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Valle del Maipo - A los pies de los Andes

  • Redacción
  • 1999-11-01 00:00:00

El Valle del Maipo, en la zona central de Chile, ha construido la buena reputación que tiene este país como productor de vinos tintos. La calidad se debe a la mano del hombre, pero también a las óptimas condiciones climáticas, geográficas y de suelo que ofrece el lugar.

Chile ha construido su reputación en el mundo del vino gracias a sus tintos. Un clima benigno, buenos suelos y la ausencia de plagas importantes han hecho que sus Merlot y Cabernet Sauvignon alcancen un muy buen nivel, sin grandes quebraderos de cabeza para los viticultores. En general, esa calidad se obtiene en una zona que se extiende desde la ciudad de La Serena, en el norte, hasta Cauquenes, en el Sur, abarcando una larga y estrecha faja de más o menos mil kilómetros en donde las variedades tintas se cosechan con distintos éxitos, pero manteniendo un promedio bastante muy estimable. Sin embargo, es en el Valle del Maipo en donde hasta ahora los resultados han sido más espectaculares.
El Maipo toma su nombre del río que lo atraviesa, se ubica en el centro de Chile y contiene a Santiago, la capital. Su parte cultivable (y que aún no sucumbe ante los avances de la ciudad) se encuentra encajonada entre la Cordillera de la Costa, en el oeste, y la de Los Andes, en el lado este. Es allí donde los españoles realizaron las primeras plantaciones importantes de viñedos en el siglo XVI, y donde hoy se calculan unas seis mil hectáreas plantadas con Vitis vinífera. ¿Por qué en el Maipo y no en otro lugar?

Maduración lenta

La calidad de las uvas tintas que se cosechan en el valle es el resultado de diversos factores geográficos, humanos y geológicos. La geografía del Maipo está fuertemente determinada por la Cordillera de Los Andes, un gran macizo rocoso que se extiende a todo lo largo de la frontera Este de Chile. Las aguas provenientes de sus deshielos otorgan un abastecimiento natural, por lo general seguro y manejable. Asimismo, los vientos fríos que bajan de la cordillera hacia el valle permiten moderar las temperaturas, sobre todo en las zonas cercanas a los pies de la cordillera. El resultado inmediato es una maduración más lenta y una más alta calidad. Enfrentando a Los Andes está la Cordillera de la Costa, una cadena montañosa menos impresionante, que actúa como barrera natural ante la influencia del Océano Pacífico, cien kilómetros hacia el Oeste.
Entre estas dos formaciones hay una gran diversidad de suelos de origen aluvial, desde los más fértiles en los planos hasta los más delgados, dominados por la grava y la piedra en los faldeos de la cordillera. El resultado de esta diversidad es que los niveles cualitativos pueden ser muy variables. Sin embargo, las bondades del clima aseguran que la calidad general sea óptima. Plantar tintos en el Maipo es una apuesta segura.
El clima, en tanto, se presenta amable, con temperaturas que alcanzan un máximo cercano a los 30º C en el verano y un mínimo alrededor de los 5º C en el invierno, mientras que la oscilación térmica durante los meses de maduración (entre Enero y Marzo) puede llegar a los quince grados entre las horas tempranas de la tarde y la noche.

Con las botas sucias

El desarrollo reciente del vino chileno se debió, en un principio, a la utilización de alta tecnología enológica. En los últimos años, sin embargo, los productores se han percatado de que es necesario dejar el delantal blanco del laboratorio y ensuciarse las botas en la viña. Tomando como ley el dicho “no puede haber un buen vino sin buenas uvas”, la mirada ha vuelto a las raíces y la viticultura: el cuidado de las parras y su adecuación a los suelos es hoy un tema de sobremesa en cualquier reunión de enólogos y viticultores chilenos. Esta tendencia ha hecho que la calidad mejore notablemente y que, con lentitud pero con energía, nazcan grandes vinos en Chile, y en el Maipo.
“Baccus amat colles” decían los romanos para explicar que la calidad de las uvas plantadas en los pies de montes era superior. En el Valle del Maipo gran parte de los mejores tintos están plantados en esas condiciones, donde los suelos son menos profundos, más pobres y el agua no tiene posibilidad de estancarse. Ese es el caso de la bodega Quebrada de Macul con su vino Domus Aurea en base a Cabernet Sauvignon.
Las parras que le dan vida se encuentran en la comuna de Peñalolén, al sureste del centro de Santiago. Desde los viñedos se advierte el suave declive y, al fondo, se ve la silueta del cerro San Ramón a tres mil doscientos metros de altura. Ignacio Recabarren, el responsable del vino, ha realizado un trabajo extremo de selección cosechando casi parra por parra. Los suelos de esta Quebrada son de poca fertilidad y, debido al buen drenaje, impiden que el agua se acumule. Así se favorece la concentración de las uvas en desmedro del crecimiento vegetativo. Además, los raleos, deshojes y la edad de las parras (plantadas a mediados de los 70) aseguran que la calidad de la fruta resultante sea la óptima para dar un vino que, recién en su primera cosecha, es considerado como uno de los mejores del Maipo.
Algo más al sur, en Puente Alto, la Viña Almaviva también demuestra el potencial del valle. Con el respaldo de Concha y Toro (la mayor empresa chilena) y Baron Philippe de Rothschild (propietaria de Château Mouton, Premier Cru de Burdeos) han creado Almaviva, un concepto bordelés de calidad. El responsable, Pascal Martí, ha estudiado la forma en que se comportan las parras de El Tocornal, determinando los tipos de suelos, el grado de fertilidad y, especialmente, un manejo del viñedo que es un real aporte al tema en Chile.

Al estilo bordelés

Tal como en la Quebrada de Macul, desde la nueva bodega de Almaviva se aprecian Los Andes y los viñedos a sus pies. En esta caso, sin embargo, el terreno está más alejado, más en el plano, pero sus suelos tienen como principal componente la piedra, permitiendo una baja fertilidad y un excelente drenaje. Además, gracias al Raco, un viento que se desliza por la cordillera hacia el valle, la ventilación del viñedo es perfecta. En 1998, un año lluvioso y complicado en términos de pudrición de la uva, Almaviva no tuvo grandes problemas debido a la ventilación que significa el Raco y, por supuesto, a la cuidada selección de uvas que Martí y su equipo realizaron.
Tanto Almaviva como Domus trabajan produciendo sólo un vino cuyas uvas se cosechan en el predio y se vinifican y embotellan en una bodega ubicada en el mismo viñedo. Esa forma de laborar fue una tradición en Chile, pero a medida que las demandas fueron mayores, se tendió a comprar uvas, o bien, a transportarlas desde otros predios hasta los lugares de vinificación. Sin embargo, no es casualidad que el modelo bordelés esté dando aquí los mejores resultados.
Con todo a mano, la materia prima está bajo control y el vino resultante es solo la consecuencia de la atención detallista que sus responsables han puesto en él. Este sistema de trabajo, más la preocupación por el viñedo y el cuidado en la enología, hacen que hoy Chile produzca los mejores vinos de su historia. Ahí está el Maipo para comprobarlo.

Almaviva 1996
VIÑA ALMAVIVA
El vino más caro de Chile (US$70, aproximadamente) es uno de los mejores tintos que se recuerden de este país. La nariz es delicada, los frutos rojos y la pimienta negra se expresan con generosidad y el roble acompaña sin pasar a ser un actor principal, sino, por el contrario, otorgando complejidad al conjunto. En la boca tiene taninos maduros bien integrados que se notan pero no molestan, un equilibrio casi perfecto en donde destaca una leve acidez que le da frescor. Aunque no tiene la potencia de otros tintos del Maipo, sí tiene elegancia, y eso es un paso adelante en el desarrollo enológico del Cabernet Sauvignon en Chile.

Domus Aurea 1996
VIÑA QUEBRADA DE MACUL
Esta es la primera cosecha de Domus y, sorprendentemente, la calidad alcanzada merece un lugar en el podium del Maipo gracias a la magia de Ignacio Recabarren, enólogo estrella de Chile. La conjunción entre un excelente “terroir”, un acabado manejo del viñedo y una selección casi maniática de las uvas, hacen que este Domus se muestre de un color intenso, con una nariz en donde dominan las notas a eucaliptos junto a la pimienta, el cassis y el café. La boca, en tanto, tiene buenos e intensos taninos que dan una estructura potente; el equilibrio tiene una suave tendencia a la acidez, y la persistencia es larga, de muy buen vino.

don melchor 1995
VIÑA CONCHA Y TORO
Un clásico del Cabernet Sauvignon cultivado en el Maipo. A un color profundo se le suma una nariz marcada por la pimienta y por los eucaliptos, nota que lo hace ser identificable por la mayoría de los catadores chilenos. En la boca es potente, con una excelente estructura en donde la tensión de los taninos soporta un cuerpo redondo, goloso. El equilibrio, a cuatro años de su nacimiento, se ha ondulado para alcanzar un grado de notable armonía. Aún tiene gusto a cassis y cerezas, lo que se agradece pensando en la rapidez con la que evolucionan los tintos chilenos.

bodega de familia 1995
VIÑA UNDURRAGA
Más alejada de Los Andes, y al otro lado de la carretera Panamericana, Undurraga es una de las viñas históricas de Chile y este “Bodega” su vino emblemático. Más tradicional, más austero, este Cabernet Sauvignon ofrece notas aromáticas a cuero, cocoa y especias, mientras que al paladar se siente de cuerpo medio, con una muy buena cantidad de taninos que, a cuatro años de la vinificación, se han suavizado haciendo que el vino se sienta amable en la boca, suave. Quizás le falte el frescor de la fruta joven y una más larga persistencia, pero es un muy buen vino y una buena referencia del lado Oeste del Valle.

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