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Ribera del Júcar. Tintos con diferencia

  • Redacción
  • 2005-02-01 00:00:00

Tras dos años de funcionamiento, la nueva Denominación de Origen manchega pasa balance de su viaje vitivinícola en solitario. Buenas perspectivas para una comarca que busca hacerse con un puesto destacado en el mundo del vino. Así es la nueva Denominación de Origen manchega. Suelos rojizos y llanos, o levemente ondulados, guijarrosos, un microclima excepcional, y querencia tradicional y radical a las cepas tintas, el 60% de la uva es Bobal, el resto Cencibel, acompañadas de las inevitables Cabernet, Merlot, o Syrah, -que aquí se comporta magníficamente- son los poderes que atesora esta singular comarca. Una decena de bodegas (siete de ellas cooperativas), 9.000 hectáreas de viñedo repartidas en siete municipios del sur la provincia de Cuenca. Terrenos profundos, arcillosos y calcáreos, aunque la característica común es el guijarro que, menudo y liso, se distribuye abundantemente en los campos, en la viña o en los caminos y las cunetas, y que a veces llega a cubrir por completo la superficie del terruño. La altitud de la zona es de 700/750 metros, lo que facilita la variante térmica, con un gran contraste de temperatura entre el día y la noche, sobre todo desde finales de agosto, justo cuando se acerca la maduración del racimo. La benignidad del clima protege de heladas tardías a la zona. Eso explica la abundancia de almendros y otros árboles frutales entre los variados cultivos. La Denominación de Origen Ribera del Júcar nace entre avatares en el año 2001, cuyo embrión había surgido en el seno de la D. O. La Mancha doce años antes. Dada la inmensidad de ésta, y teniendo en cuenta la clara diferenciación de la comarca, tanto en variedades como en tierras y clima, se originó por aquellos tiempos un núcleo de viticultores y cooperativas para la creación de una subzona, aunque siempre dentro de la D. O. La Mancha. Era una idea que rondaba en la cabeza de José Miguel Jávega -gerente de la cooperativa de Pozo Amargo- desde hacía tiempo secundada por varios de sus colegas. Tras muchas dificultades, varias fases, que iban desde el fervor al desánimo, y no pocos problemas, comprensibles en la toma de una decisión tan trascendente, el asunto desembocó por fin en la creación de la Denominación de Origen en el 2001, ratificada en el Boletín Oficial del Estado en junio de 2003. ¿Para qué se creó la D. O.? Como es lógico, los creadores pensarían en vender más y a mayor precio que bajo la denominación La Mancha. Y no cabe duda de que la comarca reúne unas condiciones diferentes a otras subzonas manchegas. Quizás su mayor distinción se halla en las variedades, tintas en su gran mayoría, con la cepa Bobal como signo distintivo, no acogida por la D. O. La Mancha. Pero solo esto, ¿es un sólido argumento de venta? ¿Está la D. O. preparada para alzar el vuelo en solitario? La verdad es que dado el acostumbrado caminar de las cooperativas, algo lento, con las consabidas excepciones de rigor, no parece que puedan transformarse con prontitud, pese a la enorme ilusión que desbordan sus integrantes. De momento de los cuarenta millones de kilos de uva que se recogen en sus viñas, solo 600.000 botellas, de los tres millones aproximadamente que se embotellan, han salido bajo su amparo. Dado que la reglamentación de Castilla-La Mancha lo permite, en sus bodegas se pueden elaborar vinos de la D. O. Ribera del Júcar, vinos de la D. O. La Mancha y vinos de la Tierra de Castilla. Esto, que parece muy sencillo y normal en Francia (por ejemplo en Borgoña, se acogen más de ochenta A.O.C. y en sus lagares se producen vinos de varias «appellation») en España no deja de sorprendernos, al menos hasta que cunda el ejemplo. La teoría de la «matriuska» Cuando a Juan Antonio Villahermosa -gerente del Consejo Regulador- se le pide una explicación de cómo consigue la Ribera sortear el conflicto con La Mancha, nos ofrece la imagen de las simpáticas muñecas rusas como respuesta. La D. O. Ribera del Júcar sería la más pequeña, que cabe dentro de otra más grande, que es la D. O. La Mancha, que a su vez entra en otra todavía mayor, «Vinos de la Tierra de Castilla», y así sucesivamente. «La más pequeña pretende ser algo más selectiva. La comarca goza de un tamaño idóneo, manejable. Nos guiamos por la nueva ley del vino. Con esto tratamos de dar mayor difusión al conocimiento de nuestros vinos. Hay mercados que se sienten más abiertos a nuevos productos -nombres y marcas-, y otros que son más tradicionales. Para que podamos llegar a todos, debemos abarcar el mayor número de opciones posibles». Javier Prósper Galiano es desde 2003 el presidente del Consejo Regulador. Es ingeniero agrónomo y también enólogo. Gerente de la finca familiar, que acoge diferentes cultivos, se ha tomado muy en serio el viñedo, y más aún la elaboración de sus vinos. Sin reparar en gastos ha logrado que Josep Lluis Pérez y su hija Sara asesoren su preciosa bodega. Paseamos por sus viñas, unas noventa hectáreas, en las que hay plantadas todas las que acoge el reglamento y algunas más, como experimentales, con distintas conducciones, en vaso, espaldera, lira… Nos enseña orgulloso los campos en un día típicamente primaveral en pleno invierno, nos acompaña un sol esplendoroso, el verdor de los pinos, el flujo de un aire limpio o el crujir cerrado de los cantos rodados bajo nuestros pies. El lagar, construido a modo de caserón manchego, con su escudo de nobleza incluido, rezuma lujo, un verdadero capricho. Tecnológicamente perfecto y pequeños depósitos para elaborar las variedades por separado. En la sala de elaboración, un sorprendente dispositivo de depósitos sellados y cerrados a cal y canto. Son las elaboraciones de vino «kosher», insólito modo de hacer vino para la comunidad judía, llegado hasta estas tierras de la mano de Josep Lluis Pérez. El lujo sigue en las salas de crianza, suelos de gres y barricas de roble de bosques famosos, trabajadas por no menos famosos toneleros. La ilusión de su presidente es llegar a vender el vino de la comarca con el valor que merece: que las uvas se paguen con margen suficiente para que merezca la pena su cultivo. De esta manera se logrará fijar a la juventud en su tierra, sin que tenga que emigrar generación tras generación en busca de trabajo. «Para ello es necesario elaborar vinos impecables, con personalidad, darlos a conocer, crear ese valor añadido que produce la botella al salir con el sello de la D. O. Todo comienzo es duro, pero nuestro objetivo es llegar a los cuatro millones de botellas en diez años, si no lo conseguimos habremos fracasado. Porque ahora el precio de la materia primas es ridículo, se paga más por la uva destinada a destilar que por la buena». La primera locomotora Hasta la fecha, la bodega más preparada, con mayor experiencia y con mejores resultados, bien conocida en España y en muchos otros países, es la Cooperativa de Pozo Amargo, Nuestra Señora de la Cabeza. El trabajo machacón e inteligente de José Miguel Jávega durante muchos años ha surtido efecto y lleva a esta empresa a «la excepción» a la que antes aludíamos. Porque se sitúa entre las cooperativas vinícolas que funcionan como una bodega privada, dinámicas e inquietas, a la busca constante de la novedad, con productos valorados por los consumidores y la prensa entre los mejores de España. Elabora vinos acogidos a las dos denominaciones, incluso la de Vinos de la Tierra de Castilla, aunque ha tenido la consideración de sacar el «Casarriba», su producto más caro, bajo la contraetiqueta D. O. Ribera del Júcar. Y aún sacará otro, el Casa Gualda Plus Ultra, con la misma denominación. Hace años se constituyó una cooperativa de segundo grado llamada Cooperjucar, que engloba cuatro cooperativas, y su embotellado más representativo se llama Xarvin. Otras cooperativas, como las de Casas de Haro, Casas de Benítez y Casas de Fernando Alonso, cuentan con la tecnología más avanzada, y hasta ahora, además de los nombrados, son las únicas que embotellan. La «La Magdalena», de Casas de Haro, elabora vinos plenos de frutosidad, que salen al mercado bajo la marca «Viña Moragona». La de Casas de Benítez, llamada San Ginés, embotella bajo una marca bastante conocida: «5 Almudes». A punto de a salir está su reserva «Almudes 5 décadas», un homenaje a los 50 años de funcionamiento de la cooperativa. «La Purísima Concepción» es la cooperativa de Casas de Fernando Alonso (nada que ver con el famoso piloto de fórmula 1) y envasa tintos con la marca «Teatinos». La Denominación de origen solo acoge a los vinos tintos, pero la comarca cuenta además con un tesoro hasta ahora poco valorado: sus viejas cepas de Moscatel de grano menudo, sobre todo en el municipio de Casas de Haro, que antiguamente se cuidaban con mimo y que dan un espléndido y perfumado vino dulce. En la actualidad se han replantado unas treinta hectáreas de esta uva, con la firme decisión de resucitar esta reliquia, una promesa segura para el desarrollo y conocimiento de la zona. El presente es muy ventajoso, el futuro esperanzador. Ya se sabe de empresas poderosas ajenas a la comarca que han puesto sus ojos en sus viñas adultas y cuidadas, la mayor parte de ellas plantadas en vaso: prueba segura de un buen hacer vitivinícola. Agenda donde dormir Parador Nacional de Alarcón Avda. Amigos de los Castillo, 3 Alarcón (Cuenca) Tel 969 330 315 Totalmente reformado. El Júcar acaricia la vista y el dormir. donde comer Los Morunos Tel 969 44 40 65 La Roda (Albacete) Cocina manchega contundente con algunos guiños a la nueva cocina Villaleal Tel 967 44 33 30 Mártires, 12 La Roda (Albacete) Cocina tradicional, tanto manchega como nacional. Las Rejas Borreros, 49 Las Pedroñeras (Cuenca) Tel 967 16 10 89 Aunque está algo retirado (unos 45 km), su cocina gloriosa merece la pena el esfuerzo.

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