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Bodegas Real. El vino, de la tierra

  • Redacción
  • 2003-11-01 00:00:00

Finca Marisánchez es una deliciosa Mancha verde en el corazón de las tierras del vino, que guarda memoria de Cervantes, de Quevedo. Bodegas Real desarrolla un proyecto amable, lucir el paisaje y deslumbrar en la copa. Han quedado atrás los días más duros, los madrugones de la vendimia para cosechar con las primeras luces, antes de que el sol y el calor agredan los racimos. Porque el sol es aquí, en La Mancha, un aliado, el que madura plenamente las uvas, el que concentra sus azúcares, su sabor, su estructura, pero también es un enemigo cuando, como el último verano, muestra su lado salvaje. Aunque en la renovada finca Marisanchez, en la flamante Bodega Real, todo está previsto. Bien es verdad que cuando el enólogo, Miguel Fernández, convoca a los vendimiadores antes de los primeros rayos, lo consideran una chifladura, pero eso, conseguir que el mosto llegue con menos de 13º C, y algún ingenioso engendro como un gigantesco depósito en la nave de elaboración, disfrazado de oso rojo a base de una mullida capa de aislante, son sus secretos para que la uva y el vino no dejen escapar sus mejores características, sus más delicados aromas. Y es que los brillantes depósitos -seis de 500 hl. y otros tantos autovinificadores de 300 hl. para tintos-, con doble camisa refrigerante, están diseñados para otras latitudes, y aquí, cuando el día castiga con mas de 40º C, necesitan un refuerzo. De todas formas no tiene nada de masoquista la elección de esta zona de Campo de Montiel, con su clima de dramáticos contrastes, sus lluvias escasas e irregulares, para crear vinos de alta calidad. La finca es un territorio tan hermoso como prometedor, tierras onduladas con cien tonos rojizos, del vainilla rosado hasta casi un cereza, desde arcillas y arenas al pedregal agreste de cantos rodados y pizarras. Son 800 has. en un vallecillo del río Jabalón, a orillas del pantano de La Cabezuela, en el que nadan carpas, tencas, lucios y cangrejos, en el que beben garzas, ánades reales, cigüeñas... Un homenaje al pueblo El aire huele a tomillos, a romero, a salvia, a mejorana; aquí y allá, oscuros lunares de encinas y chaparros, y junto al agua, chopos y juncos, escondite de zorros, de algún jabalí, de conejos y palomas torcaces y, sobre todo, de la reina del llano, la perdiz roja que sirve de emblema a la bodega. El nombre, Ibor, es un homenaje al pueblo extremeño del que proceden los Barroso, la familia que la compró en 1989. Pero ya conocían desde años antes estas tierras de caza, y desde el 84 estudiaban a conciencia la distribución de los cultivos, cereal en las márgenes del pantano, 4.000 olivos y 280 has. de viña en el interior, en las más altas laderas orientadas al este. Aprovecharon y restauraron las cepas viejas con brotes de Cencibel (Tempranillo) de la propia finca y Merlot, Cabernet Sauvignon y blanca Chardonnay, traídas de los mejores pagos franceses. Miguel Ángel, el enólogo, dejó su puesto en la cooperativa vecina, la mayor del mundo, para mimar un sueño, una producción pequeña para las dimensiones de la región, 500.000 litros. Tres líneas de elaboración El sueño se ha convertido en tres líneas diferenciadas de vino, los más clásicos Palacio de Ibor (D.O. Valdepeñas) con un año de reserva en roble francés, y los más actuales (Vinos de la Tierra de Castilla) Vega Ibor, de Tempranillo criado seis meses en roble americano; y la niña de sus ojos, Finca Marisanchez, de cepas de Tempranillo en pie franco, con más de 50 años y muy bajos rendimientos, y un toque de Cabernet y Merlot. Termina la fermentación alternando maderas, y se cría durante seis meses en roble francés. Sergio Barroso y sus dos hijos, Ignacio y Laura, junto a Miguel Ángel y Sonia, la directora comercial venida de Rías Baixas, juegan fuerte en cada reunión en la sala de cata. Envidan estilos, apuestan osadas experiencias, vendimia tardía, vinos dulces... y desde 1990, cosechan éxitos y premios, hasta exportar más de la mitad de la producción. Ahora están dando los últimos toques a un comedor que se completará con hotel enoturístico desde el que disfrutar del espléndido entorno y las labores del campo y la bodega.

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