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Dossier: La arquitectura del vino, La fábrica del vino

  • Redacción
  • 1999-10-01 00:00:00

La espectacular fábrica del vino de MezzaCorona, que sirve tanto para la producción como para la puesta en escena del Spumante “Rotari”, representa el corazón de una estrategia de expansión y marketing a muy largo plazo. Bajo los auspicios del director general Fabio Rizzoli, que se incorporó a la empresa en 1971, la cooperativa de orientación regional con modestas ambiciones que era MezzaCorona se ha convertido en la mayor bodega de Trentino, con una producción anual de 12 millones de botellas de vino DOC, el 60 por ciento de las cuales se destina al extranjero. Gran parte de este éxito colosal se debe al Spumante Rotari, que desde el principio se produjo exclusivamente según el principio clásico de la fermentación en botella. La meta actual es que salgan de la bodega Rotari 2,5 millones de unidades. A pesar de las enormes cantidades a las que se aspira, no se ha descuidado el segmento superior. Una ojeada al Gambero Rosso muestra que tanto el noble Rotari Brut Arte Italiana, como el Rotari Brut Riserva del 94, han sido galardonados con “due bicchieri”.
Un parque temático del vino
El paso decisivo para el “reto Rotari” fue la construcción de una bodega para Spumante capaz de representar dignamente este producto, también desde el punto de vista estético, a pesar de la gran capacidad de producción y almacenado, y de ofrecer a todos los visitantes la posibilidad de seguir el proceso de elaboración del Spumante. Había nacido el concepto de “citadella del vino”. A principios de 1995, MezzaCorona convocó un concurso para el proyecto Rotari, sobre un terreno de 11 hectáreas junto a Mezzocorona. El complejo debía abarcar lo siguiente: una zona para el vino base, una zona para el vino espumoso, la bodega de barricas para el licor de expedición, una zona de ventas y oficinas. Un criterio importante era la integración en el contexto paisajístico.
La elección recayó en el trabajo del arquitecto veneciano Alberto Cecchetto. Cecchetto no era ni con mucho un desconocido en el Trentino, ya que desde finales de los años 70 se había hecho un nombre con edificios de oficinas y reestructuraciones de plazas. En 1989, obtuvo el premio internacional Andrea Palladio por los comedores universitarios de Trieste. La austera fachada de los comedores, con sus vanos diminutos, cuadrados, de efecto ascético, recuerda un poco al estilo minimalista de Luigi Snozzi, del Tessino. El edificio Rotari, de planta casi trapezoidal, está dividido en tres. Acabadas están ya las partes destinadas a recepción y servicios, y la zona de elaboración del vino espumoso. El edificio de vinificación del vino base y de admisión de uva deberán finalizarse para Agosto del 2000. Los materiales más importantes son hierro galvanizado, acero inoxidable, madera y cristal.
La pérgola como modelo
La intención de Cecchetto es una arquitectura “surgida del contexto, creada para un lugar determinado. Debe reproducir las múltiples relaciones entre los edificios y el entorno. Importantes son, por ejemplo, las estructuras como esqueletos de los viñedos, un viaducto, los árboles… en fin, lo que hay.” Ciertamente Cecchetto no escatima alusiones a la forma de la pérgola trentina. El tejado de madera, ondulado, sustentado por columnas de acero y tirantes, documenta explícitamente su reproducción de los postes y alambres de los viñedos.
La estructura de líneas del complejo aúna dos aspectos más, destilados de la llanura de Rotaliano: las prolongadas líneas y bandas de las carreteras y ríos, por un lado, y el nervioso mosaico multicolor de las parcelas agrícolas de la parte baja del río Ádige, por otra. El arquitecto recomienda una mirada sobre el paisaje, que corresponde a una mirada sobre un caleidoscopio inmovilizado. La mirada no debe ser difusa y desasosegada, sino concentrada y sopesadora. Esta disciplina de la mirada genera, al traducirla al edificio, una espesa textura de líneas, entrecruzados y curvas “portadores de significado”, un tejido que naturalmente nunca resulta agobiante ni aplastante. En la Cantina hay mucho espacio, aire y luz. Apenas se produce ese lóbrego ambiente industrial de muchas grandes bodegas tradicionales: teniendo en cuenta que aún no se utiliza toda su capacidad y que los empleados son pocos, a uno a veces incluso le invade la sensación de estar perdido. La alusión más evidente al tema del vino consiste en un cono parecido a una botella, colgado en el aire a un cierto ángulo, delante de la empresa. Su misión es señalar a los visitantes el camino de la recepción.
La relación entre la llanura y las alturas está integrada por medio de un terrado delicadamente redondeado que llega casi hasta la fachada. Sobre este terraplén cubierto de hierba hay plantadas algunas hileras de vides, pero esta tierra amontonada mantiene la temperatura adecuada en la parte subterránea de la producción. Una solución acertada para el problema de la luz son las láminas de madera orientables en la fachada de cristal. Dirigen la luz hacia el interior de tal manera que las salas están iluminadas sin calentarse demasiado.
Es ya una atracción turística
Pero sin el aspecto de los servicios no se cumpliría el concepto de “citadella del vino”. Durante todo el día, dos azafatas conducen a los visitantes por el edificio, cuya vista incluye, además de la cata, una proyección de una película de ocho minutos. Quien haya quedado satisfecho de la calidad de los productos, puede comprarlos en el punto de venta. Hay una terraza interior habilitada para celebrar banquetes, justo encima de la bodega de barricas, abierta y visible. La bodega Rotari tiene todas las cartas para situarse en el futuro junto a iglesias y museos, como atracción en las guías de viajes. Al menos algunos lugareños empiezan a llamarlo “Palazzo”, expresando inconscientemente que el complejo de MezzaCorona compite con las construcciones eclesiásticas y feudales de la zona por el favor de los visitantes.

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