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Torre Oria: Amanecer tras un siglo

  • Redacción
  • 2001-12-01 00:00:00

Fuera es el bosquecillo, la sombra fresca de la arboleda, los únicos hitos de la llanura. Y esa torre inconfundible, el sueño de un arquitecto juguetón.
Dentro, es la tenacidad de una empresa que ha ampliado las fronteras del país del Cava

José Donderis, el cotizado arquitecto valenciano, firmó en 1897 el proyecto de la Casa-Palacio de los Oria de Rueda, vecina a Requena, y comenzó la construcción de algo que, técnicamente, suponía un reto para su arte: una gran bodega, práctica, innovadora y, como no podía ser menos en la época, bella.
El edificio primitivo se estructura en un patio reservado tras una rejería, presidido por una torre que sugiere al pasado árabe de la región. Esa es la Torre Oria, alzada como torre de vigilancia y de control sobre la finca, sobre las 100 has. de viñedo que circundan la casona.
Los Oria, de procedencia vasca, florecientes industriales de la seda, mecenas progresistas de gusto refinado, han dejado huella de su implantación en la vinicultura de la región, en la concepción y la estética de un par de monumentales bodegas históricas. Cuando la familia fundadora dejó la zona, en 1970, Torre Oria pasó a manos de un grupo de familias requenenses que pusieron la dirección en manos de Vicente García, enólogo con experiencia en Francia, en Champagne, y en los cavas del Penedès. Eso supuso un punto de inflexión en la producción, el comienzo de la elaboración de vino espumoso con el método tradicional champenoise y una larga lucha legal que después de diez años reconoció su derecho a llamar Cava a sus cavas, a acogerse bajo la D.O. Cava.
Hace diez años entró en la empresa la multinacional del cacao Natra, y hace pocas fechas se ha incorporado el capital de la constructora Cies y de Lladró. Hoy es, pues, una gran compañía que elabora, comercializa y exporta vinos y cavas por valor de casi dos mil millones de pesetas anuales, con una sólida implantación en el mercado americano.

Un siglo de vida
Es una gran bodega que ha crecido discretamente por el subsuelo y descaradamente en un edificio vecino de nueva planta, y que, en el fascinante laberinto que une lo antiguo y lo nuevo, madura sus reservas de vino en 5.000 barricas y los vinos y cavas en un interminable botellero donde duermen casi cuatro millones de botellas.
No es fácil imaginarlo cuando se traspasa el recibidor original, cuando se contempla la medida humana, acogedora, de la bodega primitiva, una galería sobre los depósitos de obra recubiertos de cerámica, de azulejos con motivos de racimos y pámpanos. Depósitos que ahora son botelleros de cava; apenas una muestra puesto que el grueso se guarda al final de un impresionante túnel, junto a la nave de barricas.
Contemplada desde un altillo, la sala diáfana, catedralicia, recubierta de tarima desde el suelo a la bóveda, es como un precioso cofre taraceado que guarda la misma paz y silencio que las galerías del cava, con sus pupitres de removido y las botellas apiladas a mano con habilidad y sabiduría de siglos.
Un siglo de vida es lo que conmemora su Brut Nature Centenario, elegante en contenido y en presentación, hecho de Macabeo y Parellada y reservado durante 44 meses.
Reserva son también los tintos que cada año reúnen en un estuche de seis botellas con etiquetas que glosan tradiciones de la región, ilustradas por grandes pintores valencianos, Rafael Boluda, Conrado Meseguer, Mascarós, Maceu...
Los óleos originales se exhiben en los muros de la sala de visitas, para contemplarlos, con una copa en la mano. Es el momento de la degustación, de comprobar personalmente los méritos reconocidos por las puntuaciones de Wine Spectator -84 puntos para el Dominio del Derramador 93 y el G.R. Torre Oria 91 y 83 para el Torre Oria 96- y la espectacular panoplia de medallas obtenidas en el mundial de Bruselas -oro para el Crianza 96 y el Reserva Marqués de Requena 94, plata para el Bobal 2000...- y un puñado de reconocimientos en concursos nacionales e internacionales.
El catálogo es largo, respeta la uva autóctona, la Bobal, pero descubre en vinos varietales la aclimatación de la Merlot y la Tempranillo. Y brinda con cava por otro siglo.

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