; la descorchan y, en cuanto ha expulsado el hielo, rellenan esa pérdida con un cava idéntico, tal como en el primer embotellado hicieron con levaduras y azúcar.
Desde ese momento, es el tiempo quien tiene la palabra.

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