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El Terruño analizado: El ejemplo de Montepulciano

  • Redacción
  • 1997-06-01 00:00:00

Actualmente se está intentando investigar a fondo el suelo de cultivo. El pueblo de Chamoson, en el Bajo Valais suizo, dispone de un viñedo de 420 hectáreas que, aunque homogéneo, es muy variado en lo referente a la calidad del terreno. Desde los terrenos de aluvión del Ródano se eleva, por un impresionante cono de escombreras y morenas al borde del valle alpino, hasta 750 metros de altura. Se han registrado los microclimas en cincuenta lugares concretos, y en otros quince se han analizado las características del suelo por medio de profundos hoyos. El contingente de agua se ha calculado con numerosas sondas de neutrones situadas en el interior de tubos de 10 metros, introducidos verticalmente en la tierra. También en Chamoson se vió que el agua estancada, en la zona inferior del monte cultivado, impedía el crecimiento de la cepa y la maduración de la uva.
Aunque ya se sabe mucho del terreno, ahora no se sabe muy bien cómo continuar. Porque a estas alturas las dificultades están en el factor humano. En Chamoson se cultivan 24 variedades de cepas, y las fincas están muy parceladas. ¿De qué sirve saber dónde crecería mejor qué variedad o en qué lugar se debería renunciar a plantarla, si los viticultores hacen caso omiso de las recomendaciones, porque no están dispuestos a adecuar las variedades a sus parcelas de cultivo? Todos están empeñados en hacer todas las clases posibles de vino, aunque el terreno no sea el adecuado para ello.
En Montepulciano, sur de la Toscana, todo fue bastante más fácil. Esta zona ha recuperado hace poco más de diez años su ímpetu de zona vinícola, por lo que aún no está aprisionada por las tradiciones. Y lo que es más importante: en la mayoría de las 820 hectáreas del municipio hay plantada una única variedad de cepa, un clon de la Sangiovese llamado Prugnolo gentile.
Alrededor de la colina de la ciudad, el “Instituto para el Estudio y Defensa de la Tierra” de Florencia y el Instituto Agrario San Michele all’Adige examinaron nueve zonas, en las que registraron con toda exactitud el desarrollo de las cepas y la maduración de la uva. El estudio sacó a la luz unas diferencias sorprendentes: el contenido de azúcar oscilaba entre 19,5 y 23,5 por ciento por kilo de uva, que al fin y al cabo son 40 gramos de diferencia. La cosecha por cepa en ciertos viñedos duplicaba a la de otros, o las uvas pesaban el doble o les doblaban en tamaño. El cuadro adjunto muestra las mayores diferencias entre el terruño más fuerte y el más débil respectivamente, lógicamente considerando siempre la misma variedad Prugnolo gentile.
Al norte de la ciudad, en la zona de Caggiole, especialmente exhuberante, las cepas dan tal cantidad de hojas que la fotosíntesis, y, con ella, la producción de azúcar, se ven impedidas, lo que entorpece la maduración. Además, el microclima, bajo un opulento techo de hojas, favorece la putrefacción.
Al contrario que en Chamoson, las conclusiones de los científicos pueden ponerse en práctica sin mayor problema. Han dado lugar a recomendaciones precisas para cada zona en particular y se refieren, en el caso de cultivos ya existentes, al abono, plantación de hierba, irrigación o drenaje del suelo; en el caso de viñedos nuevos incluyen, por ejemplo, proximidad entre las cepas o elección de los portainjertos. Todo esto culmina en un ejemplar cuadro general, que reproducimos a la izquierda.

Cincuenta zanjas profundas se excavaron para analizar el suelo. A la izquierda, las recomendaciones resultantes del estudio.

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