- Redacción
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- 2005-04-01 00:00:00
José Antonio Martín conservaba la viña familiar como un cordón umbilical que le mantenía unido a su tierra. Allí se hizo con cepas antiguas de Garnacha para nutrir a su nueva bodega, donde elaborar vinos peculiares, intensos y ricos en matices. Los vinos de esta tierra de Aragón, de la prehistórica Ribera del Jiloca, nacen donde las empinadas laderas, la edad de los agricultores, los bajos rendimientos han hecho desaparecer casi el cultivo. Jorge Navascués -segunda generación de lo que ya es una saga famosa de enólogos en la zona- ha recorrido todo lo que la vista alcanza, ha analizado cada pago de piedra pizarrosa sobre el que crecía una vid, descuidada o abandonada, ha palpado cada cepa para escuchar su vida, el son profundo de sus venas en el retorcido vacío de sus maderas aparentemente muertas. Y con ese conocimiento han coleccionado 40 viñas de 32 parcelas: 10.000 m2 en total de Garnacha, que tiene aquí personalidad, profundidad, carácter extraído de un suelo mineral pizarroso, de una altura arriesgada, de una pendiente maldita que mira al sol. El viñedo es fácil de llevar porque el terreno y el clima son sanos y no necesita tratamientos, solo podas concienzudas, sabias, rigurosas y limpiar el terreno, labrar y quitar las hierbas. La producción es cara, por andar en esas trochas, por podar concienzudamente, por vendimiar en cajas de 25 kg., lo que supone un plus de tiempo y trabajo para los vendimiadores. Así llega la uva inmediatamente a la bodega para una maceración prefermentativa en frío, durante una semana. Traen la despalilladora a la nave de elaboración, entre los 12 depósitos pequeños, de 10.000 litros, que permiten elaborar por separado y con mimo «con mecidos, en vez de remontados». No más de 80.000 botellas al año La bodega, revestida de piedra ha nacido en un precioso entorno natural, la finca «La Moratilla». Un zaguán de canto rodado, maderas viejas y frescos, un rincón para degustar una copa y un bocado, y un ventanuco que se asoma al contraste, a las modernas técnicas de elaboración. Mas allá, en reposo, la sala de barricas subterránea, capaz de crecer si fuera menester. Roble americano, húngaro, rumano, donde los europeos están dando excelente resultado. Y poco más. Jorge es enemigo de lo innecesario. Hay que dejar que uva y vino hagan el camino por su pie. El proyecto dibuja tres vinos, Muret, un joven tinto con un leve paso por madera. La insignia, el Murero, con 10 a 12 meses de guarda y, cuando el tiempo sea propicio, un selección Élite que aparecerá en el año 2006. Plasman la potencia y carácter del terruño, con una expresión diferente a las garnachas habituales. El trabajo se ve recompensado por su buen trato y afinamiento en bodega. Jorge Navascués tenía todo un reto de superación que ha aplaudido su padre, respetado enólogo en la zona. Aunque en España esta variedad no ha despegado, en Estados Unidos es toda una revolución por sus enormes virtudes, entre las que destaca su sedosidad en boca. En total, y puesto que todo se elaborará con uvas propias, no más de 80.000 botellas al año cuando la bodega esté en pleno rendimiento. BODEGAS VINAE MURERI, SL Ctra. Murero-Atea. Finca La Moratilla 50366 MURERO (Zaragoza) Tel. 656 872 842 www.vinaemureri.com