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Clunia, el imperio de la tranquilidad

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  • Antonio Candelas
  • 2025-06-06 00:00:00

Llegar a Bodegas Clunia no es inmediato: requiere tiempo y una cierta disposición a la calma. Pero, al alcanzarla, la recompensa es una experiencia sensorial de gran calado, porque el vino cuenta historias de emperadores con el paisaje antiguo del páramo como telón de fondo.


En lo alto del páramo castellano, donde el viento talla la tierra con la misma paciencia con la que el tiempo moldea las civilizaciones, vive una bodega que lleva el nombre de una ciudad antigua: Clunia. Allí, entre ruinas romanas y silencio de siglos, se dejan ver los restos de lo que fue una de las ciudades más importantes del norte de Hispania. Fue en esas piedras, aún calientes de historia, donde Galba fue aclamado emperador tras la caída de Nerón. Hoy, muy cerca, otra forma de imperio se gesta: el de los vinos que nacen despacio, con la precisión de lo escaso.

        
Secretos que emocionan
La bodega Clunia no se ve desde las autovías. No quiere. Está escondida, como sus raíces. Cultiva lo secreto, lo esencial, lo único. Es una bodega boutique, palabra que aquí no significa lujo inalcanzable, sino dedicación absoluta. Significa caminar cada hilera de viñas, mirar cada racimo con atención individualizada, escuchar lo que la tierra dice y no forzar jamás su respuesta.
El viñedo se extiende entre los 920 y los 1.000 metros de altitud en el municipio de Coruña del Conde (Burgos). Aquí el clima es extremo, sin concesiones: inviernos cortantes, veranos inclementes y una diferencia térmica entre el día y la noche que puede superar los 20 grados. Pero es en esa rudeza donde Clunia encuentra su virtud. Porque el frío preserva, el calor concentra y el contraste crea los aromas con una nitidez que en otras latitudes se diluye.
La viña es única. Suelos pobres, calizos, con presencia de arenas y arcillas que obligan a las cepas a luchar por cada gota. El resultado son rendimientos bajos –no más de 5.000 kilos por hectárea–, pero una calidad excepcional. La vendimia es manual, como antes, y las uvas antes de convertirse en vino pasan por una triple selección: primero en el viñedo, luego en cinta y por último en mesa vibratoria. Así, solo lo mejor llega al corazón de la bodega.
Allí, el enólogo Pablo Pávez sostiene una filosofía clara: mostrar la pureza varietal sin artificios, dejar hablar al paisaje. Para ello, en Clunia se utilizan levaduras autóctonas seleccionadas durante años en sus propios viñedos. La fermentación es controlada, pero respetuosa, y muchas veces se inicia con uvas semicongeladas para romper la piel sin agresión y extraer lo más delicado.  


El arte de la miniatura
Se cultivan Tempranillo y Albillo Mayor, las voces antiguas de la tierra, y Malbec, Pinot Noir y Syrah, llegadas de otras geografías pero perfectamente adaptadas al rigor del altiplano burgalés. Cada vino es, en realidad, una edición limitada del paisaje.
El Tempranillo de Clunia –criado en la Finca El Gerbal– es una sinfonía de fruta roja, taninos redondos y elegancia sobria. Pero si hay una interpretación elevada de esta variedad es El Rincón de Clunia. Procedente de una microparcela de apenas dos hectáreas, este vino nace de suelos arcillo-arenosos ricos en roca caliza y se cría en barricas francesas. El resultado es un vino profundo, envolvente, de persistencia admirable. El Malbec, nacido en la Finca Pedraza –a 1.000 metros–, desafía cualquier prejuicio sobre esta variedad en suelo español. Su intensidad aromática y su boca concentrada y redonda lo convierten en una sorprendente rareza de altura. El Pinot Noir, de producción minúscula (850 botellas), es una joya de expresión frágil y delicada, con notas de fresa silvestre y un paso por boca suave, casi etéreo. El Albillo se elabora solo a partir del mosto flor. Criado en barricas de roble francés, muestra un perfil fresco y floral, con una textura envolvente y un final largo. Es un blanco elegante, esculpido por el frío y la luz del altiplano.
Y está el Syrah, procedente de una sola finca, La Encina, cuyo nombre nace de un árbol solitario respetado entre las cepas. Es un vino de carácter, con aromas de fruta negra, compota, especias dulces y sutiles notas de eucalipto. En boca, combina intensidad frutal con taninos dulces y estructura envolvente. Como todos los vinos de Clunia, no grita: susurra con fuerza tranquila.
Clunia no busca estar en todas partes, sino en quien sabe apreciar lo singular. Como la ciudad que le da nombre, permanece oculta, pero deja huella.



Bodegas Clunia

Carretera BU-925, Km. 27,25
09410 Coruña del Conde (Burgos)

Tel. 948 838 640

www.bodegasclunia.com

Facebook: @BodegaClunia

Instagram: @bodegasclunia